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Con motivo del estreno de Cabrini este fin de semana en los cines de México y otros países de Latinoamérica, algunos espectadores pueden sentirse tentados a pensar que la descripción que la película hace de santa Francisca Javier Cabrini puede ser ligeramente exagerada.
Seguramente, la mujer real no podría haber sido tan audaz, dura y decidida como la retratan en la película. En resumen, los escépticos dirán que Cabrini, como la mayoría de las historias "reales" que se tratan en Hollywood, debe tomarse con pinzas.
Sin embargo, un sermón pronunciado apenas cinco días después de su muerte -en una Misa de réquiem en el hospital donde falleció- revela el extraordinario impacto que la verdadera Madre Cabrini tuvo en sus compañeros católicos y en el mundo en general. En este poderoso sermón, Cabrini es comparada con los grandes fundadores de otras órdenes religiosas como los santos "Benito, Domingo, Agustín, Ignacio, Alfonso, Felipe Neri, Clara", junto con Santa Teresa de Ávila, que fundó las Carmelitas Descalzas con San Juan de la Cruz. El sermón continúa:
Como sus predecesoras entre las fundadoras de órdenes religiosas, la Madre Francisca Javier Cabrini fue una pionera, ya canonizada en el corazón de sus hijas espirituales.
Una devoción compartida por la misión
El hombre que comparó a la Madre Cabrini con algunos de los mayores santos de la Iglesia era él mismo una figura impresionante. Al igual que la fundadora de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, el P. Francis Clement Kelley sentía una ferviente devoción por la actividad misionera.
Durante sus extensos viajes, el P. Kelley había sido testigo de los graves problemas a los que se enfrentaba la Iglesia católica en muchas partes de Estados Unidos, especialmente en las zonas rurales y empobrecidas.
En 1905, fundó la Catholic Extension Society para proporcionar apoyo material y espiritual donde más se necesitaba y con ello ayudar a difundir el Evangelio, una misión que Catholic Extension continúa hasta hoy.
El padre Jack Wall, actual presidente de Catholic Extension, dice a Aleteia:
"Esperamos que esta película, que celebra la valiente vida de la Madre Cabrini, que dio testimonio del rostro de Cristo en los pobres, vuelva a despertar nuestras propias conciencias y corazones hacia aquellos que se encuentran en las periferias de nuestra sociedad americana actual".
Leyendo el sermón del P. Kelley de 1917, dirigido a las hermanas que se habían reunido para recordar a su fundadora cinco días después de su muerte, queda claro que tenía una aguda conciencia de las cualidades que hicieron de la Madre Cabrini una misionera tan eficaz.
Escalar la montaña
Ser pionera nunca es fácil, dice el P. Kelley, señalando que Cabrini tuvo su parte de "pruebas y sufrimientos, reveses e incomprensiones".
Como se describe en Cabrini, la verdadera Francisca Cabrini llegó a la ciudad de Nueva York para encontrarse con innumerables inmigrantes que vivían en una miseria inimaginable. Los niños eran especialmente vulnerables: obligados a trabajar en condiciones inseguras para ayudar a mantener a sus familias o abandonados a su suerte en las calles. Carecían de escolarización, asistencia sanitaria e incluso de lo más básico. Sin embargo, los esfuerzos de la Madre Cabrini por ayudar a estas jóvenes víctimas se toparon con una dura resistencia.
Al igual que sus predecesoras, que tenían sus propias montañas que escalar, Francisca Cabrini "dejó marcas de manos sangrantes y pies heridos en rocas y helechos". La del P. Kelley no es una visión romántica de la vida misionera. Para servir a Dios en las periferias hay que tomar la cruz.
El P. Kelley recuerda que Jesús eligió a Pedro, Santiago y Juan para subir con Él a la cima del monte Tabor. Está de acuerdo con san Juan Crisóstomo en que probablemente fueron elegidos por Cristo debido a las virtudes que poseían: "Pedro por su gran amor, Juan por su gran pureza y Santiago por su gran celo". Luego añade: "Todas estas (virtudes) las llevó la Madre Cabrini a lo más alto de su montaña".
Devoción al Sagrado Corazón
Según el P. Kelley, la virtud del amor fue siempre evidente en la Madre Cabrini, especialmente en su deseo de aumentar el afecto de la gente por el Sagrado Corazón de Jesús. "Difundía la devoción por todos los medios a su alcance", afirma, añadiendo que nunca se dejaba desanimar.
El P. Kelley pronunció su homilía en la capilla del Columbus Hospital de Chicago, que la Madre Cabrini había fundado y donde había fallecido días antes a la edad de 67 años. Señalando el altar, prosiguió:
"Una Hermana la vio un día postrada ante este mismo altar. Pocos momentos después, la Madre le dijo que había estado rezando para que la ayudara. La obra de Chicago estaba en peligro de perecer, pero su confianza en Dios era tan grande que, aunque se encontraba en medio de una de sus pruebas más duras, estaba lejos de desanimarse".
Esa misma noche, la presencia de la orden en Chicago "se salvó casi milagrosamente". El amor no es solo un bonito sentimiento, sino algo vital y una fuente de fortaleza. "Los pioneros siempre comprenden que es la devoción y el amor lo que da luz y confianza a sus pasos".
Pureza y celo
El P. Kelley prosigue señalando que la Madre Cabrini "practicó la virtud de la pureza como deseaba que la practicasen sus hijas". Fue su "pureza y fortaleza lo que le dio derecho a intentar grandes cosas por Dios", insiste.
Según el sacerdote, el celo "templado por la obediencia" es la "virtud misionera sobresaliente". Es el celo el que, en última instancia, derriba barreras y supera obstáculos, o "los convierte en peldaños". Solo la obediencia a la autoridad religiosa legítima puede detener a pioneros como la Madre Cabrini. Entonces esperan pacientemente, confiando en que Dios revelará tarde o temprano su voluntad.
En el caso de la Madre Cabrini, dice el P. Kelley, solo tenemos que mirar al comienzo de su vocación para ver pruebas de su celo. Cuando le dijo a su confesor que quería ser misionera, él le señaló que no había mujeres misioneras.
Ella no dudó ni un instante, sino que resolvió establecer una orden por sí misma".
A América
La intención de la Madre Cabrini era dirigirse a Oriente, pero cuando el Papa León XIII le dijo: "No a Oriente, Madre, sino a América", se tragó su decepción y obedeció. Y fue recompensada con creces, afirma el P. Kelley, como demuestran las decenas de escuelas, orfanatos y hospitales que la Madre Cabrini fundó en los dos continentes americanos y que dan testimonio de su fe en Dios.
Esta gran obra no moriría con ella, sino que continuaría: "Cuando cerró los ojos al morir", señala el P. Kelley, "tres mil de sus hijas espirituales se unieron en oración por ella".
De hecho, Estados Unidos se convirtió en un "trampolín" para la primera santa del país. La Madre Cabrini vio fructificar todas sus arduas labores, pero fue también en América donde Dios "coronaría" ese trabajo. De hecho, menos de 30 años después, sería canonizada por la Iglesia Católica, tal y como esperaba el P. Kelley.
Francis Clement Kelley debió de alegrarse el 7 de julio de 1946, día en que Francisca Javier Cabrini fue proclamada oficialmente santa. Para entonces era obispo de Oklahoma y se le consideraba una figura monumental por derecho propio. Dos años más tarde, Mons. Kelley llegaría a la cima de su propia "larga y fatigosa escalada", falleciendo a la edad de 77 años, después de servir celosamente a la Iglesia durante más de cincuenta años.