Tito Brandsma (23 de febrero de 1881-26 de julio de 1942) escribía contra el nazismo en Holanda, pedía a la gente resistir al odio, la discriminación y la ideología. Sobre su escritorio, tenía la imagen de la Virgen del Carmelo de la que era muy devoto. A ella pedía servir fielmente a la Iglesia, mientras informaba y proclamaba libertad, amor fraterno y paz.
La valentía de la fe y de la verdad. Así describe la santidad de padre Tito, mártir del nazi fascismo, el vice postulador de su causa de canonización, Fray Fernando Millan Romeral. Por eso, Juan Pablo II, lo llamó un “mártir de la libertad de expresión”.
Del púlpito al campo de exterminio. El carmelita rezaba el Rosario por sus verdugos e incluso hizo con su mansedumbre convertir a la enfermera que le aplicaría la inyección letal. Él moriría a la edad de 61 años en el campo de concentración de Dachau de la Alemania nazi el 26 de julio del 42.
Tito Brandsma pagó el precio por la verdad. Ahora, un grupo de periodistas piden al papa Francisco que el nuevo santo sea su patrono, mientras falsas noticias, propaganda y desinformación conviven en medio de la “guerra mundial a pedazos”, bautizada así por el Papa, incluida la guerra en Ucrania que rompe decenios de paz en Europa.
“Toda canonización supone una alegría para la Iglesia, pero en este caso tiene unos matices especiales, porque padre Tito fue periodista y estuvo muy involucrado en los acontecimientos de su época”. dijo a Aleteia Fray Fernando Millan Romeral.
¿Qué significado ha tenido la canonización de un santo periodista en estos tiempos también de conflicto, de posverdad y de guerra?
“A padre Tito Brandsma le tocó vivir la invasión de Holanda, el intento de controlar los medios de comunicación y con un sentido muy profundo del deber y de su fe cristiana, se opuso a estas medidas y acabaría siendo detenido en enero del 42[…]. Entonces es una figura que tiene muchas sugerencias para nuestro tiempo y para nuestra Iglesia. En estos tiempos en donde la ética periodística está muy amenazada por los lobbies de poder, lo estamos viendo con la guerra de Ucrania.
‘La primera víctima de una guerra es la verdad, es la información’. El padre Tito también fue un apóstol de la paz. Él tiene una famosa conferencia en el año 31 en la que dice que hay que revertir esa creencia derrotista y pesimista de que la guerra es inevitable.
No, la guerra es evitable, la paz es posible y hay que trabajar en todos los ámbitos de la vida por la paz y por la concordia. Y por desgracia, pues este mensaje es también muy actual hoy, con la situación que estamos viviendo, con la guerra de Ucrania y con otras guerras olvidadas en África, por ejemplo, que producen víctimas inocentes.”
Hoy el periodismo está en un gran dilema, a causa de la desinformación, especialmente cuando se cubren conflictos y guerras. ¿Qué piensa usted que nos deja como modelo, el padre Tito, a sus colegas de hoy?
“Oímos hablar de posverdad, de fake news, de lobbys, de poder. El nuestro es, en este sentido, un tiempo muy delicado. Estos peligros se multiplican por los medios de comunicación, por las redes sociales, porque es muy fácil, desde cualquier lugar del mundo, inventar una mentira. Entonces, el testimonio del padre Tito es tremendamente significativo.
Él luchó por la independencia de la prensa católica que no fuera obligada a publicar la propaganda nazi y las consignas del nacionalsocialismo. Entonces esto fue lo que le costó su detención, su arresto, lo pagó con su propia vida.
También otra idea muy bonita que tenía el padre Tito respecto a la prensa es que la prensa no debe ser un lugar de confrontación, sino de propuesta humilde, de diálogo, de encuentro. Y esto también es de plena actualidad.
Hoy vemos que en televisión, pues hay estas tertulias, estos debates, donde de lo que se trata es de chillar más que el otro y donde la gente no se escucha. padre Tito proponía una comunicación más serena, más dialogante y, por tanto, es de gran actualidad.”
