David Jones es un padre de 64 años, empresario de éxito y corredor de maratón. El huracán Helene también dejó un impacto devastador y destrucción en su ciudad el mismo día de la boda de su hija. Las carreteras se volvieron intransitables y los árboles caídos y los escombros bloqueaban todos los caminos. A pesar de todo, decidió ponerse en marcha, porque no quería perderse un día tan importante para él y para su hija.
Cuando un policía le paró y le dijo que el acceso al lugar estaba bloqueado, Jones replicó sin vacilar: "Tiene que entenderlo, ¡mi hija se casa hoy y yo estaré allí para acompañarla al altar!". David se negó a que ningún obstáculo le impidiera realizar una de las tareas más importantes de su vida: llevar a Elizabeth al altar, así que continuó a pie.
El viaje de Jones comenzó en completa oscuridad. Utilizó una linterna portátil para cruzar árboles caídos, trepar por los escombros y vadear el barro.
En un momento dado, se encontró en una situación especialmente peligrosa: con el barro hasta las rodillas y un carretillero retirando árboles caídos cerca. Estuvo a punto de perder uno de sus zapatos en el barro, pero no se rindió. Cavó en el barro con todas sus fuerzas hasta que lo encontró y siguió adelante sin perder la fe.
Unos kilómetros antes de la meta, un antiguo colega le vio luchando obstinadamente por la carretera. Le condujo hasta su casa, donde no había electricidad, pero al menos había agua corriente. Tras una rápida ducha fría, Jones se puso la ropa que le había prestado su colega y se apresuró a ir a la iglesia.
Cada esfuerzo, cada paso y cada momento de incertidumbre se vieron recompensados por la visión de su hija, que le esperaba ansiosa vestida de novia.
Caminó casi 50 kilómetros
Lo consiguió. Llegó a tiempo a la meta y acompañó a su hija al altar. Sus ojos brillaban de orgullo y amor. Pero su historia no acabó ahí. Tras la ceremonia, regaló al marido de su hija la luz reflectante roja que llevó toda la noche para que le vieran mientras caminaba por la devastación. Les dijo: "Que esto les recuerde que en la vida serán el uno para el otro un buen protector y un reflejo de Dios".
La acción de David demostró lo que significa ser un padre de verdad: alguien que no solo está presente en los momentos importantes, sino que además no teme caminar 50 kilómetros a través de la devastación para estar al lado de su hija. "Cualquier padre haría eso", dijo modestamente, pero a todos los que escucharon su historia les quedó claro que su corazón está lleno de un amor que no conoce fronteras.
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