La médula de The Forgiven ("Los perdonados") es un tema habitual en el cine y la literatura: todo acto tiene sus consecuencias. Alguien suele ser el responsable y, por tanto, a ese alguien se le exigirá un pago. Si el pago no consiste en un castigo físico o en un desembolso económico, al final será la propia conciencia la que haga el trabajo. La conciencia reprende a quien realizó el acto a través de la culpa; es decir, la que nos ocasiona el haberle hecho daño a otras personas, sea de forma directa y premeditada o de forma indirecta y accidental.
Hay un momento revelador de uno de los actos del protagonista, que se nos muestra en flashback, y que desvela un acto dañino para terceros. El individuo al que se lo cuentan dice: "Los hombres siempre actúan así. Creen que Dios es ciego".
Basada en la novela de Lawrence Osborne y dirigida por John Michael McDonagh; Los perdonados nos presenta ese puente desvencijado con el que se trata de unir a los occidentales derrochadores y de costumbres excesivas, con los habitantes de los desiertos africanos y sus modelos de vida pobres y austeros. Un poco a la manera de la novela y la película El cielo protector.
El argumento incluye un viaje y cómo afectará a los personajes protagonistas: el matrimonio formado por David (Ralph Fiennes), un doctor de prestigio, y Jo (Jessica Chastain), una escritora de cuentos infantiles en horas bajas, llega a Marruecos desde Londres para asistir a la fiesta de alto copete que ofrece un amigo en su mansión del desierto.
Durante el último tramo del trayecto, de noche, por carreteras sin iluminación, David atropella accidentalmente a un muchacho que vende fósiles al pie de los caminos y lo mata. Pronto deciden meter el cadáver en el vehículo y explicarle lo sucedido a su amigo. Éste sabe que, al final, la policía hará la vista gorda.
Pero alguien acabará reclamando el cuerpo, y cuando lo haga es posible que haya consecuencias.
"Todo debe ser enfrentado ante Dios"
David recibe la visita del padre, un bereber, hombre del desierto que sólo le pide una cosa: que el doctor viaje con ellos a su aldea para enterrar al chico y, así, presentar sus respetos al cuerpo.
David acepta porque no tiene otra alternativa, mientras su mujer se queda en la mansión de los amigos; donde a pesar de lo sucedido no abandonarán las fiestas, el alcohol y las drogas. Mientras David se adentra en el desierto, sin saber si le harán algo malo pero decidido a pagar su expiación (aunque al principio no se lo toma en serio), Jo afronta las tentaciones.
En Los perdonados hay un fuerte contraste entre esos ingleses y norteamericanos cuyos actos resultan lúdicos y banales; quizá sin moral ni respeto por las tribus y por los miserables. Y por otro lado, los marroquíes que, siervos de ellos, deben callar mientras asisten estupefactos a la vergüenza que les supone ver esos comportamientos de los privilegiados.
"Todo debe ser enfrentado ante Dios", dice el padre del muchacho muerto. Y ésta también es la esencia del filme: tanto el bereber como el doctor saben que la culpa acabará comportando un pago.
En ese trayecto por África, David inicia un proceso de cambio: desde la suficiencia inicial, la mirada por encima del hombro a sus habitantes y su ligera xenofobia; hasta la asunción de la culpa y la necesidad de expiarla.
Y aquí se abre una pregunta interesante: ¿qué es más importante: ser perdonado por los demás o perdonarse a sí mismo? En esto resulta fundamental el trabajo interpretativo de Fiennes; quien carga de matices su personaje y logra alejarse del maniqueísmo para mostrar lo que mejor sabe representar: un ser humano con debilidades.