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‘Hermana Muerte’: terror al estilo clásico en un convento

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José Ángel Barrueco - publicado el 23/11/23
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Paco Plaza extrae un gran partido de la iconografía católica en su nuevo filme

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Paco Plaza ha estrenado en Netflix (y con notable éxito) Hermana Muerte, una precuela de su película Verónica, pues toma a un personaje secundario de ésta para contarnos algunos hechos significativos de su juventud. El suceso del prólogo, montado en blanco y negro como si se tratase de un noticiario antiguo, se inspira en las apariciones marianas de los años 60 en Cantabria. En el filme es una chiquilla, Narcisa, quien ha visto a la Virgen María. Esto la convertirá en "la niña santa de Peroblasco". 

A partir de ahí, el resto es ficción. La historia nace de la inquietud de Plaza sobre como el pasado condiciona siempre nuestro presente. Recordemos lo que decían en la exquisita Magnolia, de Paul Thomas Anderson, al respecto: "Quizá nosotros hayamos acabado con el pasado, pero él no ha acabado con nosotros". Eso se suma a la educación católica del cineasta. Crecer en un entorno en el que, desde niño, se acostumbró a imágenes piadosas y a la crudeza que se desprende de las historias bíblicas, le ha venido muy bien para su formación de cineasta de género. 

Tras el introito, vemos a esa niña convertida en la joven Narcisa (Aria Bedmar), quien ingresa en un convento de clausura destinado a socorrer a las niñas desfavorecidas durante la postguerra española. El lugar, además, fue escenario de las atrocidades propias de la guerra civil española: una pared blanca del monasterio aún muestra los agujeros de bala de los fusilamientos.

Allí, en un ambiente de luz de velas, crucifijos, esculturas de santos y de vírgenes, manos momificadas y otros tesoros, Narcisa comienza a sentir presencias propias del cine de terror: sillas que caen, objetos que se desplazan, golpes extraños, voces que se escuchan en la noche… como si alguien quisiera comunicarle algo. Durante ese tiempo la joven ayuna, se confiesa, se autoflagela, incluso empieza a dudar de sus capacidades. También se dedica a dar clase a las niñas. Puede que sea el pasado, el pasado de la guerra civil, que regresa porque sus víctimas no han logrado el descanso que merecen. En este caso, las víctimas son monjas.

Una puesta en escena deslumbrante

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Toda la película fue rodada en el Real Monasterio de San Jerónimo de Cotalba (Alfahuir, Valencia). Un lugar notable, que despide una belleza fría y austera de la que el director y su equipo han sacado un gran partido. 

Como apuntábamos antes, Paco Plaza se educó como cristiano en un colegio religioso. Es un gran defensor de la fuerza y el poder de la iconografía católica. En muchas de las entrevistas de promoción para el filme ha dicho cosas muy interesantes, como que no hay un vestuario de superhéroe en Marvel que se pueda comparar al hábito de una monja (en declaraciones a El Mundo) o que la iconografía es imbatible dado que no hay nada más potente que una cruz (en declaraciones a El Nacional). 

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El director de La abuela apunta, además, a las conexiones entre la fe y lo sobrenatural: los Evangelios y los libros proféticos están repletos de aparecidos, muertos que resucitan, tormentos y suplicios, milagros y violencias, vino convertido en sangre o leprosos a los que cura Jesús. Su intención consiste en aprovechar ese potencial del entorno y rodar una película al más puro estilo clásico y gótico, en una época en la que no hay internet ni teléfonos móviles ni otros elementos que nos distraigan del terror de siempre: el ser humano enfrentándose a los misterios de lo desconocido. 

En Hermana Muerte hay dos o tres factores que la magnifican en relación a otras películas de terror con monjas como personajes principales o secundarios. Primero, su respeto por las hermanas y por el catolicismo, sin caer en blasfemias que puedan incomodar al público creyente. Segundo, que saca un partido deslumbrante a la puesta en escena; una celda blanca y silenciosa no nos da miedo, pero al menos nos sobrecoge… y, si se oye un ruido o un objeto se mueve, entonces nos aterroriza. Tercero, que apuesta por un terror clásico, en el que por suerte ha huido de sustos gratuitos y de efectismos baratos… aunque el final, un tanto discutible en aspectos que no vamos a destripar, apueste por la truculencia antes de alcanzar ese epílogo que la conecta con Verónica. Apta solo para fans del cine de miedo.

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