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«Sí, hay santos en Venezuela», dijo una religiosa el 15 de junio de 2018, cuando se anunció la beatificación de la Madre Carmen Rendiles Martínez, fundadora de las Siervas de Jesús.
Actualmente más de 20 «aspirantes» –entre venezolanos y extranjeros que vivieron en este país suramericano- tienen procesos abiertos rumbo a la santidad iniciados en sus iglesias diocesanas como siervos de Dios, venerables, beatos y santos.
Entre los más conocidos están la beata Carmen Rendiles cuya causa de canonización fue introducida ante el Vaticano por el cardenal Baltazar Porras, el 25 de mayo de 2019. Y el beato José Gregorio Hernández Cisneros, presentado el 20 de junio de 2022. Ambos tienen grandes opciones de superar los estudios de un segundo milagro para ser santos.
En la lista de «aspirantes a la santidad» se encuentran varios obispos y monjas. También padres, madres de familia y políticos a quienes desde las diócesis y arquidiócesis donde fallecieron, se les impulsa por ser reconocidos modelos de vida cristiana. Aunque la lista tiene una representación, todavía faltan muchos seglares que vivieron una vida santa.
La «Señorita Adelina» y su entrega a los enfermos
Dos de estos laicos, cuyos procesos no han sido oficialmente abiertos por la iglesia donde fallecieron, son Amílcar José Montañez y Adelina María Rico a la que sus conocidos llaman «La Señorita Adelina». Ambos pertenecen a la Arquidiócesis de Calabozo y son oriundos de la misma población: El Sombrero, estado Guárico.
Adelina vino al mundo el 2 de enero de 1947. Falleció el 28 de agosto de 2013 a causa de una insuficiencia cardíaca detectada tarde. Estudió hasta cuarto año de derecho y nunca se casó ni tuvo descendencia sino «hijos espirituales». Según sus familiares, amigos y sacerdotes, «Adelina falleció en olor de santidad y merece se le recuerde como un testimonio de quien vivió y practicó la exigente ley del amor de Jesús».
Salía a su labor apostólica y no tenía hora de regreso
La «Señorita Adelina» salía muy temprano de su casa para visitar a los más necesitados, especialmente a los enfermos y postrados en cama, argumentan al reconstruir su vida. «Junto a ellos oraba; les daba sus medicamentos y comida; y, además, los bañaba».
En el recuerdo de quienes conocieron a Adelina, se describe a una mujer que en todo momento practicó las obras de misericordia en favor de los más sencillos, olvidados y rechazados por su pobreza, condición física o enfermedades.
«El amor a los enfermos y necesitados fue una virtud que practicó desde siempre», refirió su sobrina Isis Marlene Rico al compartir la historia de Adelina con Aleteia. En compañía de sus vecinos Sergio Prado, odontólogo jubilado y su hijo Ricardo, actualmente acólito de la parroquia, relató algunos detalles de la vida de Adelina.
La cruz del servicio para toda la vida
Fue un estilo de vida marcado por el servicio a la gente que se afianzó desde el año 1987 cuando a la parroquia Inmaculada Concepción de El Sombrero, con apoyo del hermano Alirio, el padre Dino Aurelio Campana y las Hermanas Dominicas de la Presentación, llegó la Renovación Carismática Católica. Ella se sumó a la RCC y a la Legión de María.
El padre Dino le impuso una cruz de evangelizadora y le dijo: «Esa cruz te va a pesar toda la vida» relata su sobrina, sosteniendo que la llevó el resto de su vida.
«Después de esto, mi tía Adelina dijo un día a la familia: "Ya yo le serví a mi casa, a ustedes mis hermanas y a mi familia, ahora voy a servirle a Dios". Y desde entonces salía diariamente a visitar y acompañar a la gente necesitada», narró Isis Rico.
«Perteneció a un ministerio de enfermos cuya tarea central era visitarlos en casa. Estas eran personas realmente enfermas y en extrema necesidad a quienes atendían limpiando y curando esos lugares del cuerpo donde casi nadie se atreve a hacerlo. En casa sabíamos cuando salía Adelina, pero nunca su hora de regresar», comentó.
Isis describe que en una oportunidad la acompañó a buscar los medicamentos para un vecino de nombre Regino que no tenía familiares y estaba enfermo.
«Ante su insistencia, salimos a las 2 de la madrugada a una farmacia que estaba muy retirada de la casa, pero era el único lugar que tenía el medicamento. Luego, sencillamente repitió una de sus frases: "Gracias a Dios que contamos con su ayuda"».
Con una fragancia de santidad única
Ricardo Prado, acólito en la parroquia Inmaculada Concepción, resaltó los dones de Adelina Rico como parte del servicio que le prestó a los sacerdotes de su pueblo.
«Independientemente del carácter, devociones y carismas de cada uno de ellos, Adelina entendía que le estaba sirviendo a Dios. Yo la recuerdo como una persona siempre llena de paz y que transmitía un sentido de espiritualidad única», aseguró para Aleteia.
Por su parte, el doctor Sergio Prado, quien fue su compañero en la Renovación Carismática Católica, destacó «el aire de santidad que caracterizó a Adelina porque era una mujer muy entregada a Dios y a los más necesitados».
Orlando Hernández, quien fue párroco y conoció a Adelina, siempre dice: «¡Adelina, ante cualquier cosa no me abandones!», al tiempo que pide su intercesión. «En muchas oportunidades ha hablado de que la fragancia de esta mujer llena los espacios donde él se encuentra como una respuesta a los favores solicitados», refirió Isis Rico.
La santidad de los venezolanos avanza
Venezuela tiene actualmente 12 personas con el título de siervos de Dios, cuatro venerables, tres beatas y un beato. Además, existen al menos tres postulados a ser beatificados cuyas virtudes heroicas ya se estudian en Roma afianzadas en su fe, el desarrollo de sus obras en los campos de la salud, educación y otras áreas de apostolado.
Los casos de Amílcar Montañez y Adelina Rico corresponden a la Arquidiócesis de Calabozo, a cargo de monseñor Manuel Felipe Díaz Sánchez. Desde allí tendrían que dar el primer paso para las posibles causas de beatificación y que estos venezolanos caminen a los altares de la santidad. Según las normas, la causa de beatificación y canonización se inicia en la iglesia particular donde fallecieron los «aspirantes».
Así podrán acompañar a monseñor Arturo Celestino Álvarez, quien fue obispo de Calabozo (estado Guárico) desde el año 1921 hasta el 8 de enero de 1952 cuando falleció en esta ciudad. Su causa de beatificación está en el Vaticano desde noviembre de 2011.