Objetivos claros y compartidos frente al reino de la arbitrariedad
Un positivo clima escolar implica el reconocimiento y aceptación por parte de sus actores educativos de unas reglas de funcionamiento reflexionadas y explícitas. Un positivo clima escolar, supone que nada de lo que atañe a la vida del centro está dejado al azar. Significa que la arbitrariedad, entendida como aquella actitud en la cual cada uno hace la guerra por su cuenta, ha desaparecido.
Todo tiene un sentido pensado y contrastado: el profesorado, los directivos, los mismos estudiantes, incluso las familias saben cuál es el plan estratégico, para decirlo en lógica empresarial, para los siguiente cuatro años.
Los objetivos educativos, formativos, morales están claros y escritos. Y en muchos casos estos objetivos están temporalizados de un modo realista. En una palabra: son asequibles y, sobre todo, consultables. Y facilitan que todos los actores educativos –maestros, estudiantes, directivos, familias, personal de administración y servicios- se sumen armónicamente. Siempre en un clima de apertura, libertad y flexibilidad para no caer en la tiranía de las normas o los objetivos.
Las normas nos ordenan la vida
En un centro en el que se cuida el clima escolar significa que imperan unas normas de respeto, unos valores de cuidado, un talante de trabajo y estudio que deben ser seguidos para alcanzar la coherencia de un proyecto. Se sabe qué va pasar si no se asiste a clase, o si se comete un acto de acoso sobre un compañero. El cuidado del material, de las instalaciones es fundamental.
Quizá lo más importante es que el mejor clima escolar presida el aula para generar el máximo conocimiento. Y eso significa que la voz del maestro, su magisterio, también la voz de los alumnos cuando preguntan o intervienen, son respetadas en un grado máximo. Y el acuerdo en estas pautas es tan alto que todo el personal, profesores, directivos, familias, sobre todo los alumnos, saben a qué atenerse.
Cada actor escolar sabe lo que se espera de él. Y cuando todos saben cuáles son las altas expectativas realistas, entonces, la indisciplina decrece. Y aumenta la sensación de que se esté en un lugar acogedor, familiar.
Entonces la escuela se ha convertido en una comunidad donde las relaciones son amigables, atentas, corteses, y también serviciales. Y en esa misma medida, desde esa perspectiva, el clima de confianza prospera haciendo crecer el sosiego afectivo, el bienestar personal y la seguridad de cada actor. Las cosas no siempre saldrán como se espera, pero el talante de base contiene la caja de herramientas para su resolución.
Autoridad académica de prestigio y autoridad en el aula
El clima escolar cuando funciona mejor es cuando es entendido, compartido y vivido como condición de posibilidad de unos objetivos en los que todos los actores creen. No hablamos de un sistema disciplinario conductista.
Hablamos de una escuela en la que la autoridad del profesor se funda en su preparación, en la calidad de sus clases que le permiten reclamar atención y aplicación. Y la atención de los estudiantes emerge del reconocimiento en esa autoridad ganada. Y los estudiantes valoran entonces este liderazgo del profesor y responden dando lo mejor de sí mismos también: trabajo concienzudo, amabilidad, acatamiento de los criterios por todos conocidos, respeto. Y entonces se crea un clima de seguridad como venimos insistiendo.
Cada estudiante puede expresarse tal cual es sin miedo a una discriminación, desprecio o exclusión tanto por parte de los profesores como por parte de los iguales. Y esa tranquilidad conduce a desplegar lo mejor de sus talentos. Los estudiantes terminan siendo obedientes por adhesión, convencidos de que esa lealtad al maestro redunda en beneficio propio. Es otro tema: pero debemos recuperar la mejor versión de la obediencia escolar y familiar.
Los efectos positivos del clima escolar
En esa dirección las aulas expelen sosiego, silencio, ganas de aprender, seriedad, trabajo. En definitiva, se crea un clima de atención, de concentración que facilita que el maestro, el profesor ofrezca y despliegue toda la calidad de la preparación de su clase. La motivación de los estudiantes se consigue -no a costa de “golosinas metodológicas”, divertimentos, juegos o espectáculos- sino sobre el gusto de crecer en conocimientos, en sabiduría, en madurez.
Y los estudios más serios han constatado qué sucede cuando el clima escolar se pone en marcha:
Genera un ambiente en el que las relaciones son propositivas, capacitadoras, ilusionantes en casi todos los feed-backs entre los actores educativos posibles. En el aula, fundamentalmente, pero también en las instalaciones deportivas, en la biblioteca y en el comedor, etc.
El engranaje escolar bien engrasado no se ciñe, consecuentemente, solo al aula. Está en el buen gusto que permea todo en la escuela. En las formas y en la urbanidad: en los pasillos, en la indumentaria, en el comedor compartido con los profesores. En una biblioteca que es un espejo de toda la escuela y donde a menudo tienen lugar actos culturales. También en la vida deportiva, en las actividades co-curriculares dentro o fuera de la escuela más allá del horario lectivo.
Los resultados académicos mejoran, y, además, a medida que el estilo y el clima escolar es más reconocible con el tiempo, más visible con los años, y está más asentado en su funcionamiento más fácil es mantenerlo e incluso mejorarlo.
Decrece la indisciplina, las expulsiones, los conflictos y las conductas de riesgo y la salud de los estudiantes.
Cae el fracaso escolar y el abandono escolar
El acoso (bullying) escolar presencial o digital decrece
Una de las claves de la adhesión a las normas es la conciencia de formar parte de un proyecto grande, bien organizado, estimulante en la medida que pertenecer a él es una oportunidad que no se puede desaprovechar. Entonces la respuesta a la exigencia de todos los actores educativos se convierte en un gozo y una satisfacción hondos.
Y ahí el ambiente que crean las familias es, quizá no la mitad, pero si parte importante del mantenimiento del clima escolar positivo. Las familias, los padres, primeros educadores, viven en sus casas, en sus salidas, en su cultura y valores dinámicas semejantes. Viven un clima familiar que se alinea con el clima escolar.
Cultura escolar muy reflexionada
En los estudios sobre estos temas se puede distinguir entre el clima escolar y la cultura escolar. El clima anda más en el ámbito de las percepciones y los resultados. Sin embargo, hay un plano más profundo que alimenta el clima escolar y nace en la cultura escolar.
Ahí están las ideas fundamentadas que emergen en los filósofos, psicólogos, artistas y literatos, pedagogos y estudiosos que llevan siglos trabajando hasta hoy mismo, pensando cuál es la función de una escuela o cuál es la verdad de la educación. Y esta tarea requiere mucho estudio, lecturas, ciencia pedagógica, fundamentos e ideas grandes y audaces. Y
hoy la audacia radica en recuperar la sabiduría de siglos confirmada hoy por la mejor psicología, la mejor sociología que ofrece los datos más relevantes en la pedagogía comparada. Y también desde las mejores iniciativas de éxito de hoy mismo.
Solo un ejemplo: la estadounidense The Writing Revolution. Y, la igual que en la medicina, aunque en otro plano, hay que contrastar avances, intercambiar opiniones, buenas prácticas, rechazar fracasos y progresar en favor de los estudiantes, de la sociedad, de la movilidad social y no en beneficio de las ideologías más peregrinas, aisladas y casi siempre utópicas. Los buenos resultados son muy tozudos y las mejores escuelas, y su clima y cultura escolar, destacan con luz propia.