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Cuando evocamos la imagen de una diva de Hollywood, solemos pensar en mujeres exuberantes, cuyo físico y sexualidad son sus cartas de presentación. Rosalind Russell también era hermosa, pero utilizó mucho más que su imagen para hacerse un sitio en la meca del cine. En su vida personal, tampoco siguió los estándares de una estrella hollywoodiense.
Ella misma, cuando se planteaba escribir sus propias memorias, aseguró que había estado casada con un solo marido; "¿treinta y cinco años? ¿y se hace llamar estrella de cine?". Rosalind fue, también, una mujer con fuertes creencias religiosas, tan fuertes que, en cierta ocasión, una medalla de San José de Cupertino salvó a un amigo suyo. Y lo convirtió al catolicismo.
En lo que se refiere a su ascendente carrera profesional, la historia de Rosalind Russell se asemeja mucho a la de tantas jóvenes que soñaron (y sueñan) con brillar un día sobre los escenarios. Desde su hogar en Waterbury, Connecticut, donde nació el 4 de junio de 1907, Rosalind ya soñaba con ser actriz. Tardó mucho tiempo en confesar su vocación públicamente, sobre todo a sus padres.
Nadie quería, en un hogar católico, estricto, tradicional, a una muchacha que aspirara a vivir en mundo de libertinaje. Incluso en sus memorias recordaba, no sin cierta ternura, que "sabía lo que le dirían las monjas: ‘una buena chica católica no hace eso.’ Porque se sabía que las actrices, eran, si no drogadictas, al menos bebedoras empedernidas". Ella demostraría que se podía ser actriz, católica y respetable.
Finalmente consiguió matricularse en la Academia de Arte Dramático de Nueva York. A partir de entonces, desde las tablas de algunos teatros en Broadway y Boston, los aplausos empezaron a sonar a su alrededor. Era solo cuestión de tiempo que Rosalind acabara conquistando Los Ángeles. Tras una fallida experiencia con los estudios Universal, fue con la Metro Goldwyn Mayer que Rosalind Russell alcanzó la fama.
En unos años, se había consagrado como magnífica actriz de comedia y protagonizado papeles femeninos, alejados de la imagen que tanto preocupaba a su madre y a las monjas que la habían educado de pequeña. Rosalind interpretó a mujeres profesionales, como jueces, psiquiatras o periodistas. Papeles que fueron aclamados por público y crítica y que le reportaron galardones como un Tony y cinco Globos de Oro, además de una nominación a los Oscar.
En 1941 se casó con el productor danés Frederick Brisson, al que conoció gracias a Cary Grant y a la insistencia del propio Brisson quien la había visto actuar en una cinta que no podía dejar de mirar. Tres décadas de matrimonio y un hijo en común. Una vida familiar que compaginó sin problemas con su carrera como estrella de Hollywood.
Rosalind Russell nunca se olvidó de sus orígenes, ni de su fe. Fue miembro del Gremio Católico de Cine de Beverly Hills y formaba parte activa de la Parroquia del Buen Pastor. Rosalind participó en alguna ocasión en el famoso programa de radio conducido por el sacerdote Patrick Peyton.
De nuevo en sus memorias, Rosalind relató con gran detalle una bonita historia de conversión. "Porque andamos con la fe, no con la vista". Bajo este título, inspirado en Corintios, Rosalind explicó una cena con un amigo que cambiaría la vida de este.
"Durante la comida (yo estaba sentada en la cabecera de la mesa, Hans Adamson a un lado, Freddie al otro). Adamson metió la mano en el bolsillo donde guardaba el cambio y sacó un disco brillante. "Toma, Freddie", dijo, "te compré esta medalla en el PX". Comenzó a pasar la medalla por la mesa frente a mí, y mi mano salió disparada y lo detuvo. "No", le dije.
"Freddie parecía sorprendido. "¡Rosalind!"
""No, no", le dije. "Quiero decir que te la quedes y se la des a Freddie más tarde".
"Avergonzado, Adamson se encogió de hombros. "Pero no creo en lo que cree Freddie. Quiero decir, no creo mucho en nada, y Freddie es religioso."
""Quédatelo", le dije de nuevo. "Llévatela a casa.
"Y se la quedó."
A pesar de no ser religioso, Hans se quedó con la medalla que Rosalind tanto había insistido en que se guardara. Por aquel entonces, el mundo estaba sumergido en la terrible Segunda Guerra Mundial y Hans sufrió un dramático accidente de aviación. Un accidente del que todos creían que nadie saldría vivo. Pero no fue así. Cuando Rosalind y Freddie se reunieron con él, descubrieron que tenía una mano vendada, con una herida en la palma. entre la mano y la venda, la medalla que, haciendo caso a su amiga, nunca abandonó.
"Me senté a los pies de su cama y dije las cosas de siempre. Tienes un aspecto fantástico, Hans, y ahora irás a Washington a ver a Helen. Dijo que sí, que ya había hablado con ella por teléfono. Luego llamó a la enfermera, y cuando ella se acercó, agitó su mano derecha, que estaba toda vendada. "Puedes quitarte esto ahora", dijo.
"Trajo unas tijeras y cortó las ataduras, y luego comenzó a desenvolver y desenvolver la gasa, y cuando finalmente llegó a la piel desnuda, los dedos de Hans se curvaron en una garra. Los abrió con la otra mano. Allí, en su palma, toda verde, estaba la medalla que había comprado para Freddie.
"¿Puedo dársela ahora?" dijo.
Así termina este conmovedor capítulo en las memorias de Rosalind. No solo inspiró a este piloto, con su fe, con su ejemplo, la actriz acercó a Dios a otras personas. Una de ellas, Meredith A. Boyington Disney, casada con un hermano de Walt Disney, la tuvo como madrina en el momento de su conversión.
Rosalind Russell falleció de cáncer de mama el 28 de noviembre de 1976. Su esposo y su hijo lloraron su muerte. Rosalind había dejado un gran vacío en sus vidas.