El canciller de Inglaterra del siglo XVI santo Tomás Moro ofreció algunas propuestas y denuncias que hoy pueden favorecer la paz.
Su libro Utopía aporta una reflexión frente al aumento de los gastos militares y el rearme con el que algunos gobernantes están respondiendo a las amenazas de guerra.
“La mayoría de los príncipes piensan y se ocupan más de los asuntos militares, de los que nada sé ni quiero saber, que del buen gobierno de la paz. Lo que les importa es saber cómo adquirir -con buenas o malas artes- nuevos dominios, sin preocuparse para nada de gobernar bien los que ya tienen”, denuncia.
Y añade: “Todos los preparativos de guerra en que tantas naciones se empeñan, no hacen sino esquilmar a los pueblos, y agotan sus recursos para después de algún efímero triunfo, terminar en total fracaso”.
El gobierno ideal
Santo Tomás Moro no tuvo un rey justo. Enrique VIII mandó ejecutarlo porque no quiso reconocerle como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Pero él ya había dejado escrita su idea de un buen gobernante: “Que ame a su pueblo y que éste le quiera, que conviva con las gentes en paz, gobernándolas con dulzura”.
En Utopía advierte también contra los afanes expansivos: “Lo prudente es conservar el reino de los mayores, enriquecerlo lo más posible y hacerlo más y más próspero”, aconseja.
Y destaca “que lo justo es desinteresarse de los otros reinos, que lo que le cayó en suerte le basta y le sobra para un buen gobierno”.
Rechazo a la guerra
Los habitantes de Utopía, la república ideal descrita por santo Tomás Moro, “abominan la guerra de todo corazón”.
“La consideran bestial, aunque ninguna bestia recurre a ella con tanta frecuencia como el hombre”, escribe el patrono de políticos y gobernantes.
Y “contrariamente a lo que sucede en la mayor parte de las naciones, creen que nada hay menos glorioso que la gloria conquistada en la guerra”.
“Ello no impide que, en días señalados, tanto hombres como mujeres, se ejerciten en el adiestramiento la guerra, con el fin de estar preparados para la lucha si fuere necesario”, apunta.
Pero “no llegan a una declaración de guerra, si previamente no han sido consultados, sí no examinan a fondo la justicia de la causa, y si, tras exigir reparaciones, se les han denegado. Y, finalmente, si no llevan la iniciativa y la dirección de la misma”.
Esos ciudadanos ideales “lamentan y se avergüenzan de una victoria ganada con sangre”, continúa.
“Desde niños aprendieron a no despreciar la vida, prodigándola temerariamente, y también a no amarla tan desordenadamente que les lleve a agarrarse a ella avara y torpemente, cuando el honor invita a dejarla”, concluye.
En términos generales, santo Tomás Moro invita a promover la justicia y el trabajo, y el respeto a la ley natural.
Paz real
Santo Tomás Moro confesó quién era su gran consejero: “Si necesito una luz especial y prudencia para ejercer mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco su consejo y su luz”.
A Jesucristo le pedía “un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo”.
Y entre otras cosas, “encontrar la felicidad en esta vida”, “comprender los sufrimientos” y “ser provechoso para los demás”.