El padre Fernando Vera, mexicano perteneciente al Opus Dei, había servido en Rusia por siete años. Bastó una referencia suya sobre el tema de Ucrania, durante la homilía de la víspera de Pascua, para que las autoridades le retiraran el permiso de residencia y en 24 horas –no más—tuviera que abandonar el país y volver a México.
Vera había sustituido al padre Igor Kovalevsky como párroco de los Santos Pedro y Pablo, en Moscú en 2017, cuando el templo fue devuelto, parcialmente, al arzobispado de la capital rusa encabezado por el arzobispo Paolo Pezzi. Se trata de una construcción histórica situada en pleno centro de la capital rusa, a unos cuantos metros de la parroquia de San Luis de los Franceses y también cercana a la Catedral de la Inmaculada Concepción.
El dato tiene relevancia, porque el templo de San Luis atiende a la comunidad católica francesa mientras que la Catedral fue construida por católicos polacos, por lo que la parroquia de los Santos Pedro y Pablo atendía a los católicos rusos, quienes reconocieron que el padre Vera tenía “la costumbre de llamar a las cosas por su nombre”.
Con la invasión a Ucrania, esto dejó de ser una virtud en tierras dominadas por Vladimir Putin. Y, como subrayan los feligreses al servicio informativo Asia News: “Aunque se tomen todas las precauciones necesarias, hoy en día es difícil no caer en el delito de ‘difamación de las autoridades y del ejército’, aunque sólo se mencione la ‘guerra’ que se está librando en Ucrania”.
Aleteia ha querido saber de viva voz del padre Vera cuál fue el motivo de su expulsión. Sin embargo, el director de la Oficina de Información del Opus Dei en México, Carlos Ruíz, explicó que “en consideración de las circunstancias actuales” el presbítero prefiere no exponer a los sacerdotes y misioneros católicos que atienden en las 300 parroquias católicas que existen en el inmenso territorio ruso.
Cabe recordar que el presidente Putin, promulgó el pasado 25 de marzo una ley que castiga con hasta 15 años de cárcel las "informaciones falsas" sobre “las acciones de Rusia en el extranjero” y castiga la "difusión pública de información deliberadamente falsa bajo la apariencia de información fiable" sobre las "actividades de los organismos estatales rusos (y entre ellos, principalmente, el Ejército) fuera del territorio ruso".
A los ciudadanos rusos les puede costar una multa o penas de cárcel, mientras para un misionero extranjero –como fue el caso del sacerdote del Opus Dei-- significa perder el derecho a permanecer en su puesto, sin ni siquiera recibir el aviso de 48 horas que se da a los diplomáticos para ser expulsados.
El Opus Dei inició labores de evangelización en Rusia en 2007. Para 2013, el entonces vicario del Opus Dei en Moscú, el padre José Antonio Senovilla García, manifestó que el Opus Dei había ido a Rusia a “ayudar a la gente a ponerse delante de Jesucristo, y encontrar así a Dios en la vida ordinaria”. Y, también, había venido “a aprender del pueblo ruso”.
Con la invasión a Ucrania todo ha cambiado. El arzobispo Pezzi, sustituyendo al padre Vera en los oficios de Semana Santa y de Pascua, ha sido extremadamente cauteloso en su lenguaje sobre el papel de los católicos ante un mundo “que se encuentra en llamas”.
Los católicos –dijo el prelado—“escuchamos los gritos de dolor de los que mueren, y quisiéramos ayudarles, ser ángeles de la guarda y consoladores, pero sólo podemos actuar junto a Cristo Crucificado”.