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Dado que la tradición cristiana reconoce a San Joaquín y Santa Ana como los padres de la Santísima Virgen María, su encuentro en la Puerta Dorada de Jerusalén se considera un momento importante en la historia de la salvación.
Aunque la historia del encuentro de Joaquín y Ana no se menciona en ninguno de los Evangelios canónicos, se encuentra en textos apócrifos (sobre todo en el Protoevangelio de Santiago, pero también en la Leyenda Dorada de Jacobus de Voragine y en otros relatos populares), por lo que la narración era bien conocida desde los primeros tiempos del cristianismo, y así se convirtió en parte de la tradición cristiana, hasta el punto de ser el tema de muchas obras de arte importantes de algunos de los más grandes artistas cristianos, Giotto y Durero incluidos.
Según el relato apócrifo, Joaquín y Ana eran una pareja piadosa que anhelaba tener un hijo. Como suele ocurrir con los grandes personajes bíblicos, no tuvieron hijos durante muchos años, lo que se consideraba un signo de desaprobación divina y provocó algunos juicios y críticas sociales. Joaquín se retiró a las montañas (algunos relatos dicen "al desierto") para ayunar y rezar, buscando el favor de Dios. Ana, por su parte, rezaba fervientemente en su jardín.
Se dice que, durante sus momentos individuales de devoción, una presencia angélica se les apareció a cada uno por separado, informándoles del inminente nacimiento de un niño que sería bendecido y elegido por Dios. Esta revelación divina llenó sus corazones de gratitud, y se apresuraron a contarse lo que acababa de suceder: su encuentro tuvo lugar en la Puerta Dorada de Jerusalén.
La Puerta Dorada, también conocida como la Puerta Oriental o la Puerta de la Misericordia, es una entrada significativa en las antiguas murallas que rodean la Ciudad Vieja de Jerusalén que tiene importancia religiosa e histórica en todas las tradiciones abrahámicas. En el judaísmo, la puerta se asocia con la creencia de que el Mesías entrará en Jerusalén por ella durante la era mesiánica, como en la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos.
Es lógico que la entrada de María en la historia de la salvación se produjera aquí.
La Puerta Dorada sirve así de telón de fondo mesiánico para el encuentro de Ana y Joaquín, momento de convergencia divina y cumplimiento de la promesa de Dios. La tradición entiende esta escena como la representación de la Inmaculada Concepción de María, cuando es concebida en el vientre de Ana, y como la contrapartida de la Anunciación que muestra la Encarnación de Jesús.
De hecho, el Arcángel Gabriel, que siempre aparece en las imágenes de la Anunciación, a veces aparecía en las representaciones visuales de este encuentro.
En algunos relatos, Joaquín y Ana se besan en la puerta. Para algunos lectores y comentaristas medievales, el beso era una representación literal del momento de la concepción de María, mientras que para otros era una representación simbólica. En otros relatos, Joaquín y Ana se abrazan. En cualquier caso, la mayoría de ellos entienden a Joaquín y Ana como parientes figurados de Abraham y Sara, en una línea ininterrumpida que va desde el primer patriarca hasta José y María.