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No tendréis mi odio cuenta la historia real de un hombre que decidió que su respuesta frente al terrorismo consistiría en expresar el amor y la falta de miedo en vez de la ira y la venganza. El periodista Antoine Leiris estaba en casa con su hijo de 3 años la noche en la que perpetraron los atentados terroristas en la Sala Bataclan: el 13 de noviembre de 2015. Hélène, su mujer, figuraba entre los asistentes al concierto de rock. Había ido con Bruno, un amigo de la pareja. El hombre sobrevivió a pesar de sus heridas. Ella murió en sus brazos.
Tras ver su cuerpo en el depósito de cadáveres, Leiris se dispuso a escribir una carta a los asesinos islamistas y la posteó en su perfil de Facebook. No se imaginaba que su texto se convertiría en viral y sería compartido por miles de personas en todo el mundo. Un tiempo después escribió un libro muy breve en el que relataba aquellos hechos y el calvario del duelo mientras trataba de arreglárselas solo con su hijo.
La carta original puede encontrarse traducida si hacemos la búsqueda pertinente en Google. Copio aquí algunos fragmentos para que los lectores que la desconozcan se hagan una idea:
"El viernes por la noche le robasteis la vida a un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no tendréis mi odio. No sé quiénes sois ni quiero saberlo, sois almas muertas […] De manera que no, no os haré el regalo de odiaros. Y eso que os lo habéis buscado a conciencia, pero responder al odio con la cólera supondría ceder a la misma ignorancia que os ha convertido en lo que sois. Queréis que tenga miedo, que mire a mis conciudadanos con ojos desconfiados, que sacrifique mi libertad en aras de la seguridad. Habéis perdido".
Decisiones de riesgo de un cineasta
Antes del estreno del filme que nos ocupa, en 2016 Leiris participó en un documental de 70 minutos sobre estos hechos. Está disponible en plataformas como Netflix y Filmin. Ahora se estrena en Movistar la adaptación cinematográfica del realizador alemán Kilian Riedhof.
Pierre Deladonchamps encarna a Antoine Leiris de una manera muy peculiar: es un hombre herido pero siempre muestra un gesto entre lo hostil y lo inevitable, de tal manera que evita caer en el juego propio de los telefilmes de sobremesa en los que solemos ver a los personajes destrozados y con las lágrimas siempre al borde.
Un cineasta debe tomar decisiones. La decisión de Riedhof es arriesgada de cara a la audiencia: elige no mostrar jamás la violencia; no vemos a los terroristas, no se recrea el atentado y la cámara no acompaña a Hélène (Camélia Jordana) de camino a su destino fatal en Bataclan. Sólo veremos algún fragmento real, aislado, en los telediarios que miran los personajes: una detención, sirenas, alguna imagen de archivo… La película se centra exclusivamente en Leiris y en sus circunstancias.
El espectador comparte con él las noticias del atentado que van llegando en forma de mensajes al teléfono móvil; asiste a su dolor, al día a día en el que debe mantener el equilibrio entre la angustia del duelo y la entereza ante su hijo; a la toma de decisiones que van fracturándole aún más por dentro (qué vestido escoge para el cuerpo, qué ataúd prefiere).
En el mundo en el que vivimos, cada vez menos preocupado por los valores, la de Leiris fue una proeza: ofrecer amor y valentía en vez de odio y miedo. También la del director del filme lo es porque, como hemos dicho, se muestra reacio a enseñar la sangre, la acción, el lío: todo aquello que en una superproducción de Hollywood hubiese sido el meollo de la historia.
En este recorrido por la fractura emocional de Leiris, Riedhof resuelve algunas secuencias de forma eficaz (el sobresalto de los primeros avisos, la noticia familiar consistente en miradas que transmiten que su mujer ha muerto, los paseos que el protagonista da por la calle y por el interior del metro y en los que nos llegan el miedo público y la desconfianza, el calor de quienes admiran su mensaje). Y, en otras, cede a ese sentimentalismo que bordea el telefilme (los momentos en que llora viendo fotos y objetos de su mujer, el niño buscando a su madre por la casa, las disputas que mantiene con los familiares que tratan de ayudarle). Esto, por un lado, lo convierte en un filme irregular. Pero, por el otro y a pesar de ello, nos cala su mensaje sobre la esperanza, sobre cómo seguir adelante para vivir sin miedo y resistir sin odio.