La Asociación Internacional de Periodistas Acreditados ante la Santa Sede, pues ha lanzado una propuesta al Papa Francisco para que el padre Tito Brandsma sea proclamado como patrón de los periodistas. ¿Qué piensa usted de ello?
“Pues me parece una petición muy interesante y ojalá que tenga éxito. Realmente Francisco de Sales es un santo muy simpático. El padre Tito tenía gran devoción por Francisco de Sales, pero como han dicho los periodistas, realmente no era un periodista en el sentido moderno de la palabra. Mientras que el padre Tito fue un periodista en el sentido pleno. Entonces sería muy bonito, sí, que fuera patrón y que su testimonio se divulgue en el mundo de los periodistas en el ámbito de la comunicación.
Él fue, por ejemplo, director de un periódico. Escribió miles de artículos. Fue una persona que creyó también en la divulgación. Es decir, escribía artículos de espiritualidad breves y sencillos para la gente sencilla. Por lo tanto, yo creo que él es un buen patrono en el cielo y puede seguir ayudando a todos los que tienen esta vocación.”
El padre Tito ejerció su vocación periodística durante el régimen totalitario nazista. ¿Qué elementos de su vida nos pueden ayudar para ser servidores de la verdad?
“Sí, él vivió en unas circunstancias muy duras y muy difíciles. El enfrentamiento entre el padre Tito y el nazismo venía ya de antiguo porque él fue profesor de Filosofía en la Universidad Católica de Nimega y en sus clases, pues desmontaba las falacias del nacionalsocialismo; por ejemplo, la superioridad racial, el rechazo del pueblo judío, etcétera. La policía del nacionalsocialismo, la Gestapo, tenía fichado al padre Tito. Aparte, se había enfrentado también al gobierno de ocupación con motivo de la expulsión de los niños judíos de los colegios católicos.
El gobierno de ocupación impuso que los niños judíos fueran expulsados y el padre Tito, que había trabajado también en los colegios, pues se negó a obedecer esta orden y estuvo ahí negociando con el gobierno de ocupación y no expulsó a los niños judíos. Pero el momento más duro de ese enfrentamiento fue con relación a la prensa”.
Un periodistas mártir...
“Realmente a él le tocó jugar un papel muy difícil, porque por una parte, tenía que llevar el mensaje de los obispos holandeses que era: ‘tenemos que resistir, no podemos publicar esta propaganda’. Pero, por otro lado, él comprendía que los directores de periódico, que eran la mayoría laicos, con familias, con hijos que alimentar, pues se veían ‘entre los fuegos’, porque por un lado, la iglesia les presionaba para que no publicaran, pero por el otro el gobierno de ocupación presionaba más fuerte para que sí lo hicieran. Él estaba muy contento porque la gran mayoría de los periodistas resistían.
El provincial de los Carmelitas de Holanda, le dijo que debería esconderse una temporada porque su vida estaba en peligro. Él respondió diciendo que hubiera sido una vergüenza que él pidiera sacrificios a los periodistas profesionales y que luego él se escondiera.
Entonces actuó con una valentía tremenda. Y, bueno, pues estuvo ahí al lado de la prensa libre, de la prensa independiente. Por eso, Juan Pablo II, en un encuentro con periodistas en el año 85, pues de forma espontánea lo llamó un “mártir de la libertad de expresión”.
Es significativo igualmente el último gesto extremo y misericordioso de padre Tito con la enfermera de las SS. que le practicó la inyección letal…
“La enfermera es un personaje un poco misterioso. Ella, muy joven, fue al campo de concentración de Dachau. Era enfermera de las SS. Realmente no fue enfermera del campo. Y 12 años después de terminar la guerra, ella estuvo en la cárcel en Alemania durante varios años. Ella no podía pisar Holanda o Bélgica porque hubiera sido ahorcada. Era una de las personas consideradas criminales de guerra. Y entonces ella, desde la cárcel en Alemania, habla con el capellán y le hace saber que fue ella la que mató al padre Tito.
