En la antigüedad se recordaba a Santo Tomás Apóstol el 21 de diciembre; y este día de celebración, tan cercano a la Navidad, dio nacimiento a tradiciones campesinas que partieron de ese ambiente de contagiosa generosidad que reina en los últimos días de diciembre
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Actualmente, el calendario litúrgico recuerda hoy la fiesta de San Pedro Canisio, Doctor de la Iglesia. Pero, hasta hace unos años, era a Santo Tomás Apóstol a quien se celebraba el 21 de diciembre, según una costumbre que se atestigua ya en el siglo XII.
La revisión del martirologio que siguió al Concilio Vaticano II trasladó la fiesta de Santo Tomás al 3 de julio, en correspondencia con la fecha de su martirio. Pero, durante siglos, el apóstol fue recordado precisamente en los días anteriores a la Navidad.
Y, por supuesto, esto dio lugar al nacimiento de numerosas (y espléndidas) tradiciones prenavideñas que, de diversas formas, honraban al santo.
Thomasing y wassailing: honrar a Santo Tomás con un gesto de caridad
Una de ellas, muy popular en el Reino Unido, fue la práctica del wassailing (significativamente conocido, en algunas zonas del país, con el nombre alternativo de thomasing).
Se trataba, en efecto, de una gran fiesta de pueblo que se desarrollaba precisamente el 21 de diciembre (y posiblemente en los días inmediatamente posteriores). Se basaba en un episodio de la hagiografía de Santo Tomás.
Según éste el apóstol, habiendo llegado a las Indias, convenció al rey local para que asignara una parte importante de su riqueza a los pobres. Le prometió que un día, en el Paraíso, sería ampliamente recompensado por su generosidad.
Pues bien: confiando en este episodio (¡y, sobre todo, en la promesa de una recompensa celestial!), las familias necesitadas elegían el día de Santo Tomás para llamar a la puerta de sus vecinos y pedir humildemente un poco de ayuda.
Era casi imposible que se fueran con las manos vacías. Después de todo, la Navidad estaba cerca, y nadie podía soportar la idea de una familia obligada a pasarla en la pobreza después de que les cerraran la puerta en las narices.
Y así, en un clima de contagiosa generosidad, la fiesta de Santo Tomás veía congregarse a toda la ciudadanía en torno a sus hermanos y hermanas más necesitados. Y, como sucedía a menudo en el pasado en estas ocasiones, todo transcurría con la ligereza y la alegría propias de una gran fiesta del pueblo.
Porque la gente no solo pedía y repartía asépticamente sus limosnas, sino que lo hacía a través de un ritual especial que permitía a todos sonreír y pasar un rato juntos. Wassailing, o thomasing, para ser precisos.
Así se celebraba antaño a Santo Tomás
No sabemos exactamente cuáles son los orígenes de esta costumbre. Fuentes que se remontan a la Edad Moderna la describen como un rito muy extendido y ya conocido, lo que permite imaginar razonablemente que la tradición pudo haber nacido en la Edad Media.
Por falta de fuentes, la hipótesis (en todo caso nada inverosímil) de que el wassailing es la cristianización de costumbres de origen pagano, ligadas a antiguos ritos de fertilidad practicados antaño para protegerse de las cosechas, no puede demostrarse históricamente.
De hecho, el wassailing también prometía traer salud y buena fortuna a los animales de granja, los árboles frutales y los hogares. ¡Gracias a la intercesión de Santo Tomás, por supuesto!
Pero ojo, no se trataba de un rito improvisado. Según la tradición popular, Santo Tomás habría enviado protección celestial sólo a aquellas familias de buen corazón que estuvieran dispuestas a recibir con los brazos abiertos a los mendigos que, en aquella fiesta día, tocarían a su puerta.
Y no con las manos vacías: aun en la pobreza, los necesitados trataban de ofrecer algo a cambio de la caridad que pedían. Y, por antigua costumbre, traían consigo una gran ponchera llena de una bebida alcohólica para compartir con los vecinos que estuvieran dispuestos a darles la bienvenida.
