Hay una canción que me encanta. Recuerdo los días de la infancia en la ciudad costera de Colón.
Asistía al Colegio Paulino de san José, regentado por unas bellas monjas franciscanas. Arriba del colegio había una capilla.
Y esperaba con ilusión mi encuentro semanal con Jesús. Los domingos en Misa solíamos cantarla.
Ciudadanos del cielo
Yo lo hacía a viva voz y me quedaba al terminar la sensación de ser un ciudadano del cielo. ¿La conoces?
Nos hallamos aquí en este mundo,
este mundo que tu amor nos dio;
más la meta no está en esta tierra:
es un cielo que está más allá.
Somos los peregrinos,
que vamos hacia el cielo,
la fe nos ilumina:
nuestro destino no se halla aquí.
No olvides lo más importante
Este es un mundo temporal, no es nuestra patria. No te aferres a él.
Muchos lo hacen, desesperados por acumular riquezas que se perderán.
Con sus constantes tentaciones nos absorbe para que anhelemos sus tesoros, goces materiales y abandonemos la oración.
Sí, ocurre a menudo, lo he notado. Descuidamos la oración y nos alejamos de Dios.
¿Qué riquezas queremos?
Porque nos atraen el éxito, la soberbia, la gula, el poder, el dinero, la lujuria, la pornografía, las habladurías, señalar a los demás.
Recuerdo haber leído la historia de este hombre, millonario que antes de morir dejó en su testamento que deseaba ser enterrado con todo su dinero.
Y los familiares estaban por perder la herencia, hasta que uno de los hijos tomó un cheque, escribió en él la suma total del dinero de su papá y lo metió en el ataúd.
Acumulamos riquezas donde no debemos.
Abre tu Biblia y lee el santo Evangelio según san Mateo 6, 19-21:
La eternidad en juego
Trato de comprender y me cuesta. ¿Por qué tanto afán por el dinero? Es cierto, se necesita, pero no tanto como para obsesionarse por él.
Somos limitados para comprender muchas cosas por nuestra humanidad.
A mi edad todo se ve con más claridad y puedo decirte que el peligro que enfrentas siendo ingenuo, indiferente, sin verlo, podría hacerte mucho daño. Más del que imaginas si no le prestas atención.
Suelo reflexionar en ello. Alimento mi cuerpo, hago ejercicio para mantenerlo saludable. Y mi alma que es inmortal la llevo descuidada, enferma o muerta. ¿Por qué?
Debes reaccionar. Porque es tu alma, tu eternidad. Corres el riesgo de perderte.
Elige el Paraíso
La visión del infierno que la Virgen le mostró a los 3 pastorcillos para que el mundo supiera que existe, donde van los pobres pecadores, es aterradora.
Así que no te dejes, vales demasiado, lucha contra esa tentación, no caigas otra vez.
Y elige la vida eterna, el Paraíso, la felicidad al lado de Dios.
Al final todo esto trata de salvar nuestras almas para la eternidad, y salvar cuantas almas podamos.
¡Pues Ánimo! Podemos ganar. Basta esforzarnos un poco. Es como decía el buen padre Pío:
¡Dios te bendiga!