Todos conocemos el sufrimiento en nuestras vidas. La pérdida de un ser querido, una enfermedad grave, quedarnos sin trabajo, sin vivienda, pasar hambre, las catástrofes naturales o las causadas por los hombres en las guerras, atentados… sufrir desengaños, traiciones, tantas cosas… Pero el mayor sufrimiento que padecemos es el causado por el pecado, como podemos leer en Romanos 5:
"Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
De hecho, en muchas ocasiones, el pecado puede llevarnos a dudar de Dios, de su amor, a sentir que no somos escuchados, e incluso a vacilar sobre su propia existencia. Si nos ocurre esto último necesitamos urgentemente encontrarnos con Él y con Su Divina Misericordia, para entrar en su taller y ser sanados en los más profundo.
A propósito, en tan solo unos días, es decir, el próximo 7 de abril se celebrará la Fiesta de la Divina Misericordia, una fecha que nos invita a confiar nuestros corazones al amor de Jesucristo, cuyo corazón rebosa de bondad y de perdón para nosotros sus hijos.
Orígenes de esta celebración
La celebración del domingo de la Divina Misericordia, que ya se conmemoraba en Polonia, se extendió a la Iglesia Universal por iniciativa de san Juan Pablo II, quedando así establecida para el segundo Domingo de Pascua.
Recordemos que, San Juan Pablo II fue un experto en el sufrimiento desde su juventud, y también tuvo la fortuna de conocer, aunque no de forma personal, las revelaciones sobre la Divina Misericordia de Santa Faustina Kowalaska, una religiosa polaca que tuvo diversas apariciones de Jesús a lo largo de su breve vida.
Precisamente, durante la canonización de Santa Faustina en el año 2000, San Juan Pablo II anunció lo siguiente:
"En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros".
La importancia de dejarse inundar por la Misericordia inconmensurable de Dios
Santa Faustina nos dejó saber que la Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos... "Y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). Por eso, debemos acercarnos a Jesús sin miedo, sin temor a su castigo, con confianza, pues "donde abundó el pecado sobreabundo la gracia" (Romanos 5).
No olvidemos que Jesús, como el buen samaritano, está dispuesto a socorrernos, curar nuestras heridas y pagar los gastos de la posada. Él es capaz de dar la vuelta a nuestra vida, como un artesano, es capaz de arreglar una pieza de alfarería y devolverle la utilidad y la belleza original. Confiemos pues en Jesús que ha sido capaz de dar su vida en la cruz por nosotros, como nos dice el Evangelio de Juan 15, 13 "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos".
Entonces, aprovechemos esta oportunidad para vivir la experiencia de reencontrarnos con Jesús Misericordioso en Su taller de Amor, sabiendo que Él puede hacer que nuestro sufrimiento tenga sentido y se convierta en fuente de vida para nosotros y los que nos rodean.
TIP: en Hozana, red social de oración católica, puedes realizar una novena a la Divina Misericordia para sanar las heridas, completamente gratuita y en línea. ¡Únete y entra en el taller de aquel que lo repara todo con Amor y abundante benevolencia!
Artículo en colaboración con Hozana.