Brindis con ponche
Una vez dentro de la casa, mientras la bebida se calentaba al fuego, los mendigos expresaban sus necesidades a la familia anfitriona. Habría tiempo para un brindis con amigos (waes hael!, que en inglés antiguo significaba "que tengas salud", era el equivalente a nuestro "¡salud!"). Y luego, después de haber recibido las limosnas que habían venido a pedir, los invitados extendían ese deseo de prosperidad a toda la familia de su benefactor.
Lo hacían paseando por los campos, en las cuadras, en los huertos de la casa y juguetonamente "rociándolos" con pequeños chorritos de aquella bebida que poco antes habían compartido con el casero.
La imagen podría hacer que algunos de nosotros los modernos frunzamos el ceño, poco acostumbrados a los rituales medievales. Pero, por supuesto, este gesto con sabor a carnaval no pretendía burlarse de las verdaderas bendiciones impartidas por los sacerdotes.
Al contrario, irónicamente pretendía señalar la caridad de la familia benefactora a "los justos". Como diciendo «Santo Tomás, aquí hemos encontrado personas de buen corazón que han querido honrar generosamente tu memoria. Te rogamos, vuelve tu mirada a esta familia y haz descender sobre ellos las bendiciones del cielo: se lo merecen, han hecho una buena obra".
Una tradición por redescubrir (y una receta que nos ayude a hacerlo)
Con el tiempo, se agregaron nuevos elementos a este ritual. A fines del siglo XVIII, se atestigua la costumbre de rendir homenaje a las familias benefactoras con el canto de alegres cantos navideños, que invocaban la bendición del cielo sobre los dueños de la casa.
Pero, a fines del siglo XIX, el wassailing ya se encaminaba hacia el declive, como sucedió en ese período con muchas otras tradiciones campesinas. La sociedad había cambiado, una gran parte de la población vivía en metrópolis industriales.
Y los barrios populosos de las grandes ciudades ciertamente no favorecían el establecimiento de esas buenas relaciones de vecindad que son un requisito previo indispensable para ritos como los que acabamos de describir. Muy pocos estarían dispuestos a abrir sus puertas a un completo desconocido que toca el timbre para pedir dinero.
Y, de hecho, esta costumbre anterior a la Navidad desapareció cuando desapareció la red social de confianza y apoyo mutuo que una vez unió a las comunidades de pequeños pueblos.
Pero si alguien quería desempolvar esta antigua tradición (¡o al menos disfrutar de algo caliente en compañía de buenos amigos!), aquí está la receta de una de las bebidas que los mendigos traían consigo y luego consumían en compañía de sus benefactores. Se llamaba Lambswool, literalmente "lana de cordero". Evocaba, al mismo tiempo, un deseo de riqueza para los benefactores y un elocuente recuerdo para aquellos pastores que, el día de Navidad, habían llevado sus regalos a la cabaña para ayudar a María y José.
La receta del wassailing
Y de hecho, gracias a su color claro y apariencia espumosa, ¡este ponche realmente parece lana de oveja!
La receta, que nos ofrece la historiadora de la cocina Regula Ysewijn, es la siguiente:
Ingredientes para seis personas:
500 gramos de manzanas (una vez peladas y sin corazón, deberían dar como resultado unos 300 g de pulpa)
100 gramos. de azúcar
100 ml. de agua
750 ml. de cerveza
1 cucharadita de nuez moscada
1 cucharadita de jengibre
Preparación:
Pelar las manzanas, cortarlas en trozos y ponerlas a cocer en una olla, junto con 100 ml. de agua, azúcar y especias. Cuando las manzanas estén blandas (aproximadamente, después de diez minutos de cocción), las retiramos del fuego y las trituramos para que no queden trozos, haciendo un puré suave. Cuando esté listo para servir, vierta la cerveza y el puré en una ponchera, mezcle bien y bata vigorosamente con un batidor: debe obtener una mezcla espumosa que realmente tenga el color y la textura de un ovillo de lana. Llegados a este punto, ¡solo queda servir y brindar en compañía!
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