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Viviendo en un mundo caído, nunca estaremos libres de toda influencia del pecado. Incluso los santos no pudieron escapar completamente de sus pecados mientras estuvieron en la tierra.
Sin embargo, esta realidad no significa que debamos abandonar la lucha.
Lo que tenemos que hacer es luchar continuamente contra nuestras tendencias pecaminosas, a fin de preparar nuestros corazones para la dicha eterna que nos espera en el Cielo.
Desarraigar los pecados pequeños
Aunque la primera prioridad en la vida de cualquier persona es erradicar los pecados mortales más graves, también es importante centrarse en los pequeños pecados veniales.
San Francisco de Sales explica la razón en su Introducción a la vida devota:
"Debilitan el poder mental, impiden los consuelos divinos y abren la puerta a las tentaciones; y aunque no destruyan el alma, al menos provocan enfermedades muy graves".
A continuación, utiliza varias analogías para explicar lo que le ocurre a nuestra alma cuando descuidamos estos pequeños pecados y nunca les hacemos frente:
"Las moscas muertas hacen que el ungüento desprenda un olor pestilente", dice el Sabio. Quiere decir que las moscas que se posan y prueban el ungüento solo lo dañan temporalmente, dejando la masa intacta, pero si caen en él, y mueren allí, lo estropean y corrompen. Así también los pecados veniales que pasan por encima de un alma devota sin ser albergados, no la dañan permanentemente, pero si tales pecados son fomentados y acariciados, destruyen el dulce sabor de esa alma, es decir, su devoción.
Barrer los pecados pequemos del alma
San Francisco de Sales nos anima a hacer lo que podamos para barrer estos pecados pequeños , antes de que se arraiguen en nuestro corazón:
"Una insignificante inexactitud, una pequeña precipitación en las palabras o en los actos, un pequeño exceso en la alegría, en el vestir, en el regocijo, pueden no ser muy importantes, si se les presta atención inmediatamente y se barren como telarañas espirituales; pero si se permite que permanezcan en el corazón, o, peor aún, si nos complacemos en ellas y las consentimos, nuestra miel pronto se echará a perder, y la colmena de nuestra conciencia se llenará de bultos y se dañará".
Acude a la confesión
El sacramento de la confesión es una gran manera de abordar estos pecados pequeños, confesándolos de forma regular.
Además de la confesión, el siguiente paso es intentar tomar medidas concretas para evitar la ocasión de pecar lo mejor que podamos.
No podremos evitar el pecado por completo mientras estemos en la tierra y no debemos esperar estar libres de todo pecado.
Sin embargo, podemos esforzarnos por conformar nuestras vidas cada vez más a Jesucristo y hacer lo posible por preparar nuestros corazones para nuestro destino eterno.