No fue hasta 2013 cuando un jesuita se convirtió en Papa, pero la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola, fue aprobada ya en el siglo XVI. El 27 de septiembre de 1540, el Papa Pablo III publicó la bula Regimini Militantis Ecclesiae ("Sobre el gobierno de la Iglesia militante"), que marcó el nacimiento oficial de la orden religiosa nacida del entusiasmo de unos pocos hombres, algunos de los cuales siguen siendo bien conocidos: san Ignacio, por tanto, san Pedro Favre, san Francisco Javier, Paschase Broet, Alphonse Salmeron, Simao Rodrgues, Diego Lainez, Claude Jay, Nicolas Bobadilla y Jean Codure.
Sorprendentemente, el texto pontificio menciona no solo los nombres, sino también los orígenes de quienes "se hicieron compañeros y, renunciando a las seducciones de este mundo, consagraron su vida para siempre al servicio de Nuestro Señor Jesucristo".
Los primeros jesuitas procedían de "diversas partes del mundo", de España y Francia, Portugal y Saboya, Suiza y Sicilia. Desde el principio, la Compañía mostró así un inusual carácter internacional, pues sus miembros "cumplieron con gran alabanza, dondequiera que vivieron en la tierra, todos los deberes de la caridad y los encaminados a la consolación de las almas".
14 mil 500 jesuitas en 112 países
Hoy en día, este personaje sigue muy vivo. En 2024, con unos 14 mil 500 miembros, la Compañía de Jesús era la orden religiosa masculina más numerosa. Presente en 112 países, el 30% de sus miembros son misioneros. Su omnipresencia se hace visible gracias al Papa Francisco que, durante cada viaje apostólico, no deja de visitar a la comunidad local. Durante los diez días que pasó en el sudeste asiático a principios de septiembre, el jesuita argentino conversó con sus correligionarios en Yakarta (Indonesia), Dili (Timor Oriental) y Singapur, conversaciones que luego han sido publicadas en La Civilta Cattolica bajo el título "Avanzar con valiente prudencia".
¿No resume esta exhortación la historia misionera de la Compañía? Procedentes de toda Europa, los primeros jesuitas partieron pronto hacia los cuatro puntos cardinales, a la llamada del Santo Padre, al que estaban ligados por un voto especial de obediencia.
En 1547, algunos de ellos ya habían partido para evangelizar los actuales territorios del Congo, Brasil y Angola, y lo que entonces se conocía como el "Nuevo Mundo" iba a ser un lugar de gran apostolado para la Compañía, inmortalizado en la película Misión. San Francisco Javier se convirtió en el "Apóstol de las Indias" y llegó hasta Japón.
En 1583, Matteo Ricci, considerado desde entonces el primer sinólogo, entró en China y se hizo mandarín. La disputa por los ritos y la política del Reino Medio acabarían con la comunidad cristiana china, pero ¿no es hoy otro jesuita quien, contra viento y marea, intenta renovar el apostolado en este país-continente? El Papa Francisco, porque es él, ha heredado sin duda este tropismo jesuita por el vasto mundo. Sus numerosas visitas a Asia lo demuestran, y si no ha llegado hasta China, casi ha cerrado el círculo.