El incendio de la Catedral de Notre Dame, originado el 15 de abril de 2019, es una de esas catástrofes difíciles de olvidar. Fue en Lunes Santo y todos recordamos el impacto, la pena y el dolor. Asistíamos atónitos a la destrucción de un símbolo del catolicismo pero también de un icono de París.
Apenas unos años después, uno de los directores más emblemáticos de Francia nos entrega en forma de largometraje de ficción con tono documental lo que allí sucedió. "Arde Notre Dame", que Louise Alméras denominó "una película eminentemente espiritual" en la versión francesa de Aleteia, puede verse ahora en algunas plataformas de streaming y desde aquí la recomendamos por varias razones: por ese toque espiritual, por la recreación tan realista de sus imágenes, porque revive un pedazo de Historia contemporánea y porque no le falta cierta dosis de suspense aunque ya sepamos cómo va a terminar el asunto.
Sorprende que el prestigioso Jean-Jacques Annaud (responsable de maravillas como "El oso", "En busca del fuego", "El nombre de la rosa", "El amante", "Siete años en el Tibet" y "Enemigo a las puertas"), a su edad, al filo de los 80 años, haya dotado de tanto brío y tanto suspense a la película, casi en consonancia con el género de catástrofes pero renunciando a la habitual carga melodramática y lacrimógena del mismo.
Tono casi documental y profundo respeto por lo religioso
Para conseguirlo, renuncia a utilizar estrellas y en su reparto sólo encontramos actores desconocidos (al menos en España), el protagonismo es coral, sin centrarse en exceso en cada personaje, y el tono es en gran parte documental al utilizar numerosas imágenes de archivo, vídeos caseros del momento e incluso boletines de noticias. Algo parecido a lo que hiciera Paul Greengrass en "United 93" y el atentado a las Torres Gemelas.
Dicen que Annaud no es creyente y que proviene de una familia atea, pero que desde hace años siente veneración por lo espiritual. Y su respeto por lo católico en "Arde Notre Dame" es notable. Viéndola podemos llegar a creer que es la obra de alguien religioso y practicante. Basta con ver una escena del inicio, en el que una niña prende una vela y pide un deseo a "Nuestra Señora de París", la Virgen que se salvó intacta del incendio; y la última escena, en que esa niña ve el telediario y comprueba que la estatua ha salido indemne, como si se hubiera obrado un milagro.
El filme comienza con el nuevo supervisor de seguridad llegando a su puesto en el interior de la Catedral. Entre su entrada y el aviso de incendio, Annaud nos brinda un pequeño repaso a la Historia de Notre Dame gracias a las palabras de los guías. Vemos el interior del templo, las oquedades de los techos y los desvanes donde anidan las palomas, los cables que causan la chispa, los trabajadores que pululan por los andamios, las imágenes sagradas que se veneran allí dentro, el sacerdote que empieza la misa, los fieles y los curiosos, los turistas y los encargados de seguridad y de supervisión.
La Corona de Espinas
Muy lejos de allí, a unos 20 kilómetros de distancia, se encuentra Laurent Prades, el regidor de Notre Dame, quien está a punto de acceder al Palacio de Versalles cuando recibe la noticia del fuego. Prades hará lo que esté en su mano para llegar cuanto antes a la Catedral. Su papel es importantísimo. Entre otras cosas, es el hombre que sabe cuál es la llave que se necesita para acceder a la Santa Corona de Cristo y salvarla del incendio.
Éste es uno de los segmentos más potentes. Cuando uno de los sacerdotes les dice a los bomberos que lo primero que deben poner a salvo es la Corona, rompen la vitrina roja y la extraen con cuidado. Pero no es la auténtica, sino un trampantojo para el público. La verdadera está debajo, dentro de una caja fuerte que requiere una llave especial y un código.
Para acceder a ella, el regidor ha de entrar en una sacristía, abrir armarios y cajones y encontrar llaves que dan acceso a otras llaves, que finalmente permiten la apertura de la cajita donde está escondida la llave especial. Todo esto lo filma Annaud con grandes dosis de intriga, y cuando por fin vemos la Corona de Espinas, protegida por un tubo de cristal con tonos dorados, se nos hace un nudo en la garganta.
Aparte de esta reconstrucción tan fiel y tan tensa, la película también supone un homenaje al cuerpo de bomberos, atados a una cadena de errores y de equívocos que retrasaron su intervención: hombres y mujeres que se jugaron el pellejo para aniquilar las llamas como si estuvieran en el infierno.