El Papa Francisco celebró la Misa de clausura de la asamblea del Sínodo en la Basílica de san Pedro el 27 de octubre de 2024. Al día siguiente de la publicación del Documento final, que aprobó "expresamente", haciéndolo parte de su magisterio ordinario, exhortó a la Iglesia a continuar por el camino del Sínodo, dejando atrás el "laberinto de las [propias] ideas" y discerniendo la llamada del Espíritu Santo.
Ante un gran número de los 368 miembros del Sínodo, cardenales, obispos, pero también sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos que participaron en esta segunda asamblea del Sínodo, el Papa comentó el Evangelio del día, que narra la historia de Bartimeo. Este ciego, "marginado sin esperanza", se encontró con Cristo en su camino y le gritó. Jesús le curó milagrosamente y el hombre le siguió por los caminos.
Este encuentro, explicó el Papa, es la imagen del paso de una "Iglesia que se sienta y se rinde" a una "Iglesia que acoge el grito del mundo y [...] se ensucia las manos para servirlo".
"El Sínodo nos impulsa a ser Iglesia como Bartimeo", prosiguió el Pontífice, "una comunidad de discípulos que, al oír pasar al Señor, sienten la emoción de la salvación, se dejan despertar por la fuerza del Evangelio y comienzan a gritarle".
Para ello, insistió en la importancia de "escuchar el grito de todas las mujeres y de todos los hombres del mundo", sin olvidar el de los que sufren, citando en particular a los "santos esclavos" que son los niños obligados a trabajar.
Ante estos gritos, la Iglesia no puede quedarse perdida en el "laberinto de [sus] propias ideas", insistió el Papa Francisco. "No necesitamos una Iglesia que se siente y se rinda", insistió, deplorando una forma de ceguera conocida como "mundanidad", "comodidad" o “cerrazón”.
Cuando a un cristiano le falta valor y audacia para seguir adelante, no debe olvidar "volver siempre al Señor y a su Evangelio", dijo el Pontífice. Y nunca se trata de "caminar solos o según los criterios del mundo", advirtió, sino de "caminar juntos detrás de Él y con Él".
El púlpito y el baldaquino, símbolos restaurados de la iglesia sinodal
Al final de su homilía, el pontífice invitó a los fieles a contemplar la reliquia recientemente restaurada de la Cátedra de san Pedro, una reliquia del siglo IX que representa la cátedra del primer obispo de Roma y que normalmente se encuentra en un monumento de Bernini al fondo del ábside de la basílica. Para la ocasión, la cátedra se expuso ante los fieles al final de la Misa. "Es la Cátedra del Amor, de la Unidad y de la Misericordia, según el mandato que Jesús dio al apóstol Pedro de no dominar a los demás, sino de servirlos en la caridad", explicó.
A continuación, señaló el enorme baldaquino de bronce de Bernini, cuya restauración también acaba de concluir, tras un año de obras durante el cual estuvo cubierto por andamios. "Enmarca el verdadero punto focal de toda la basílica, a saber, la gloria del Espíritu Santo", dijo, señalando la paloma que cuelga sobre el altar de la Confesión.
"Esta es la Iglesia sinodal", concluyó el Papa Francisco, "una comunidad cuya primacía reside en el don del Espíritu, que nos hace a todos hermanos en Cristo y nos eleva a Él". Solo con el Espíritu, concluyó, la Iglesia puede resistir la tentación de ser "estática", y caminar "con el Señor por los caminos del mundo".