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Se aproximan la Navidad y las vacaciones, lo que cinematográficamente significa que se multiplican las películas destinadas al público infantil. Aunque Reyes contra Santa se estrenó en salas comerciales en noviembre, llega ahora a las plataformas de streaming y, sin duda, se convertirá en uno de los filmes más vistos en los hogares con niños a finales de este año y a principios del próximo.
A priori al adulto le puede provocar recelo decidirse a verla, pero lo hará por sus niños, descubriendo durante su metraje que, por fortuna, no es uno de esos títulos que dan vergüenza ajena. Es digna.
Algo que tendría que haber adivinado ya desde el principio gracias a la inclusión de Karra Elejalde (Melchor), David Verdaguer (Gaspar) y Matías Janick (Baltasar) al frente de un reparto que completan, entre otros, Andrés Almeida (Santa Claus o Papá Noel, como cada uno prefiera) y Eva Ugarte (Belén), casting que supone uno de los aciertos de esta historia cómica y fantástica que dirige Paco Caballero.
Reyes contra Santa apuesta por divertirnos y también por mantener la fe de los niños en la magia, en lo que parece imposible, en lo que no se ve. En una de las reuniones del Comité de Hermandades Universales de Seres Mágicos y Asombrosos, donde se juntan todos los seres navideños y a la que asisten los protagonistas, un personaje explica que, si nuestras acciones no son ejemplares, el espíritu de la Navidad se marchita. Mantener vivo, intacto, ese espíritu, es su cometido.
Si alguien invoca el mal, convertirá ese tiempo en una suma de decepciones, infelicidad y falta de esperanza, como cuando atacan la Pascua en El Grinch y Pesadilla antes de Navidad.
Tradición contra novedad
Durante ese citado comité se despierta el sentimiento de animadversión de los Reyes Magos hacia Santa Claus. Para ellos tres, el hombre de las barbas blancas y la risa estruendosa se ha convertido en un símbolo de la publicidad y el capitalismo, en una figura petulante que apuesta por el ruido mediático.
Melchor, Gaspar y Baltasar, en cambio, entran en Madrid camuflados con un vestuario discreto y se alojan en los días previos en una modesta pensión. Que, además, los seres mágicos estén de acuerdo en que la Cabalgata pase a manos de Noel, es una afrenta para los Reyes.
Esta rivalidad simboliza la tensión entre lo tradicional y lo novedoso. Melchor y sus compañeros continúan haciendo su trabajo de siempre, sin cambios. Mientras, Santa Claus se coloca del lado del lenguaje políticamente correcto y de la necesidad de la tecnología en las vidas de los niños.
El auténtico villano de la historia no es, claro, ninguno de ellos. El villano es El Krampus, un monstruo del folclore del norte de Europa que se aparece en diciembre para llevarse a los niños que no se han portado correctamente, y cuya apariencia es un cruce entre una cabra, un vampiro y un demonio.
Esta versión de la criatura (cuya imagen al final de la película dará miedo a los menores de 6 o 7 años: avisados quedan… pero pueden taparles los ojos) se introduce en el cuerpo del alcalde (Adal Ramones), en un evidente guiño a Los cazafantasmas. Y se dispone a destruir el espíritu de la Navidad, algo que tendrán que evitar Noel y los Magos aunque deban unirse para conseguirlo.
El filme nos entretiene, distrae a los niños y mantiene viva su ilusión, y además está Karra Elejalde en primera fila.
Entre bromas más o menos afortunadas, destacan las que atañen a Gaspar, que siempre ha sido el Rey Mago menos favorito de los niños, el tipo que está en medio, el que ya se considera invisible para la gente. Como quizá sucedía con Chico, condenado a estar a la sombra de los otros Hermanos Marx (Harpo y Groucho), que solían llevarse el mayor número de carcajadas.
Aunque es mejor la primera parte de la película que la segunda, se agradecen estos proyectos del cine español para crear superproducciones dirigidas a los más pequeños.