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Dios permite que nos ocurran eventos que, a primera vista, podrían parecer injustos e inexplicables porque nos causan dolor. Por eso, es curioso escuchar sobre la santa indiferencia, una actitud que nos ayuda a entender mejor la voluntad divina.
El santo Job
Quizá en ejemplo más palpable de santa indiferencia lo tenemos con el santo Job, un personaje que encontramos en el Antiguo Testamento de la sagrada Escritura.
Este buen hombre nos enseña que Dios es el dueño de la vida, y por ende, de todo lo que obtenemos en ella.
El capítulo uno del libro de Job narra que él era un hombre muy rico, justo y temeroso de Dios. Un día se presenta el Adversario ante el Señor y le dice que Job le teme porque Dios lo ha bendecido y protegido en todo. Entonces vienen las palabras del envidioso:
"Pero extiende tu mano y tócalo en lo que posee: ¡seguro que te maldecirá en la cara!"
El Señor da poder al demonio sobre todos sus bienes, menos sobre la persona de Job.
Y en un mismo día pierde todas sus posesiones y a su numerosa familia. Sin embargo, Job no reniega del Señor:
"Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!"
La santa indiferencia no es ausencia de dolor
Podemos creer equivocadamente que dejar todo en manos de Dios nos evitará el sufrimiento, pero eso no es posible. Tenemos innumerables testimonios de santos que pasaron por el crisol del dolor, pero siguieron en pie, confiando en Dios.
San Ignacio de Loyola hablaba de rogar a Dios por el desprendimiento total. Todos queremos larga vida, buena salud, riqueza y honores, pero el reto está en entender que lo que verdaderamente importa es poner en primer lugar al Señor y aceptar lo que su voluntad tenga para nosotros:
"Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no aceptaremos también lo malo?" (Job 2, 10)
Ese es el significado de la santa indiferencia. Por supuesto que la prueba duele, pero la recompensa será mayor.
Y entender que la purificación que llega con el sufrimiento nos ayudará a alcanzar el cielo donde gozaremos eternamente, siempre será la esperanza que nos mantenga fieles a los designios del Señor.