Antes de abandonar Portugal, al término de un viaje de cinco días, el Papa Francisco se reunió con los voluntarios de la JMJ que velaron por la seguridad, acompañaron a los jóvenes y garantizaron el buen desarrollo de todos los actos que atrajeron a un millón y medio de jóvenes a la capital portuguesa
El Papa visitó el paseo marítimo de Algés, en las afueras de Lisboa, donde alabó el compromiso de los 25.000 voluntarios de la JMJ, provenientes de más de 150 países, que «trabajaron durante meses, escondidos, en silencio y lejos de los focos».
«Un pequeño «sí» a Jesús puede cambiar vidas» y «los síes a los demás hacen el bien», prosiguió el Pontífice, de 86 años, aconsejando a las nuevas generaciones que «pongan su vida en orden». «Para poner en orden tu vida no necesitas cosas, distracciones y dinero, necesitas expandir tu corazón, ensancharlo abriéndolo al amor», insistió el Papa, prometiendo que así es como encuentras «el lugar que te corresponde».

Por último, refiriéndose a la localidad de Nazaré, al norte de Lisboa, «donde se pueden admirar olas de hasta treinta metros de altura que son una atracción mundial», el Papa Francisco animó a los voluntarios a ser «surfistas del amor». Tras este último encuentro, el Papa regresará al aeropuerto de Lisboa para volar de vuelta a Roma.

