Ada Negri fue una gran poetisa italiana, periodista y profesora.
Nació el 3 de febrero de 1870 en Lodi, hija de trabajadores. A tan solo un año de edad quedó huérfana de padre.
Su madre trabajó insensatamente para poder llevar adelante a la familia. Y cuando Ada se enteró del trato injusto reservado a su madre trabajadora y a todos los trabajadores en general, sintió un resentimiento sordo y un instinto de rebelión y se volvió socialista.
Creció con una religiosidad cristiana más emocional que fundada y real. Cuando era niña acompañaba siempre a su madre a Misa, pero poco a poco fue perdiendo la fe.
Vivió un matrimonio que no fue bien, el exilio del país, las dos grandes guerras,... Todo esto la alejaba de Cristo, pero en su corazón lo buscaba siempre.
Sor María Stella Peraboni la comparó acertadamente con la mujer samaritana, sedienta de un agua que apaga la sed para siempre y que a Negri le llegó en plena madurez. Ella misma confiesa:
Cuando era joven no practicaba la fe, pero sentía la grandeza de Cristo. No conocí la belleza intacta del dogma católico, no pude penetrarla. Entonces mis ojos se abrieron y el dolor me devolvió la fe.
En algún momento de la vida también nosotros pasamos estos alejamientos, pero nuestro corazón no debe dejar de arder nunca de amor por Cristo.
Esta es una poesía de Ada Negri que nos enseña a amar más a Dios:
Acto de Amor
No supe decirte cuánto te amo, Dios
en el que creo, Dios que eres la vida
viviente, la ya vivida, la que se ha
de vivir más allá: más allá de los confines
del mundo, donde no existe el tiempo.
No supe; mas a Ti nada oculto queda
de todo lo que calla en lo profundo. Cada acto
de vida, en mí, fue amor. Y yo creí
fuese para el hombre, o la obra, o la patria
terrena, o los nacidos de mi firme tronco,
o las flores, las plantas, y los frutos que del sol
reciben su sustancia, alimento y luz;
mas era amor Tuyo, que en cada cosa
y criatura estás presente. Y ahora
que uno a uno cayeron a mi lado
los compañeros de camino, y más distantes
se hacen las voces de la tierra, Tu rostro
brilla con resplandor más fuerte
y tu voz es cántico de gloria.
Ahora –Dios a quien siempre amé- te amo
sabiendo que te amo; y la inefable certeza
de que todo fue justo, hasta el dolor,
todo fue bien, hasta mi mal, bien de que
para mí Tú fuiste y eres todo, me hace temblar
de una alegría mayor que la muerte.
Quédate conmigo, ya que la noche cae
sobre mi casa con misericordia
de sombras y de estrellas. Que yo te ofrezca
en la mesa humilde, mi poco pan y el agua pura
de mi pobreza. Quédate Tú sólo
junto a mí, tu sierva; y, en el silencio
de los seres, mi corazón Te oiga sólo a Ti.
Fuente: aleteia.it, santiebeati.org