Déjate sacudir el alma, sin miedo a la desolación, decidir no es sacarse la lotería. El papa Francisco dijo que las decisiones más importantes por tomar en la vida tienen un precio, pero que está al alcance de todos. Así continuó su ciclo de catequesis sobre el discernimiento durante la Audiencia General de este miércoles, 16 de noviembre de 2022.
En este sentido, indicó que «también el estado espiritual que llamamos desolación, cuando todo en el corazón es oscuro, es triste, este estado de desolación puede ser una oportunidad de crecimiento».
Esto es «leer lo que se mueve dentro de nosotros, para no tomar decisiones apresuradas, en la ola de la emoción del momento». De esta manera, no arrepentirse después cuando ya es demasiado tarde. Es decir, «leer lo que está pasando y luego tomar decisiones».
«Las elecciones importantes tienen un precio que la vida presenta, un precio que está al alcance de todos: es decir, las elecciones importantes no vienen por sorteo (lotería), no; tienen un precio y hay que pagar ese precio». Lo dijo el Papa a los peregrinos y fieles presentes en la Plaza de San Pedro, sin mirar las hojas que tenía en la mano.
A continuación, 7 claves sacadas de la catequesis del Papa para no caer en la «serenidad artificial», y sí llegar a una «sana y santa inquietud» en la vida para tomar decisiones aún en los peores momentos de la vida. Precisamente, el Papa centró su meditación de hoy en el tema: "¿Por qué estamos desolados?" (Lectura: Sal 30,7-9.12).
1Dejarse sacudir el alma y desarrollar la capacidad de habitar en la soledad
La desolación es sana para «tomar contacto con el centro de nuestra existencia». El Papa explica que de hecho, «si no hay un poco de insatisfacción, de tristeza saludable, una sana capacidad de habitar en la soledad, de estar con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas».
Argumenta que la desolación provoca una «sacudida del alma»: «cuando uno está triste, es como si el alma se agitara; nos mantiene despiertos, favorece la vigilancia y la humildad y nos protege de los vientos del capricho».
2Cuidado con la serenidad “aséptica” que nos hace insensibles
Dejarse sacudir el alma y habitar en la soledad son condiciones indispensables - según el Papa - para el progreso en la vida, y por tanto también en la vida espiritual. Ser indiferentes, distantes o pretender una perfecta serenidad, es - según Francisco - «como si viviéramos en un laboratorio, encerrados, para no tener microbios, enfermedades.»
«Una serenidad perfecta pero “aséptica”, cuando se convierte en el criterio de elecciones y comportamientos, nos hace deshumanos, indiferentes al sufrimiento de los otros e incapaces de acoger el nuestro. No podemos pasar por alto los sentimientos: somos humanos y sentir forma parte de nuestra humanidad».
Para muchos santos y santas, la inquietud ha sido un impulso decisivo para dar un giro a la propia vida. Francisco citó el caso de Agustín de Hipona, de Edith Stein, de José Benito Cottolengo, de Charles de Foucauld.
3Las decisiones importantes tienen un precio
Por qué estamos desolados. Cuestiona Francisco, indica que las elecciones importantes tienen un precio que la vida presenta, un precio que está al alcance de todos: es decir, las elecciones importantes no salen en la lotería, no; tienen un precio y hay que pagar ese precio.
El Papa explica que «es un precio que tienes que hacer con el corazón, es un precio por la decisión, un precio por hacer un esfuerzo. No es gratis, pero es un precio al alcance de todos. Todos tenemos que pagar por esa decisión para salir del estado de indiferencia, que nos hace caer, siempre».
4La desolación nos invita a la gratuidad
La desolación es también una invitación a la gratuidad, a no actuar siempre y solo en vista de una gratificación emotiva, explicó Francisco.
«Estar desolados nos ofrece la posibilidad de crecer, de iniciar una relación más madura, más hermosa, con el Señor y con las personas queridas, una relación que no se reduzca a un mero intercambio de dar y tener».
Así como cuando se era niño y se pedía por interés todo a los padres: un juguete, dinero para comprar un helado, un permiso. Sin embargo, advierte, «ellos son el don más grande, los padres, y esto lo entendemos a medida que crecemos». Igualmente es Dios. Hay que aprender a estar con Dios sin interés alguno: «Podría parecer raro, irreal, preguntar al Señor: “¿Cómo estás?”.
5La vida espiritual no es una técnica o programa de bienestar
El Papa invitó a ver la vida espiritual no como una técnica a nuestra disposición, o un programa de “bienestar” interior que «nosotros debemos programar. No. La vida espiritual es la relación con Dios, es la relación con el Viviente, irreductible a nuestras categorías».
«La desolación entonces es la respuesta más clara a la objeción que la experiencia de Dios sea una forma de sugestión, una simple proyección de nuestros deseos. La desolación es no sentir nada, todo oscuridad: pero tú buscas a Dios en la desolación».
6Tu vida espiritual no es un disco ‘roto’ con la misma música
El Papa ilustra que la desolación es buen, pero imprevisible, así como salir de ella con la oración y el encuentro gratuito con Dios. «En ese caso, si pensamos que es una proyección de nuestros deseos, lo programaríamos siempre, estaríamos siempre felices y contentos, como un disco que repite la misma música.
Sin embargo, quien reza se da cuenta de que los resultados son imprevisibles: experiencias y pasajes de la Biblia que a menudo nos han entusiasmado, hoy, extrañamente, no suscitan ningún entusiasmo. E, igualmente de forma inesperada, experiencias, encuentros y lecturas a los que nunca se había hecho caso o que se prefería evitar – como la experiencia de la cruz- traen una paz inesperada».
7No tengas miedo de la desolación
El Papa invita: «No tengas miedo de la desolación, llévala con perseverancia, no huyas de ella. Y en la desolación tratar de encontrar el corazón de Cristo, encontrar al Señor. Y la respuesta llega, siempre».
Por eso, el pontífice dice que «frente a las dificultades», por tanto, «nunca hay que desanimarse, sino afrontar la prueba con decisión, con la ayuda de la gracia de Dios que nunca nos falla».
«Y - concluyó - si escuchamos dentro de nosotros una voz insistente que quiere distraernos de la oración, aprendamos a desenmascararla como la voz del tentador; y no nos dejemos impresionar: simplemente, ¡hagamos precisamente lo contrario a lo que nos dice!».