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La nueva encíclica del Papa Francisco, Dilexit nos (Él nos amó) sobre el Sagrado Corazón de Jesús, nos recuerda, una vez más, que el amor de Cristo por nosotros es excesivo. Y no basta decirlo una y otra vez porque para nosotros resulta incomprensible.
Sin embargo, el Santo Padre hace un llamado a la conciencia de la sociedad mundial porque "está perdiendo el corazón" (no 22).
Manifestaciones de amor del Sagrado Corazón
El Papa Francisco menciona en su documento cómo ha sido la relación del Señor Jesús con distintas videntes que fueron testigos de su inmenso amor por la humanidad:
"Varias santas mujeres han narrado experiencias de su encuentro con Cristo, caracterizado por el reposo en el Corazón del Señor, fuente de vida y de paz interior. Así sucedió a santa Lutgarda, a santa Matilde de Hackeborn, a santa Ángela de Foligno , a Juliana de Norwich, entre otras. Santa Gertrudis de Helfta, religiosa cisterciense, narró un momento de oración en el cual reclinó la cabeza en el Corazón de Cristo y escuchó sus latidos" (no. 110).
Pero fue reservado a los tiempos modernos conocer la dulzura de los latidos de su Divino corazón, como lo narra santa Gertrudis:
"En un diálogo con san Juan Evangelista le preguntó por qué en su Evangelio él no había hablado de lo que vivió cuando tuvo esa misma experiencia. Concluye Gertrudis que 'la dulzura de esos latidos se reservó para los tiempos modernos, de manera que, escuchándolos, pueda renovarse el mundo envejecido y tibio en el amor de Dios'" (no. 110).
Una nueva declaración de amor
El Santo Padre recuerda algo que no debe pasar inadvertido para el cristiano de hoy, que tanto se ha alejado de Dios y de sus hermanos, y que el Señor Jesús reveló a santa Margarita María Alacoque, porque "lo fundamental es una declaración de amor que se destaca en la primera gran aparición":
"Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio, y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros, que te descubro" (no. 119).
Ojalá que estas palabras resuenen en nuestros oídos, pero sobre todo en nuestra alma y corazón, para que volvamos a los brazos del Señor Jesús, que nos sigue amando, a pesar de todas nuestras infidelidades.