El profesor Miguel Yáñez, S.J., presentó recientemente al papa Francisco el libro editado junto a Giuseppe Bonfrate: «Il Poliedro della Pastorale Familiare» (El poliedro de la pastoral familiar)., Ed. Studium 2022.
Aleteia conversó con el también Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana (P.U.G) de Roma sobre el modelo familiar tradicional, las lecciones aprendidas a cinco años de la promulgación de Amoris Laetitia y la exhortación del Papa de una iglesia hospital de campo y no una aduana, etc.
La familia no es una realidad «uniforme», hecha de perfección, ni una «esfera», sino que es más cercana a un «poliedro» con tantas caras diferentes, concepto destacado por el papa Francisco para abrazar la unidad en la diversidad; el conflicto, el perdón, las relaciones, los cambios socioeconómicos, la vulnerabilidad entre varios aspectos claves.
El padre Yañez S.J., explica que no se puede dejar de lado la familia y su riqueza para hacer análisis moralistas o abstractos e invita a observar las virtudes y los males presentes en las relaciones interpersonales de hoy.
1) ¿La pastoral familiar corre el riesgo de representar a un conjunto de grupos de élite autoreferenciales?
«Sí, en parte sí, porque de alguna manera tiende a ser elitista. Se requiere una serie de condiciones que hasta ahora eran referidas a la familia como el magisterio de la Iglesia la entiende o como tradicionalmente se entiende. Lo que nos piden los sínodos, Amoris Laetitia, el Papa es que nos abramos a toda la realidad tal como se presenta. En ese sentido, hay que dejar de lado esquemas que a lo mejor han funcionado en otra época, pero que hoy ya no, y como dice el Papa: dejar espacio a la conciencia. Una conciencia que tiene que ser formada. Esto no significa dejar espacio a la autorreferencialidad, al individualismo, a las modas, o los anti valores que atentan contra la vida en familia. Sin embargo, ahí está el desafío. El discernimiento se aprende discerniendo. Acompañando a las personas desde la adolescencia, o desde cuando se pueda. No cargando a los padres toda la responsabilidad. Se dice que el padre se ha evaporado, bueno porque los adultos tienen miedo de asumir toda la responsabilidad. Acompañar, pero dejando espacio a la conciencia».
2) ¿Podemos decir que Amoris Laetitia, a cinco años de su promulgación, ha logrado cambiar el paso en la concepción tradicional de familia y de una acción pastoral más centrada en la realidad que en falsas expectativas de una familia enyesada o caricatura de un modelo excesivamente idealizado?
«Bueno, Amoris Laetitia por lo menos ha puesto el problema. Los cambios no se dan de un día para el otro. Y tampoco comprender esta nueva perspectiva es fácil. Entre otras cosas, el que está más acostumbrado a tener un manual de base claro y distinto, se siente perdido. Pero creo que Amoris Laetitia sin dar normas, nos da una perspectiva que se hace todavía más interesante, desafiante y es empezar allí desde donde la gente está, lo que ellos están viviendo sin juzgarlos. Por supuesto que debemos tener nuestros criterios, pero sobre todo tratando de recibirlos.
Por ejemplo valorando lo que hay de positivo en la relación de una pareja que convive. Bueno, a lo mejor es una convivencia donde hay valores, donde hay fidelidad, una relación estable, aunque haya miedo a comprometerse, pero que más adelante pueda llegar a vivirse con más plenitud ese amor conyugal, a lo mejor embrionario, pero que ya existe, en una sociedad donde el sexo ha sido separado del amor...y donde el valor fidelidad ha caído en el no aprecio.
Lo que dice el instrumentum laboris del Sínodo: ‘Hay un deseo de familia en los jóvenes, pero muchas veces no saben cómo hacerlo realidad’. Poder ayudar a la gente con instrumentos muy simples, muy concretos para que eso que ellos vivan pueda crecer y fructificar y, entonces, sí llegar a una plenitud según lo que el magisterio de la Iglesia invita. Este es el camino que estamos llamados a acompañar.»
3) Según expone el libro, el Papa quiere una Iglesia misionera que cree condiciones de acompañamiento y de guía similares a un hospital de campo y no a una aduana. Un caso real: una pareja que convive se presenta donde el párroco y éste les dice «indignado» que no puede casarlos porque están viviendo en pecado. Finalmente, la pareja cambia de parroquia y se casan. En su opinión, ¿hay más control de la acción que de la gracia?
«Familiaris Consortio (1981) no ponía ningún obstáculo para que una persona que convive se acerque para recibir el sacramento del matrimonio, pues entonces no casaríamos a nadie. O sea, el único impedimento para recibir el matrimonio es que haya un matrimonio previo que sea válido. Ese es el único impedimento que el derecho canónico y la doctrina oficial de la Iglesia han reconocido. Lo demás es subsanable. Hay sacerdotes y digamos agentes de pastoral que no solo siguen al pie de la letra la doctrina oficial de la Iglesia de una manera, no sé como llamarla… rígida o fundamentalista, sino que además van más allá, es decir, son más rígidos de lo que los papas o los documentos indican. En ese sentido es bastante lamentable que se haya caído en una rigidez, en un rigorismo moral tan grande que no es lo que los documentos dicen. Bueno, en ese sentido, el Papa Francisco ha desmontado esa exactitud tan dura que es lo contrario de lo que vemos en el Evangelio y por lo tanto que no es una actitud pastoral.»
4) ¿Es el horizonte marcado por la Evangelii gaudium?
