Eran las doce y cuarto de la noche del 1 de octubre de 1970. En plena noche tropical, repicaban las campanas de la leprosería de Dibamba, en el oeste de Camerún. Afuera, los pacientes cantaban y bailaban. A la edad de 23 años, Robert Naoussi acababa de devolver su alma a Dios.
"Santa Teresita de Lisieux vino a buscarlo”, escribiría más tarde el padre Raymond, que lo acompañó durante su enfermedad.
Era una imagen gozosa de todo lo que Robert sembró en ese lugar, donde aún hoy reina una paz inexplicable.
Un fervor inusual
Robert Naoussi nació en 1947 en Camerún en una familia pobre con un padre polígamo.
A la edad de 7 años, le pidió al sacerdote de la misión de su pueblo que lo bautizara. Su fervor sorprendía a quienes lo rodeaban. Era él quien corría a tocar las campanas para la oración. Soñaba con ingresar al seminario, pero su hermano mayor se oponía.
Enviado a la escuela secundaria lejos de casa, vivía con un hombre del lugar. Por la mañana, cuando no había suficiente para comer, Robert a menudo le daba su parte al hijo de su anfitrión y se iba a la escuela con el estómago vacío.
La lepra más grave
Enfermó cuando tenía 16-17 años: era lepra lepromatosa, la forma más grave. ¡Qué calvario para Robert, que tenía proyectos tan bonitos!
Fue llevado a la leprosería de Dibamba en mayo de 1969. Abatido, le preguntó al capellán por qué estaba allí. “Solo Jesús puede responderte”, le dijo.
Durante tres días, Robert oró, sin comer, beber ni dormir. Y finalmente entendió: “¡Estoy aquí para que mis hermanos y hermanas puedan conocer a Jesús!”.
Un sí total
“A partir de ese momento, nunca más se quejó. Su ‘sí’ fue como el ‘fiat’ de María: un sí definitivo, total y gozoso”, dijo una monja que conocía bien a Dibamba.
Robert supo un poco más tarde que no podía curarse. Durante ese año de grandes sufrimientos, oró por los demás y acogió con alegría a los que iban a verlo.
El padre Raymond le leyó la vida de santa Teresa de Lisieux: una “revelación” para el joven, que comprendió que podía ser misionero con su sufrimiento.
Sus amigos no conocían a Jesús y sus corazones estaban tristes. “Daré mi vida para que sean felices. Mi enfermedad es mi herramienta para despejar el camino al cielo para otros”, dijo el joven.
Impresionó a los que lo rodeaban con su sonrisa y su fe, sufriendo la enfermedad muy dolorosa con abandono a la voluntad de Dios.
Lecciones del sufrimiento
Finalmente falleció el 1 de octubre de 1970. “Papa Louis”, su enfermero hasta el final, “nunca había visto tanto sufrimiento”.
“El buen Dios me dio el coraje para trabajar con Robert. Una vez me dijo: ‘Quiero que Dios me dé aún más dolor para que la lepra se vaya de este mundo'”. Robert enseñó que el sufrimiento no se debía a maleficios, como a veces se piensa en África.
“Aquí, es el amor lo que cura”, dijo Marie-Pascale, misionera carmelita en Dibamba, en una entrevista de 2020.
Rodeados de ternura y cuidados, los enfermos encuentran allí una profunda confianza en Dios.
El poder de su testimonio
El testimonio de vida de Robert se ha extendido por toda la diócesis de Douala y más allá. Lo atestiguan los numerosos peregrinos que acuden a su tumba todos los fines de semana, incluidos los jóvenes de la escuela de evangelización “Robert Naoussi”.
La institución fue creada en 2005 inspirada en el ejemplo del joven leproso, y su objetivo es aprender a hacer del sufrimiento un instrumento de evangelización.
“La actividad principal es la oración, especialmente la adoración”, explica el padre Batoum, fundador de este movimiento que actualmente incluye a unos 50 jóvenes y adultos.
Robert abre el camino a muchos
La influencia de Robert va más allá de las fronteras: Michèle Atlmeyer, profesora de teología en el este de Francia, se lo presenta a sus alumnos como inspiración.
Todos los años, durante 20 años, ha mostrado un video de su historia a sus clases. Sus alumnos no tienen lepra, pero sí tienen otros tipos de enfermedades espirituales, “otras formas de pobreza, que incluyen no conocer a Dios y, a menudo, verse privados del apoyo de la fe”, dice ella.
“¡Robert abrió el camino para muchos de los adolescentes a los que se lo he presentado!”.
El padre Daniel Ange hizo a Robert Naoussi padrino de la escuela de evangelización “Jeunesse Lumière” y lo considera un modelo de santidad para los jóvenes.
Los que escuchan el testimonio de Robert quedan profundamente afectados en sus vidas. Esperan con impaciencia que su causa (para la que se está recabando documentación) sea presentada a la Congregación para las Causas de los Santos.
Por Marthe Taillée