Campo de sueños (1989) se ha convertido en uno de esos pequeños clásicos para minorías. Un filme ameno, agradable y ambiguo al que regresar de vez en cuando y del que obtenemos distintos significados en cada revisión.
Cuando la vi por primera vez, en el cine, hace muchos años, me pareció una película sobre fantasmas. Sobre cómo escuchar una voz (interior o exterior, propia o ajena) que nos mantiene obsesionados en el logro de una idea a priori imposible.
Cuando la revisé recientemente con mis hijos, se me antojó una historia sobre la fe, el poder de la paternidad; y sobre el modo en que mantenemos vivos a nuestros muertos en la memoria. Sobre cuentas pendientes y segundas oportunidades para redimirnos.
Fe, sueños, redención, fantasmas, purgatorio y paraísos perdidos
Pero después, buscando otros análisis del filme, di con un texto de David A. King, profesor asociado de Estudios de Inglés y Cine en la Universidad Estatal de Kennesaw y director de educación de adultos en la Iglesia del Espíritu Santo en Atlanta, publicado en 2017 en The Georgia Bulletin.
En él, el autor manifestaba su pasión por aquella película, pero añadiendo algo muy interesante: que Campo de sueños puede verse también desde la perspectiva católica del misterio del purgatorio. Esta visión me parece fascinante, pues yo mismo la intuía pero no supe darle nombre: de hecho, los muertos que vemos deambulando por la pantalla son como espíritus o fantasmas que no han cerrado del todo sus cuentas con la vida, con el pasado.
Pero refresquemos la memoria a quienes hace tiempo que no la ven (y, de paso, proporcionemos unos apuntes mínimos de la sinopsis para quienes aún no la conocen):
Ray Kinsella (Kevin Costner), un agricultor de Iowa, nos cuenta en off un pasado en el que su madre murió joven y su padre le enseñó a amar el béisbol; pero acabaron distanciándose y sin posibilidad de reconciliación. John murió sin conocer a la esposa y a la hija de Ray y ellos no volvieron a hablarse. Esa herida aún le duele al granjero. Ésa es su penitencia, como le dice un personaje.
Un día Ray escucha una voz que le susurra: "Si lo construyes, él vendrá". La oye varias veces en sus maizales o quizá dentro de su cabeza. ¿Es Dios o es su conciencia? Cuando cree que la voz se refiere a construir un campo de béisbol en el terreno de sus cosechas, se le mete en la cabeza intentarlo; pese a la oposición de su familia política y al modo en que los vecinos le miran: como si hubiera perdido el juicio. Ray le reprochaba a su padre que no cumpliese sus sueños y él no está dispuesto a seguir por ese camino.
El campo acaba siendo el punto de referencia al que vuelven los jugadores muertos del pasado. Entre ellos Joe Jackson, fallecido en 1951 y suspendido del juego junto a sus compañeros, algo que jamás olvidaron y que continúa siendo su cuenta pendiente.
Cada vez que aparecen, es como si estuvieran atrapados en una zona sin tiempo o espacio sagrado que simboliza el purgatorio al que aludía King en su reseña, y que representa (son sus palabras) la misericordia porque está unida a la esperanza.
Expiación y conexiones con el pasado
Por el filme se mueven más personajes en proceso de expiación, desde un escritor a un médico, a quienes dan vida grandes intérpretes como Burt Lancaster, James Earl Jones, Ray Liotta o Frank Whaley.
Al final del camino, Ray encontrará el alivio, no sólo para los demás, sino para él mismo. Las voces supondrán, poco a poco, regresar al pasado, cuando aún había inocencia y el béisbol simbolizaba tardes en familia y emociones en el campo. De ahí al reencuentro con su padre, cuando era joven y "aún no estaba desgastado por la vida"; la escena es tan emotiva y está tan bien tratada por el director Phil Alden Robinson, que suele conseguir que los espectadores derramen lágrimas.
Otros autores, como Stephen Turley, en The Imaginative Conservative, prefieren hablar del Paraíso Perdido y el Paraíso Recuperado y la Parábola del Hijo Pródigo. No en vano, cuando Ray se encuentra con su padre, tiene lugar este diálogo: "¿Esto es el cielo?" / "Es Iowa" / "¿Iowa? Hubiera jurado que era el cielo" / "¿Hay un cielo?" / "Oh, sí. Es el lugar donde los sueños se hacen realidad".
Campo de sueños, que en su estreno tuvo un éxito discreto, moderado, hoy es considerada una magnífica película sobre el mantenimiento de la fe para perseguir los sueños y suturar las heridas mal cerradas; sobre cómo los muertos no descansan si tienen cuentas pendientes. Y sobre cómo redimirse haciendo lo correcto.