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La noche del 20 de julio de 1969, el Papa Pablo VI visitó el Observatorio Vaticano, situado en la villa de verano de los pontífices en Castel Gandolfo. Recibido por el padre Daniel O'Connell, director de este observatorio astronómico, el Papa italiano acudió para seguir en las mejores condiciones posibles el alunizaje de la misión Apolo 11.
Desde varias semanas previas, el Pontífice no ocultó su entusiasmo por los últimos avances de la aventura espacial. Durante el Ángelus del 13 de julio, tres días antes del despegue de la misión, incluso pidió oraciones por el éxito de la aventura americana. Dijo, visiblemente optimista: "La ciencia ficción se está convirtiendo en realidad".
La admiración por la aventura del espacio, explica, nos permite reflexionar desde un nuevo ángulo sobre la naturaleza del hombre. "¿Tan pequeño, tan frágil, tan parecido al animal que no cambia ni va más allá de los límites de sus instintos naturales, y sin embargo tan superior, tan dueño de las cosas, tan conquistador del tiempo y del espacio? ¿Quiénes somos?", preguntó a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
El 20 de julio, una magnífica luna creciente apareció en el cielo romano al iniciarse la fase de alunizaje. Desde el telescopio de Castel Gandolfo, el Papa pudo observar las maniobras de aproximación final del Apolo 11, guiado por los sabios comentarios del padre O'Connell. Después, al igual que 600 millones de telespectadores, se sentará delante de un televisor: en la residencia papal se ha instalado especialmente para la ocasión un modelo en color.
El "Discurso de la Luna"
Las etapas de la hazaña se suceden ante sus ojos: el alunizaje del módulo en el Mar de la Tranquilidad, el descenso de Neil Armstrong y luego de "Buzz" Aldrin, el paseo lunar y, por último, el descubrimiento de una placa conmemorativa: "Aquí, hombres del planeta Tierra han pisado la Luna por primera vez. Hemos venido en son de paz para toda la humanidad. Julio de 1969, Anno Domini".
Ante su pantalla, el Papa no pudo reprimir sus expresiones de asombro. Inmediatamente envió un mensaje de felicitación a los tres astronautas americanos, pronunciado en italiano y en inglés. En este discurso sobre la Luna, se maravilla de que el globo ya no sea "una frontera infranqueable de la existencia humana, sino un umbral abierto a la extensión de espacios ilimitados y nuevos destinos". Las últimas palabras de su mensaje son para los héroes del día:
"Honor, saludos y bendiciones a vosotros, conquistadores de la Luna, pálida lámpara de nuestras noches y de nuestros sueños. Llevad a ella, con vuestra presencia viva, la voz del espíritu, un himno a Dios, nuestro Creador y nuestro Padre. Estamos cerca de vosotros, con nuestros mejores deseos y nuestras oraciones. Con toda la Iglesia católica, el Papa Pablo VI os saluda".
El 16 de octubre, los astronautas visitaron Roma y fueron recibidos en audiencia por el Papa. El Papa expresó su entusiasmo por su hazaña: "El hombre tiene una tendencia natural a explorar lo desconocido, a conocer lo misterioso; pero el hombre también tiene miedo a lo desconocido. Vuestra valentía ha vencido este miedo y, gracias a vuestra intrépida aventura, el hombre ha dado un paso más hacia un mayor conocimiento del universo", dice líricamente.