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La mayoría de ellos ya se conocen, tras haber trabajado codo con codo durante un mes en las mesas redondas del Aula Pablo VI del Vaticano en octubre de 2023. Quizá esto explique el ambiente alegre, casi distendido, que caracteriza estos primeros días de reunión para esta segunda sesión del Sínodo, que les mantendrá ocupados hasta finales de mes. En las calles aledañas a San Pedro de Roma, cardenales de cinturón rojo saludaban a monjas, teólogos y expertos se besaban como pan caliente… rostros familiares se reconocían y sonreían.
Un año antes, el clima era un poco más turbio. La víspera de la primera sesión del Sínodo en Roma, cinco cardenales conservadores habían hecho públicas sus "dudas" (dubia) sobre el proceso, pidiendo al Papa Francisco que aclarara la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad y cuestionando si las mujeres podrían o no ser sacerdotes algún día. Esta carta causó un gran revuelo y marcó los debates posteriores. Uno de los miembros, el cardenal Gerhard Müller, antiguo Prefecto de la Doctrina de la Fe, también expresó públicamente sus críticas, haciendo surgir el fantasma de una agenda oculta en este Sínodo para hacer avanzar las ideas progresistas.
El humor mordaz de Timothy Radcliffe
Este año, el Sínodo se reanudó de manera más serena. Antes de entrar en materia, los participantes asistieron el lunes y el martes a un retiro espiritual predicado por el dominico Timothy Radcliffe, con su habitual humor mordaz y su delicado toque británico. El clérigo de bata blanca instó a los padres y madres sinodales a no reducir la asamblea a "ese horrible cardenal conservador, esa feminista espantosa".
Los dos días concluyeron con una vigilia penitencial muy especial en torno al Papa Francisco. Durante esta celebración, que tuvo un tono inusual, altos prelados, entre ellos los cardenales más destacados, pidieron perdón por los pecados de la Iglesia católica, enumerando los abusos sexuales, pero también los pecados contra la paz, contra las mujeres, contra el medio ambiente o contra una Iglesia sinodal…
El miércoles, el Pontífice inauguró solemnemente la sesión en una Misa en la plaza de San Pedro, recordando en su homilía que el Sínodo no era un parlamento con "agendas que imponer". La tarde continuó con los discursos de los principales responsables de la maquinaria sinodal y los resultados de las diversas comisiones creadas en los últimos seis meses para tratar algunos de los temas candentes que surgieron el pasado mes de octubre.
Cuestiones largamente esperadas
Entre las cuestiones más esperadas, la del acceso de las mujeres al diaconado ha quedado algo aplazada. El cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto para la Doctrina de la Fe, explicó que, si bien era posible "un trabajo más profundo", el Papa prefería comenzar reflexionando sobre los nuevos ministerios de los laicos en la Iglesia, para no estrechar la perspectiva.
Los debates se reanudaron después en pequeños grupos y asambleas generales durante los días siguientes, sin causar especial revuelo. ¿Fue cansancio mediático o resignación de los miembros a entrar en este "método sinodal" que predica la escucha absoluta en las buenas y en las malas? Quizá un poco de ambas cosas. Con el hecho de que las comisiones de expertos lanzadas por Francisco no entregarán sus conclusiones hasta junio de 2025, deslizando aún más el calendario del sínodo, un gran proyecto lanzado por el Papa hace tres años.