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Excomunión: ¿cual es su objetivo y qué podemos hacer?

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Luis Carlos Frías - publicado el 28/08/24
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¿Cómo entender el que la Iglesia, siendo misericordiosa, en virtud de su Fundador, tiene en su legislación interna una pena tan grave como lo es la excomunión? ¿Estas son contradictorias y antagónicas? ¿o están en consonancia y son complementarias?

Los católicos profesamos que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Estos atributos son naturales y esenciales a su vocación y misión recibidas de nuestro Señor Jesucristo, y manifestadas por el Espíritu Santo que, en su efusión en Pentecostés, inauguró la misión evangelizadora de la Iglesia, y la sostiene firme en ella.

Las heridas a la comunión 

En su peregrinación a la plenitud del Reino, la Iglesia ha sufrido numerosas heridas, producidas por los pecados de sus miembros. Apostasías, herejías y cismas han estado presentes en todo tiempo.

El mismo libro de los Hechos de los Apóstoles narra el caso de Simón, el mago, (8, 9-24), que ofreció comprar con su dinero el don del Espíritu Santo. El apóstol Pedro fue muy severo al sentenciar: “En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es recto delante de Dios” (v.20). Esta fue la primera excomunión que, de manera explícita, declaró el apóstol Pedro. Claro que antes ya se había registrado otra en la persona del discípulo traidor, Judas Iscariote. 

Unidad, no uniformidad 

Entre las heridas más profundas y persistentes a la comunión está el cisma; es decir, la no sujeción a la autoridad de la Iglesia, presidida por el apóstol Pedro, sus sucesores, y los Obispos en comunión con él. 

El cisma, a diferencia de la herejía, es una herida que echa raíces profundas en el tiempo pues no basta una aclaración doctrinal por parte del magisterio de la Iglesia, sino una purificación de los corazones para recobrar la unidad perdida. Tenemos, por ejemplo, el cisma de la Reforma luterana (siglo XVI) que devino en el protestantismo. Las diferencias doctrinales originales acabaron por superarse, pero la herida cismática permanece sin cicatrizar. 

Hablar de cismas y excomuniones no es anacrónico. En efecto, somos testigos de dos casos muy mediáticos y recientes: en junio de 2024 10 monjas Clarisas rompieron la comunión con la Santa Sede y en julio de este mismo año, el arzobispo Carlo María Viganó fue declarado cismático.

¿Cuál es el objetivo de estas sanciones?

La Iglesia, fiel a su carisma de Madre que cuida a sus hijos, y Maestra que los instruye, no solo tiene el derecho y potestad para sancionar las faltas de sus hijos, sino la obligación de hacerlo con un único sentido de conversión del pecador en orden a su santificación.

La excomunión no es venganza, sino medicina que hace evidente el delito y motiva al arrepentimiento a fin de que la persona se convierta y viva en la comunión.

Es importante aclarar que la Iglesia no excomulga. Es la propia persona que, con sus delitos, rompe la comunión con la Iglesia. La Iglesia solo llega a presentar las materias de excomunión y a seguir juicios que lleven a conocer si hubo o no delito que suponga una declaratoria de excomunión. 

Consecuencias de la excomunión 

Lo primero y más importante es señalar que el sacramento del Bautismo, dado que imprime carácter, no lo borra la excomunión. La persona excomulgada siempre será parte de la Iglesia, pero al margen de la comunión con ella.

La pena supone, en la práctica, el no poder recibir ningún sacramento, ni siquiera el de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía. ¡¿Habrá algo más grave, doloroso y riesgoso?! Y si la persona llegara a hacerlo, incurriría en sacrilegio. En caso de que el excomulgado sea ministro Ordenado, tampoco puede celebrar la Santa Misa, ni administrar sacramentos, ni ejercer ningún acto propio del Orden sacerdotal, incluyendo la enseñanza, el gobierno, o acto administrativo alguno. 

Si bien es cierto que nadie puede afirmar la condenación de una persona excomulgada, también lo es, en mayor medida, que tampoco se le puede canonizar a priori. Expresiones populares como: “es un santo”, “es una mártir”, referidas a una persona que carga esta pena, no abonan a la reconciliación ni a la unidad, sino que perjudican a la persona excomulgada al hacerle creer que el cisma es algo correcto, además de dañar aún más la comunión eclesial. 

¿Qué podemos hacer por una persona excomulgada? 

1oración

Lo primero es orar por la persona excomulgada. Pedir al Espíritu Santo que le asista con su luz y fuerza para que se decida a emprender el camino de regreso a casa.

2reparación

Segundo, hacer reparación por el daño a la Iglesia, Cuerpo de Cristo; y profesar nuestra fe con renovada devoción.

3Meditación

Tomar conciencia de la gravedad del caso, a fin de no seguir el mismo camino, el cual lleva, necesariamente, al mismo destino.

4entendimiento

Entender que los disensos son válidos y valiosos en la comunión de la Iglesia, no al margen de ella. Estos disensos en la comunión han sumado a la reflexión teológica y, con ella, el Espíritu Santo ha regalado a la Iglesia una mayor comprensión del misterio de nuestra fe.

5exhortar

Si se tiene la posibilidad, exhortar a la persona excomulgada a que, humildemente, enmiende su ruptura para bien de la Iglesia y salud de su alma.

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