Después de tres décadas sin vocaciones, el pasado mes de julio el Monasterio de Monjas Dominicas de Santo Domingo el Real de Segovia acogía a una nueva religiosa profesa perpetua: sor Evelyn del Niño Jesús, procedente de Singapur.
Sí, ha leído bien, de Singapur, ese pequeño país asiático con una renta per cápita dos veces superior a la de España. Evelyn dejó su trabajo como azafata de vuelo de una de las líneas aéreas más importantes de su país para consagrarse a Dios en una vida de oración y trabajo.
“Tenía toda la vida lujosa que quería, pero me di cuenta de que nada podía realmente llenarme”, recuerda la religiosa, que en enero de 2018 ya había pronunciado los votos temporales de pobreza, castidad y obediencia en el Monasterio de Segovia.
Del protestantismo
Evelyn había recibido el bautismo en la iglesia protestante y, como ha revelado en una entrevista concedida a la Fundación DeClausura, “siempre buscaba a Dios. Buscaba la Verdad, aunque no era muy religiosa”.
“Estuve en la escuela y el colegio protestante durante doce años --rememora--. Más tarde Dios me dio la gracia de entender la enseñanza acerca de la llave de Pedro a través de un amigo católico y fui aceptada en la Iglesia católica”.
Como azafata, Evelyn viajaba mucho en vacaciones a Roma y solía ir a una de las iglesias más bellas de la Ciudad Eterna, la de Santa María de Minerva, donde se encuentra enterrada la gran santa dominica, santa Catalina de Siena.
“Tengo una amistad espiritual con ella --confiesa sor Evelyn--. De hecho, le llamo ‘madre’, como la gente de su tiempo, y comparto su mismo carisma de ‘veritas’”, la búsqueda y la fidelidad a verdad.
“Más tarde, en Singapur, las hermanas de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta me presentaron a un padre dominico que celebraba la Misa con ellas. Así conocí a los dominicos españoles. Uno de ellos es de Segovia y fue quien me presentó a las que hoy son mis hermanas”, sigue explicando sor Evelyn al explicar cómo ha decidido consagrar su vida a Dios en esa localidad.
No todo ha sido sencillo para Evelyn. Para su familia fue bastante difícil aceptar la decisión de dejar todo para entrar en el monasterio.
“Tenía una vida muy cómoda --reconoce la religiosa--, pero en Asia las personas son bastante religiosas, y este sentido la religión les ayuda a aceptar la vocación, poco a poco. Ahora están de acuerdo porque saben que estoy feliz aquí”.
“Lo importante es que Dios nos busca, hasta que nos damos cuenta”, asegura sor Evelyn. “Cuando empezamos a sentir que nos falta ‘algo’ porque lo que tenemos no nos llena hay que ser muy sincera consigo misma, y saber lo que quiere de verdad”.
Misión en la clausura
El lema de la Orden de las dominicas reza: “Alabar, bendecir y predicar”. Parecería paradójico que, para vivir esta misión, sor Evelyn haya decidido consagrarse a Dios en un monasterio contemplativo.
Pero ella explica que esta misión se vive “con el silencio y la oración. No hay que hablar mucho, porque la existencia de una monja de clausura puede hacer más que si está en el mundo, por su vida de oración, por su vida de caridad con sus hermanas…”.
“Y aunque mucha gente ni entiende nuestra forma de vida ni sabe de nuestra existencia --reconoce Evelyn--, la vocación de la monja de clausura en el monasterio es como el corazón para el ser humano. No lo vemos, pero es vital. Así es la vida de una monja de clausura en la Iglesia”.
Un día en la vida de una dominica contemplativa
Sor Evelyn del Niño Jesús revela con sencillez cómo es un día en la vida de su monasterio.
Comienza, como es sabido, con la oración. “Desde el amanecer oramos para mantener la unión con Dios y con la humanidad --aclara--. La Constitución Sacrosanctum Concilium nos enseña que la liturgia ‘es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza’”.
“Por la mañana trabajamos para unirnos a la gente, que se gana el pan con esfuerzo y sudor. Después de comer, tenemos un tiempo de recreo y por la tarde, estudio, que tiene mucha importancia en nuestra Orden”.
“Para las monjas, el estudio no solo nutre la contemplación, sino que remueve los impedimentos que provienen de la ignorancia --subraya la religiosa dominica--. Además, el estudio informa el juicio práctico y es también una manera de iluminar la mente por parte del Espíritu Santo”.
“Y a las 7 de la tarde recibimos la fuerza que mana especialmente de la Eucaristía”, reconoce.
Todo cristiano es contemplativo
Sor Evelyn rompe esquemas asegurando que “la vida contemplativa no es solo para las monjas o los religiosos. En efecto, la contemplación, o la amorosa mirada del alma a la Verdad divina, es para todos los cristianos”.
“Es cierto que la vida religiosa nos da una vida que favorece a la búsqueda de Dios, pues es una llamada de Dios. Cuando doy la respuesta a Dios y me pongo de acuerdo con su Voluntad, me siento feliz. Para mí, la religiosa puede dar su vida no solo totalmente a Dios. También, por el Señor, totalmente a la humanidad”.
“Soy una pecadora --confiesa Evelyn--, pero Dios quiere que yo sea como un centinela ante el mundo para decir ‘Dios está. Hay Dios. Hay eternidad’”.
El secreto de la sonrisa
Lo que atrae a Evelyn de la vida de una monja de clausura “es aceptar el Amor de Dios, es la unión con Dios para hacer su Voluntad”.
“Solo quiero dar gracias a Dios por esta llamada y por el don de la vida religiosa”, asegura.
Si hay algo que cautiva de sor Evelyn es su imborrable sonrisa. A quien le pregunta a qué atribuye ese secreto, ella responde sin dudar: “A la felicidad en Dios”.
Ahora que es “esposa de Dios”, tras la profesión perpetua, explica que esto supone sencillamente “Una mayor intimidad con Él”.