«Las Hermanas Misioneras de la Misericordia, tenemos el deseo de gastar la vida en algo que de verdad valga la pena: pasar haciendo el bien como lo hizo nuestro Señor Jesucristo». Así lo expresó la hermana Ana María González. Lo hizo luego de participar en la segunda asamblea nacional de pastoral realizada en Caracas del 8 al 10 de julio.
En el aula magna de la Universidad Católica Andrés Bello, Ana María explicó la labor misionera que cumplen desde que fueron fundadas el 8 de febrero de 2001, en la parroquia San Juan Eudes de El Marqués, en Caracas. Era parte de los testimonios de algunos agentes de pastoral que compartieron sus experiencias en las parroquias de Venezuela.
Sirviendo entre los más necesitados
«Somos la presencia de Cristo y de su iglesia en las periferias humanas, entre los más pobres, destinatarios privilegiados del Evangelio de Jesucristo; y realizando un trabajo en los lugares donde no hay sacerdotes», refirió durante su exposición.
Explicó que las Hermanas Misioneras de la Misericordia (HMMM) se dedican a la renovación del pueblo de Dios; acompañan a los fieles, suscitan vocaciones de servicio en las comunidades y se dedican a la formación de evangelizadores.
«Trabajamos en las periferias existenciales, las mismas a las que el papa Francisco motiva para que sean acompañadas», dijo.
Entre los lugares de trabajo, mencionó «La comuna socialista La Limonera», en Baruta, estado Miranda. Es un complejo que reúne más de 9 mil habitantes, construido especialmente para personas que perdieron sus viviendas o estaban al margen de los servicios. «Allí realizamos un trabajo especial de acompañamiento pastoral», dijo.
Los bautizos y la experiencia en La Limonera
Ana María González es la directora general de las HMMM y luego de su ponencia conversó con Aleteia. Fue inevitable traer a la memoria el acompañamiento del periodista a una de las actividades realizadas en «La Limonera», el 21 de febrero de 2015.
Aquel día, 44 niños y jóvenes de la comunidad recibieron el sacramento del Bautismo. Por supuesto, la formación inicial fue impartida por las misioneras.
En su modesto vehículo «todo terreno» la religiosa llegó a la casa parroquial de Nuestra Señora del Rosario en el casco colonial de Baruta. Buscó al entonces obispo auxiliar de Caracas, monseñor Fernando Castro Aguayo, quien celebró los bautizos.
Después de bordear un largo trecho de incómodas vías que subían y bajaban, se llegó al estacionamiento del conjunto habitacional para celebrar la misa al aire libre. «Queremos hacer vivir y reinar a Jesús en el corazón de los que sufren», refería durante el camino.
La congregación hace vida en esta comunidad desde el año 2013, siendo las únicas religiosas que allí evangelizan. Ana María definió a «La Limonera» como una zona de misión, «porque muchos de los vecinos llegaron» -desde Caracas, Guarenas, Los Valles del Tuy, La Guaira y otras ciudades- «sin haber recibido poca o ninguna evangelización».
«Aquí a la gente tenemos que enseñarles las primeras oraciones, los mandamientos y los sacramentos, porque ellos no han tenido quien les lleve el mensaje de Jesucristo», relató.
Al principio fue difícil
«Al principio fue un poco difícil pero ya nos abrieron sus puertas. Ahora sentimos un gran apoyo, sobre todo de los líderes y de los voceros de cada torre, quienes se han abocado a ayudarnos. Cuando hay alguna celebración religiosa –como la mencionada celebración de los bautizos- consiguen las cosas necesarias para realizarlas», dijo.
«Nos acompañan catequistas que trabajan con nosotras en la vicaría parroquial Nuestra Señora de la Paz, en las Lomas de Baruta; pero jóvenes de ‘La Limonera’ también nos están ayudando en las enseñanzas de las oraciones y se forman para ser catequistas».
Mencionó que entre las actividades se encuentra la catequesis sacramental para niños y jóvenes en bautismo, comunión y confirmación; el rezo del Santo Rosario en familia; y la formación de líderes. «Además, brindamos enseñanzas sobre el bautismo a los adultos porque muchos de ellos no han recibido este sacramento», agregó.
Otros lugares de la misión
En la Arquidiócesis de Caracas también atienden la vicaría «Nuestra Señora de la Paz» en las Lomas de Baruta; y en Turgua, zona rural de El Hatillo, la Vicaría Corazón de Jesús y María. «En la diócesis de Valle de la Pascua (Guárico), atendemos la parroquia San Juan Bautista en la población de Espino», dijo ante los asambleístas.
Uno de los lugares más recientes a los que llevaron su cercanía y estilo misionero es la Isla de Margarita, en el estado Nueva Esparta. «Atendemos la parroquia San Rafael Arcángel, en Macanao, con un estimado de 12 mil habitantes y 12 comunidades».
Espiritualidad inspirada en San Juan Eudes
La religiosa no dejó de mencionar que la congregación está fundamentada en la espiritualidad eudista, es decir, en el estilo de vida cristiana y de compromiso social, asumido por san Juan Eudes, un sacerdote francés que en el siglo 17 introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María.
El surgimiento de esta congregación fue impulsado por Ana María González y otras religiosas fundadoras. Contó con el apoyo en diversas etapas del padre Gerardo Tardif y monseñor Nicolás Bermúdez Villamizar, ambos de los padres eudistas.
Ana María González es actualmente vicaría episcopal para la vida religiosa en la Arquidiócesis de Caracas y secretaria del cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, a quien acompaña a las diversas actividades que cumple en Caracas y otros lugares.
Las Hermanas Misioneras de la Misericordia, tiene un portal informativo en el que dan a conocer ampliamente las actividades que desarrollan en el campo de la formación, incorporación de aspirantes, el trabajo social y pastoral y otras a su cargo.
Conclusiones de la asamblea de pastoral
La asamblea nacional de pastoral concluyó este domingo 10 de julio, con la esperanza de que esa «Parroquia que sueñan en Venezuela» se vaya haciendo realidad poco a poco. El documento conclusivo publicado en el portal del Episcopado Venezolano, dice:
«La conversión dinamizará nuestros procesos de evangelización como Iglesia y hará que nuestras parroquias, rostro más cercano y concreto de la Iglesia, sean auténticamente misioneras y en salida para los nuevos tiempos».