En Saint-Chamond, Abdelkader Zennaf es una gloria local. Fue honrado varias veces por la prensa por su fuerte implicación en la vida de la ciudad.
También por su impresionante colección de utensilios de cocina de aluminio: 4.500 piezas, ¡la segunda colección más grande de Francia! Así se justifica:
"No lo creé por ociosidad o locura, se justifica, sino por una obsesión por la transmisión. Para mí la memoria es sagrada: preservar el patrimonio me parece fundamental".
Un lugar católico abierto a los musulmanes
Abdelkader Zennaf es uno de los habitantes más antiguos de su barrio. Vive allí desde hace 73 años, en la casa donde se instalaron sus padres un año después de su llegada de Argelia en 1948.
Su casa está justo enfrente de la iglesia del barrio. Siempre le ha resultado familiar, no solo porque ve su gran silueta desde sus ventanas, sino también porque sus padres le apuntaron a actividades en ella cada jueves por la tarde:
"A raíz de las actividades dirigidas por el sacerdote (películas, juegos, paseos, etc.), todos asistíamos a la catequesis, incluidos los musulmanes.
Recuerdo estar muy impresionado por los milagros de Jesús. Incluso participé en procesiones dedicadas a la Virgen María".
Nacido musulmán, Abdelkader no tiene intención de cambiar de religión. Pero cuando uno de sus familiares cae gravemente enfermo, es a la iglesia a donde acude, desde sus 12 años, para implorar a Dios que lo sane. Dios escucha su oración. Él no lo olvidará.
Iglesia cerrada, almas en dolor
Con los años, se casó, formó una familia -7 hijos- y ya casi no iba a la iglesia. A veces se encontraba con Pierrot, un vecino que la abría y la cerraba todos los días.
Pero Cuando Pierrot murió en mayo de 2004, Saint-Ennemond cerró sus puertas.
Hasta que, poco después, Abdelkader vio accidentalmente a una anciana subiendo los escalones de la casa de Dios y empujando en vano su pesada puerta: "La escena hizo que me doliera el corazón", dice el septuagenario.
Ver una vela encendida, confiesa, me hace feliz: alguien pensó en Dios por un momento.
"¡La Iglesia me había abierto los brazos cuando los necesitaba, y ahora esta mujer encontraba la puerta cerrada!", recuerda. Y continúa:
"Le pedí a un amigo católico del barrio que le pidiera al párroco que me confiara las llaves para que yo pudiera asumir voluntariamente el papel que una vez le asignó a Pierrot. Y aceptó".
Diálogo interreligioso beneficioso
Desde entonces, el musulmán abre y cierra el templo todos los días del año, mostrándolo incluso a los curiosos transeúntes.
"Ver una vela encendida me hace feliz -confiesa-: alguien pensó por un momento en Dios. No importa qué Dios: no practico, pero la fe ocupa un lugar importante en mi vida".
Ante la sorpresa de algunos de sus correligionarios, responde que tiene una deuda con esta iglesia y que esa es su forma de pagarla.
Esto alegra a los sucesivos sacerdotes. El padre Gilbert Thollet, nombrado hace dos años para esa zona explica:
"Estoy encantado con estos vínculos forjados entre creyentes de diversas denominaciones. ¡Abdelkader incluso quería pagar la restauración de una estatua dañada por el clima! Sostuve que era el papel del ayuntamiento, pero estaba muy tocado.
En Tierra Santa, ¿no son los musulmanes los que abren y cierran la Basílica de la Resurrección?".