«El Papa insiste en la conversión pastoral en Evangelii gaudium. La conversión pastoral no es un tiempo de rebajas o algo para relativizar. El Papa lo llamó un ‘pequeño paso’ por hacer, pero para la persona es un paso enorme. Para alguien que convive decidirse a casarse es algo significativo. Ya que alguien pida el sacramento es un signo muy positivo. ¿Entonces, por qué poner obstáculos allí donde no los hay? Cuando hay obstáculos objetivos, bueno habrá que ver cómo se afrontan, pero ya sumar obstáculos a los que ya de por sí hay, me parece muy contraproducente.»
5) El Papa ha manifestado su preocupación por el invierno demográfico, no solamente en Europa, sino que también en América Latina; los datos indican que cada vez menos parejas piden el sacramento del matrimonio y el número de hijos también disminuye. ¿Usted cómo analiza esta situación?
«Por un lado ha cambiado la mentalidad. Hoy no se piensa: ‘cuanto más hijos mejor’. Y eso tiene que ver con el cambio de las condiciones socioeconómicas en las cuales viven las familias. Las dificultades que tienen para tener un trabajo estable, una casa, una serie de dificultades que son reales y que impiden esa generosidad que había antes. Yo creo que de eso tenemos que hacernos cargo cuando exigimos a las parejas que tengan hijos. Pues, es fácil decir que otros tengan hijos y después que se las arreglen como puedan, sobre todo cuando lo dice un célibe. Hay que comprender esa situación. En mi experiencia pastoral veo que la gente tiene más deseos de los que puede realizar, o sea, en muchos casos quisieran tener más hijos de los que tienen y no pueden o no se atreven. Bueno, por lo que cuesta una guardería infantil...la familia hoy día ya no es más la familia grande, muchas veces se trasladan por motivos de trabajo, por tanto ya no están los abuelos, los tíos o los familiares para acompañarlos en el cuidado de los hijos cuando la pareja tiene que trabajar porque con un solo salario, no alcanza para vivir. Todas estas son condiciones objetivas que hacen difícil (la vida familiar).»
6) La vida familiar cristiana enfrenta dificultades…
«Nuestra vida cristiana, que es una experiencia de amor, de caridad, tiene que también tener la osadía de hacer frente a esas dificultades. Yo creo que ese es el trabajo pastoral que estamos llamados a hacer. Y vemos que hay parejas que con todas estas dificultades tienen hijos. Pero eso no puede ser una obligación, tiene que nacer también del propio amor conyugal y de la propia capacidad, porque no todos pueden tener la misma capacidad de generar por diferentes motivos psicológicos, sociológicos, económicos, etc. En ese sentido creo que estamos llamados a acompañar, a invitar, a exhortar, pero también a respetar cuando hay un límite y no cargar de culpas a la gente. Luego está todo el tema de la educación de los hijos, que es otro capítulo muy importante. »
7) El Papa ha expresado su preocupación por la situación de esas parejas que, a pesar de poder tener hijos, ese afecto lo dan a sus mascotas. ¿Qué opina al respecto a la luz de su experiencia en el campo de la pastoral familiar?
«Sí, evidentemente la mascota es una especie como de reflejo narcisista. Una mascota nunca va a crear un problema obviamente. Un hijo es una bendición, es una promesa, pero también es una responsabilidad. Entonces los chicos crecen. Y bueno, no es fácil relacionarse con un hijo, ¿cierto? En cambio, la mascota nunca va a crear un problema de discusión, de desacuerdo. De tantos problemas que se presentan en el acompañamiento del crecimiento de un hijo, por otro lado, la satisfacción que da un hijo tampoco la puede dar una mascota. Así tenemos que reconocer que toda experiencia, digamos también de paternidad, de maternidad, también está transida de alguna manera de una expectativa personal y, por lo tanto, de egoísmo. En otras palabras, según la psicología, el hijo es el acto más narcisista de una persona, porque de alguna manera es la proyección del padre o de la madre hacia el hijo o la hija. Y por eso la relación paterno filial no es fácil, porque también los padres tienen sus pecados y tienen su egoísmo, tienen sus expectativas infundadas respecto de los hijos. Entonces, claro, es más fácil adoptar un animalito que me evita toda esa conflictualidad. En primer lugar, uno no puede suplir la riqueza de la experiencia paterna o materna. Análogamente tampoco se cumple con la misión que tenemos en esta tierra, que también es de generar. Por esta razón, el Génesis nos habla de una misión: una vocación a generar.»
8) ¿Y la adopción?
«Hay muchas formas de generar, porque en el fondo la generación biológica no basta y por eso también se da la adopción, que es otra forma de generar en el espíritu que tenemos que recuperar. Porque lamentablemente muchas parejas llegan a la edad, ya no son fecundos o cuando tienen problemas de fecundidad y siempre está la tentación de suplirlo con la técnica. Bueno, sin excluirla absolutamente. Pero bueno, también está la realidad de tantos niños que no tienen padre o madre y que también esperan de alguien que se compadezca. Cierto, pero también este es un tema que aparece en Amoris Laetitia y que me parece muy importante recuperarlo para promover. Conozco casos de una generosidad realmente asombrosa. Personas que han querido generar sus propios hijos biológicos y además adoptar. Por otro lado, bueno, crece también todo un negocio, un mercado con las mascotas. Entonces, nace la pregunta: ¿Qué significa eso hoy día en este contexto que estamos viviendo, con todos las problemas sociales y de pobreza, etcétera?».