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¿Qué defiende el arcángel san Miguel? 

SAINT MICHAEL
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"¿Quién como Dios? Nadie como Dios", dice este ángel en su lucha contra el demonio, y eso tiene muchas consecuencias en tu vida... Una interesante reflexión del especialista en ángeles Fernando Cárdenas

Estamos acostumbrados a ver a san Miguel arcángel luchando contra el demonio, peleando contra el Maligno. Y eso, aunque es cierto, parece algo lejano a nosotros: el Príncipe de la milicia celestial luchando contra el demonio, una lucha entre ellos dos, y que ellos libran por allá, sin afectar nuestra vida.

Pero, ¿te has preguntado por qué luchan? ¿Cuál es la causa de esa batalla? ¿Y qué consecuencias tiene para tu vida?

Nos ayuda a responder el nombre de san Miguel: ¿Quis sicut Deus?, que quede decir ¿quién como Dios?

Es la misión de este gran Arcángel, príncipe de la milicia celestial: defender los derechos de Dios.

Solo hay un Dios

Y es que en el momento en que los demonios se rebelan y de manera orgullosa pronuncian ante el trono de Dios “Nosotros somos tan importantes como tú. ¿Porqué tendría que haber un rey en el cielo diferente a nosotros? Somos tan fuertes y poderosos que lucharemos contra Dios por el reino de los cielos. Nosotros no queremos a Dios”, san Miguel lanza su grito de guerra: ¿Quién cómo Dios?

El libro del Apocalipsis narra este momento diciendo:

Con su grito de guerra, san Miguel venció al dragón y no hubo lugar en el cielo para él y sus ángeles caídos.

Por eso el grito de ¿quién como Dios? hay que entenderlo como una afirmación, y no como una duda o pregunta que esté buscando respuesta.

San Miguel es claro al afirmar: no hay otro Dios, sólo hay un Dios, no hay nadie como Él.

De esta manera, san Miguel lucha por defender la causa de la unicidad de Dios que es la primera de las afirmaciones que hacemos en la profesión de fe: creo en un solo Dios. Sobre esto el Catecismo de la Iglesia Católica enseña:

Afirmar que solo hay un Dios, tiene “consecuencias inmensas para nuestra vida” (cfr. Cat. 222), tales como: (puedes leerlas en el Catecismo a partir de los num. 223)

1Reconocer la grandeza de Dios, lo cual conlleva el servirlo

2Vivir en una constante acción de gracias

3Reconocer la dignidad de todos los hombres

4Usar bien de las cosas, para no separarnos del único Dios

5Confiar en ese solo Dios

Una lucha de poder cada día

Lo que san Miguel defiende y por lo cual batalla es por algo fundamental: que es un solo Dios, y algo que tiene consecuencias prácticas en nuestras vidas.

Esta batalla que narra el libro del Apocalipsis continúa, y pareciera que con mayor ferocidad.

La antigua serpiente nos quiere hacer creer que Dios es un obstáculo para nuestra libertad y que debe desaparecer.

Los ataques contra este solo Dios se han masificado de tal manera que hoy día hay un incremento de la brujería, santería, prácticas esotéricas.

El “filósofo” de la agenda 2030, Yuval Noah Harari, manifiesta abiertamente que debe desaparecer Dios.

Vemos a un hombre indiferente ante Dios; la persecución contra los que profesamos a un solo Dios ha aumentado.

La dignidad humana en juego

Estos ataques dirigidos contra Dios se reflejan en la vida del hombre y en su dignidad. Ya el papa Benedicto XVI decía:

San Miguel, al defender la unicidad de Dios, defiende la dignidad del hombre y es defensor de la fe, el primer artículo de nuestra profesión de fe.

De esta manera, este Arcángel, al ponerse de lado de Dios, se pone del lado del hombre para que llegue a manifestar y dar testimonio en su vida de que solo hay un Dios al cual se debe amar y adorar con todo el corazón y con todas las fuerzas.

Esta batalla, san Miguel y sus ángeles ya la han ganado. Ahora buscan que nosotros, junto con ellos, seamos también vencedores del demonio y reconozcamos que solo hay un Dios.

Al manifestar que solo hay un Dios, debemos recordar lo que ese Dios es: amor. Y por ello san Miguel al proclamar que solo hay un Dios, vence con el amor de Dios y nos trasmite ese amor.

Descubre todos los oficios que ese gran aliado y amigo nos presta. Acudamos a él, y junto con él y nuestro ángel guardián, proclamemos: ¿Quién cómo Dios? Nadie como Dios.

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