La santa Misa es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia (IGMR no 16), por eso es necesario conocerla y vivirla, entendiendo la belleza, tanto de la Liturgia de la Palabra, como de la Liturgia de la Eucaristía.
Por eso no basta ir a "oír" Misa, nuestra participación activa nos ayudará a compenetrarnos en el Misterio de nuestra salvación y dar gracias a Dios por tan inefable sacramento.
La liturgia de la Eucaristía
Durante la celebración nos preparamos pidiendo perdón a Dios, escuchando su Palabra y la explicación en la homilía del sacerdote, hacemos profesión de nuestra fe recitando el credo y pedimos a Dios por nuestras necesidades en la oración universal.
Después se presentan las ofrendas: pan y vino, especies eucarísticas que se convertirán en cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo.
La Instrucción General del Misal Romano menciona que "entre las cosas que se asignan al sacerdote, ocupa el primer lugar la Plegaria Eucarística, que es la cumbre de toda la celebración".
Durante ella, el sacerdote conmemora la última cena y ocurre la transubstanciación.
Después, como presidente de la asamblea en representación de Cristo, el sacerdote dirige las oraciones presidenciales a Dios en nombre de todo el pueblo santo y de todos los circunstantes.
Pronuncia entonces, en voz alta y clara, la oración colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración después de la Comunión.
El cuerpo y sangre de Cristo
En este punto corresponde a la asamblea rezar juntos el Padre nuestro. En seguida, el sacerdote y los fieles intercambian el saludo de paz.
El presbítero fracciona la hostia consagrada y presenta al Cordero de Dios "que quita el pecado del mundo" para comerlo en seguida. Comienza entonces la comunión donde la asamblea se acerca a comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo.
Finaliza la Eucaristía con la oración y bendición final. Estamos listos para ser enviados de nuevo a compartir en nuestro mundo lo vivido en la Eucaristía.