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El primer obispo mexicano declarado santo

San Rafael Guízar y Valencia
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Mónica Muñoz - publicado el 24/10/23
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San Rafael Guízar, santo del siglo XX y misionero incansable, es un ejemplo de vida cristiana por su valiente entrega a la misión

Rafael Guízar y Valencia nació en Cotija de la Paz, un pueblo ubicado en el Estado de Michoacán, en México, el 26 de abril de 1878. Fue hijo de Prudencio Guízar y Natividad Valencia y tuvo once hermanos.

Hijo de cristianos ejemplares

En su biografía se narra que de sus padres aprendió a amar a los pobres. Su padre obsequiaba a los más necesitados del pueblo el maíz y frijol que necesitaban durante el año; su madre recibía en casa a los pobres que desfilaban a todas horas para alimentarlos y lavar sus ropas, tal como hizo con los enfermos de lepra durante una epidemia.

El ejemplo y caridad de Natividad -que siempre quiso un hijo sacerdote- sembraron el amor a Dios y la vocación de servicio en el tierno corazón del niño; sin embargo, ella nunca pudo verlo ordenado, pues cuando él tenía apenas nueve años.

En Cotija, su madre fue promotora de la devoción al Corazón de Jesús, regaló su imagen a la parroquia, fomentó los viernes primeros de mes y la celebración del mes de Jesús con ofrecimiento de flores de los niños.

Estudios en el seminario y primeras misiones

El joven Rafael Guízar ingresó al seminario de la diócesis de Zamora en 1894 y en junio de 1901 fue ordenado sacerdote en la catedral de Zamora, Michoacán.

Recién ordenado acompañaba al entonces obispo de Zamora, Mons. José María Cázares, en las visitas pastorales a las poblaciones de su diócesis. Luego, al estallar la Revolución Mexicana, se disfrazaba de vendedor para poder acercarse a los soldados moribundos, confesarlos y darles el santo viático. Un día, descubierto y acusado de espía, lo mandaron fusilar y él, diciendo que quería dejarles de regalo su reloj y una cadena de oro, aventó lejos los objetos para tener tiempo de correr y salvarse.

Misionero en Cuba, Guatemala, Colombia y Estados Unidos

Fue director espiritual en el Seminario de Zamora y canónigo de la Catedral, pero por causa de la persecución religiosa de los presidentes Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, fue desterrado en varias ocasiones. Entre 1913 y 1919 fue a misionar a Cuba, Guatemala, Colombia y el Sur de los Estados Unidos.

En 1917 fue invitado a predicar a Cuba por su hermana, María de Jesús Guízar, religiosa teresiana que vivía en Camagüey. Mons. Enrique Pérez Serantes, obispo de Camagüey contaba de él:

«Durante las misiones en Cuba, misionaba todo el día, desde tocar las campanas, predicar, enseñar el catecismo, confesar, repartir invitaciones, visitar enfermos, tocar y cantar. Él lo hacía todo. Comía poquísimo y no dormía mucho».

Obispo de Veracruz-Xalapa

En julio de 1919, estando en Cuba, el delegado apostólico de Las Antillas le anunció que el Papa Benedicto XV lo había designado quinto obispo de Veracruz-Xalapa. El 9 de enero de 1920 tomó posesión de su diócesis en la ciudad de Xalapa, capital del Estado de Veracruz, donde inmediatamente comenzó a auxiliar a los damnificados de un terremoto que acaba de asolar su territorio, recabando fondos entre los adinerados.

Ser obispo no le impidió continuar con sus misiones en todo el Estado de Veracruz, a pesar de la persecución religiosa que imperaba en México. Una anécdota de esta encarnizada lucha describe que el gobernador había puesto precio a la cabeza del santo. Enterado, él mismo se presenta ante el hombre, pues no quería que ninguno de sus feligreses se manchara las manos de sangre. El funcionario, impresionado por el valor del obispo, lo dejó ir, ordenándole no volver.

Continúa con el seminario

Ante la persecución, y por obediencia al Papa, fue forzado a cerrar los templos, sin embargo, los sacerdotes continuaron sus ministerios de manera secreta en casas de confianza, abrió 300 centros catequéticos y centros pro-seminario, con lo que recolectó los fondos necesarios para trasladar a 150 seminaristas a la Ciudad de México.

El 23 de mayo de 1927 salió desterrado de la ciudad de México a Laredo, Texas.

Primer obispo mexicano en ser declarado santo

Luego de regresar al país, la situación parecía mejorar, pero no para el seminario, que continuaba en peligro, ahora con el presidente Cárdenas, quien había ordenado expropiar las casas que funcionaran para ello.

El obispo Guízar estaba lleno de enfermedades: diabetes, flebitis, hipertensión, obesidad (a pesar de comer poco), insuficiencia cardiaca y renal y trastornos del pulmón que le provocan asfixia. Ante las recomendaciones del médico de disminuir el ritmo de trabajo él respondía que ya descansaría en el cielo y continuó con las visitas a sus seminaristas y mantuvo el ardor de los jóvenes, futuros sacerdotes.

Con la llegada del Lic. Miguel Alemán Valdez a la gubernatura del estado de Veracruz, pudo volver a Xalapa. No obstante, como el seminario, «la niña de sus ojos», aún estaba en la capital del país, volvió a la Ciudad de México, donde finalmente murió, dos horas después de haber celebrado la Misa, el día 6 de junio de 1938.

El 28 mayo de 1950, fue exhumado el cadáver del santo obispo, que se encontró incorrupto, para ser trasladado y re-inhumado el 7 de junio de 1950 en la capilla de Santa Teodora de la Catedral de Xalapa.

Fue beatificado en 1995 por el Papa Juan Pablo II y canonizado el domingo 15 de octubre de 2006 en la Ciudad del Vaticano por el Papa Benedicto XVI, siendo el primer obispo mexicano en ser declarado santo.

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