La noticia fue confirmada por el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) a través de Twitter. Un niño de seis años fue asesinado en la provincia panameña de Darién luego de que un grupo de personas emboscara a su familia (integrada por 17 personas) mientras se dirigía rumbo a Estados Unidos.
Lo que sucedió con esta familia de origen de venezolano con el niño asesinado no hace más que volver a poner sobre la mesa un drama que aumenta: migrantes que pierden la vida en uno de los pasos fronterizos más peligrosos del mundo conocido como «Tapón de Darién».
Según informaron medios locales como El Nacional y replicados por otros como El Universo, luego de que el niño recibiera el disparo en el pómulo, la familia –curiosamente de apellido Caridad- siguió su trayecto en medio del dolor y caminó unas siete horas con el cadáver del pequeño hasta llegar a un punto de control.
Una vez realizados los controles médicos –en la emboscada hubo otros heridos- la familia decidió seguir rumbo a Estados Unidos en busca de una calidad de vida que no pudo obtener en su lugar de origen.
Lo que sucede con los migrantes vuelve a interpelar
Este 25 de septiembre se celebró la 108 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.
«Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Me gusta ver este enfoque del fenómeno migratorio en una visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén abierta a todos los pueblos (cf. Is 60,10-11)», indicaba el papa Francisco en un pasaje de su mensaje para esta jornada.
El asesinato del niño venezolano, así como la peripecia de la familia Caridad (no exenta de coraje y valentía en procura de un bien mayor como puede ser dejar atrás la crisis humanitaria y buscar espacios que ofrezcan respuestas a vivir de manera digna), de alguna manera se enmarca dentro de la reflexión de este domingo. Pero también interpela.
Desde organizaciones como el Servicio Jesuita para Refugiados (JRS), que ha hecho seguimiento de lo que sucede en esos pasos fronterizos peligrosos, se ha recordado que en 2021 más de 26.000 venezolanos cruzaron por el Tapón del Darién. De fondo, el llamado a tratar de evitar esos caminos y que nunca falte asistencia.
Apertura frontera Colombia-Venezuela, una nueva esperanza
Mientras sigue latente lo acontecido en Darién con la familia Caridad, este 26 de septiembre comienza una nueva etapa en las relaciones entre Colombia y Venezuela con la apertura del paso fronterizo entre Norte de Santander y el estado de Táchira.
La reapertura acontece luego de siete años de cierres intermitentes y permanentes. Permitirá, más allá del trasfondo político vinculado al triunfo de Gustavo Pietro en Colombia, mayor fluidez comercial en la zona, así como el transporte de mercaderías. Y de alguna manera también se convierte en una señal de alivio para muchas personas que en los últimos años se han tenido que acostumbrar a cruzar la frontera a través de pasos irregulares como trochas. En definitiva, un gesto que permite volver a hablar de aquello de la hermandad.
A continuación la oración propuesta para la Jornada del Migrante y Refugiado de este domingo:
Oración
Señor, haznos portadores de esperanza,
para que donde haya oscuridad reine tu luz,
y donde haya resignación renazca la confianza en el futuro.
Señor, haznos instrumentos de tu justicia,
para que donde haya exclusión, florezca la fraternidad,
y donde haya codicia, florezca la comunión.
Señor, haznos constructores de tu Reino
junto con los migrantes y los refugiados
y con todos los habitantes de las periferias.
Señor, haz que aprendamos cuán bello es
vivir como hermanos y hermanas. Amén.
Roma, San Juan de Letrán, 9 de mayo de 2022