Ella pidió a la Santa Sede mantener el anonimato. Probablemente ella después se habría casado, habría tenido hijos, nietos… En fin, había que respetar su voluntad. Pero cuenta los últimos días del padre Tito y son unos recuerdos preciosos. Cuenta, por ejemplo, que el padre Tito le quiso regalar su rosario. Un rosario que había hecho con trocitos de madera y con botones. Y ella lo rechazó, en principio porque dijo que no creía en esas supersticiones católicas, pero luego acabó aceptándolo.
Impresiona que ella dijo: “Aquel hombrecillo me miró y tuvo compasión de mí”. Pues yo creo que esto dice mucho del talante espíritu del padre Tito; fue él que era la víctima el que se compadeció de aquella muchacha que estaba viviendo y trabajando en aquel lugar horrible y bueno, pues su testimonio fue importante en la canonización”.
Padre Tito escribe a su obispo para que no tenga ningún tipo de remordimiento porque él estaba en la cárcel…
“El arzobispo se quedó como un poquito pesaroso de no haber ido él personalmente a hablar con los directores de periódico. Entonces, hubo varias cartas desde la cárcel y desde el campo de concentración.
El padre Tito insiste a los carmelitas y a su familia: ‘Digan al arzobispo que no se preocupe, es mejor que lo haya hecho yo a que lo haya hecho él, que hubiera sido muy peligroso. Solo cumplí con mi deber’.
Primero la talla humana, también del arzobispo, que fue un hombre sensible, que se quedó muy preocupado por esto, y segundo, del sentido del deber del padre Tito de su eclesialidad. Padre Tito actuó en nombre de la iglesia holandesa. Entonces yo creo que dice mucho del don de la motivación y de la actitud del padre Tito.”
El papa Francisco, recientemente agradeció a los periodistas que van a las zonas de guerra para cubrir los conflictos y las guerras. ¿Qué piensa usted al respecto?
“La unión de lo que antes se llamaba la UCIP, la Unión Católica Internacional de Periodistas, que ahora cambió el nombre, y organiza cada tres años el premio Tito Brandsma para periodistas que se han destacado por su lucha en defensa de la ética, de la paz y de la libertad de expresión.
No somos conscientes de que el periodismo es también una profesión de riesgo. En estos últimos años, cada año han muerto 40, 50 periodistas en zonas de guerra, en zonas de conflicto. Entonces es una profesión que tiene también una parte de heroísmo y que provoca la admiración.
Hay gente que cree que son verdaderos héroes en defensa de la información. Yo creo que la figura del padre Tito puede ser muy significativa en este sentido, para recordarnos que hay también mucha gente muy vocacional que está trabajando al servicio de la verdad y de la comunicación. Entonces poner a estas personas bajo la protección del ‘santito’, pues yo creo que también sería muy. Por eso esta petición de que sea patrono de los periodistas”.
Elegir la coherencia como compañera nos protege del escándalo y nos apoya sólidamente en las crisis comunicativas. ¿Qué opina usted al respecto?
“Bueno, pues yo estaría totalmente de acuerdo. No podemos pedir transparencia a la sociedad y ocultar nosotros la verdad. Yo creo que, como ha dicho el Papa en varias ocasiones, es un servicio a la verdad y por lo tanto a la Iglesia.
La verdad siempre hace libres. Hay medios que tienen una especial fijación con la iglesia y actúan un poco en los límites. Pero en cualquier caso, yo creo que siempre es positivo que se destapen estos escándalos y donde los hubiera, siempre con prudencia, pero también con valentía, con honestidad, con transparencia.
El ejemplo del padre Tito puede ser significativo. En definitiva, los periodistas están haciendo también un servicio a la Iglesia y directamente a la verdad. En el tema de los abusos, estamos hablando también (¡sobre todo!) de víctimas, pues ahí el compromiso de la Iglesia tiene que ser muy fuerte siempre. El criterio primero de cualquier actuación y, por lo tanto, también de la información, tiene que ser las víctimas.”