¿La inteligencia espiritual se expresa con la imaginación creadora? Responde en este interesante análisis el doctor en filosofía y teología José Luis Bázquez Borau.
En el ámbito de nuestra cultura, desde la Edad Media, la imaginación es vista como un órgano menor del conocimiento.
Se pone de relieve a la razón (Inteligencia Racional), ya que la imaginación convertida en utopía puede ser un instrumento crítico del orden establecido.
De ahí la marginación de la mística (Inteligencia Epiritual) que la revaloriza.
Pero en nuestros días se está poniendo de relieve a la "imaginación creadora", que es una función independiente de la razón (IR) y de la percepción (Inteligencia Emocional).
¿Qué se entiende por imaginación creadora?
Sería la capacidad que tiene la propia inteligencia de acceder directamente al "mundo de los arquetipos", verdaderas fuerzas estructuradoras de la conciencia que se hacen presentes a nuestra inteligencia a través de los símbolos, expresión de esos arquetipos.
Es decir, se trata de una facultad activa y creativa, que produce ella misma sus imágenes, a modo de símbolos, extrayéndolos de los contenidos más profundos de la conciencia.
Este conocimiento (IES) es más completo que el conocimiento racional (IR), pues es la verdadera fuente de la razón, del arte y de la espiritualidad del ser humano.
Un puente entre el inconsciente y la realidad
No hay que identificar "lo imaginario" con la fantasía, con la imaginación pasiva dependiente de la percepción de los objetos de la historia.
La Imaginación Creadora es diferente de la imaginación pasiva meramente receptiva de imágenes. Se trata de una imaginación activa productora de conocimiento, en alianza con la razón (IR).
La IES con su capacidad simbólica tiene una misión unificante e integradora de las diferentes dimensiones de la persona y de lo real, para conseguir la integración, la unificación, la comunión con lo real.
La Imaginación Creadora (IES) no puede desvincularse de la razón (IR) y de la percepción (IE) si realmente quiere ser simbólica y no imaginaria.
Pues en el símbolo podemos considerar tres dimensiones:
a) una dimensión afectiva, que tiene que ver con los sentimientos (IE)
b) una dimensión interpretativa, que tiene que ver con el lenguaje y con la razón (IR) y
c) una dimensión arquetípica o cósmica, que tiene que ver con la Inteligencia Espiritual, que se alimenta del silencio contemplativo.
La Imaginación Creadora da sentido a las percepciones estructurándolas mediante el pensamiento, que a su vez recurre a los mitos, que son patrones imaginativos que nos permiten dotar de significado a la experiencia y las sensaciones de los sentidos.
Explorando el inconsciente
El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, uno de los autores que más estudió los mitos y los arquetipos, define a veces el inconsciente colectivo como una Gran Memoria que almacena todo el pasado de la humanidad.
La Imaginación Creadora es entonces la primera instancia del proceso de desvelar algo que está en el inconsciente colectivo, un puente para otros niveles de consciencia.
Los sueños juegan un importante papel. Muchos científicos, músicos, artistas, filósofos nos explican que sus mejores ideas o composiciones artísticas surgen de ese otro lado que es la noche.
Así, la Imaginación Creadora son los ojos que ven detrás del muro. Un ingrediente esencial de cualquier forma de expresión que trasciende.
Tomando como punto de partida las propias fantasías, sueños o estados anímicos, la Imaginación Creadora es un proceso de diálogo que permite explorar el mundo del inconsciente y ampliar la comunicación entre la conciencia y los contenidos del inconsciente.
Estos se manifiestan a través de imágenes, que van asociadas a emociones y permiten ponernos en contacto con los complejos y arquetipos.
4 pasos para comprender la Imaginación Creadora
Marie-Louise von Franz plantea cuatro pasos en el proceso de la Imaginación Creadora para su mejor comprensión y estudio:
- Primero, se debe vaciar la mente, parar la ‘mente loca’ (las técnicas de meditación pueden colaboran en este estadio). Los pensamientos del yo (ego) deben ser dejados de lado, sobre todo suspender la actitud crítica para lograr un estado similar al alfa y así dejar que el inconsciente surja.
- Segundo, dejar que emerjan las imágenes del inconsciente, que se hagan presentes. Permitir que las cosas sucedan, darles la bienvenida y concentrarse en el material que va surgiendo. Contemplar las imágenes sin una actitud crítica, interesarse en ellas, ‘pegarse’ a ellas para que hablen por sí mismas y prestar atención a cómo se van desarrollando. Pueden aparecer en forma de imágenes, impulsos, emociones, sensaciones, movimientos. Así, lo invisible se va haciendo visible ante nosotros.
- Tercero, es el momento de darle alguna forma externa de expresión a través de la palabra (diálogos, descripción verbal de las imágenes), la escritura (relatos, cuentos, poesía), el dibujo, la pintura, la escultura, el movimiento, la dramatización, el collage. La Imaginación Creadora es un método único pero se la puede expresar de maneras diferentes.
- Cuarto, es la confrontación ética con aquello que uno ha producido. Este es el momento de las preguntas de significado, las dudas y las demandas morales.
Más tarde, von Franz, agrega un último paso que es aplicar aquello que se confrontó a la vida cotidiana. Esto requiere de una total aceptación de la responsabilidad de uno mismo.
La importancia de los símbolos y de la ética
La función simbólica es inseparable de la función trascendente, dado que el símbolo es la unidad sintética de sentido que abarca dos polos, lo manifiesto y lo oculto, reuniendo ambos a la vez y otorgando nuevas significaciones posibles en función de su carácter plurisignificativo.
La función trascendente del símbolo es actuar como puente, aproximando a la conciencia al Arquetipo Central.
La tradición profética juedocristiana ha puesto de relieve la necesidad de vincular la ética con el culto, ya que una vida simbólica desconectada de la existencia ética sería una idolatría.
Si queremos que el símbolo no se convierta en ídolo, debemos trabajar por la utopía: construir el Reino de los cielos, dentro y fuera de nosotros, en la historia y más allá de ella.