Quiero hacer las cosas bien, vivir lo que Dios quiera que viva, elegir lo correcto, lo más sano, lo más puro, lo más grande. Pero no lo hago.
¿Tendré una segunda oportunidad si un día me equivoco y no hago lo que me hace bien?
¿Será Dios un Dios de las segundas oportunidades?
Sí, creo en ese Dios que sale a mi encuentro cuando estoy huyendo. Cuando le he dado la espalda en mis errores, en mis pecados.
Entonces me mira a los ojos y me dice que no tenga miedo. Que lo puedo volver a intentar.
Sin miedo a equivocarse
¿Hay segundas oportunidades? Siempre detrás de un santo hay un pecador. Delante de un pecador puede haber un santo.
Puedo cambiar las sombras con un poco de luz. Y puedo sembrar esperanza pese a todos mis miedos.
¿Pero seré fuerte esta vez? ¿Conseguiré hacerlo bien en medio de mis dudas e incertidumbres?
Pues no lo sé, el futuro no está bajo mi control. Pero Dios me dice que confíe y no tenga miedo.
Porque es el Dios de mis segundas oportunidades. Ahora quizás puedo hacerlo mejor. ¿O no?
Dios respeta mi libertad
Los hombres de Dios encuentran la paz en el camino porque viven arraigados en su corazón. Así debería ser más fácil.
Pero Dios respeta al máximo mi libertad. ¿Y por qué lo hace? ¿Acaso no conoce mis torpezas y ha vivido mis caídas?
No acabo de entender a este Dios misericordioso que me ama tanto que me da lo más sagrado que tengo, la libertad.
Sí, puedo ser libre para elegir, para optar, para decidirme. No me quita esa libertad. No me fuerza, no me presiona.
Me deja solo para que suba a lo alto de la montaña y atraviese los bosques más espesos. ¿Cuál será la vereda exacta, el sendero preciso?
Siempre luchar
Dios es un Dios de la vida, de la Gloria, de la Resurrección, de la alegría, de la esperanza. No es un Dios del Calvario.
La cruz forma parte de la vida. Igual que la resurrección que sueño y anhelo. Mi mente me puede hundir o puede levantarme en los peores momentos.
Pienso en la fortaleza de mi alma. En mi resiliencia y reciedumbre. Quiero luchar por encima de mis dolores y mis miedos.
Cada día es una oportunidad
Cada día de mi vida es una oportunidad nueva que Dios me da. Decía el papa Francisco:
Tengo la oportunidad de cambiar, de vivir de otra manera, de resistir cuando nadie me da esperanza, cuando nadie cree en mí. Cuando la duda entra en mi corazón y en el de los que me aman y rodean.
Elijo vivir, elijo el amor, elijo el bien, elijo la esperanza. Elijo luchar hasta el último aliento de vida.
La mejor medicina
Me sostiene esa mano de Dios que viene a mí en los momentos de dolor. Adriana Arreola comentaba cómo ha vivido su enfermedad del cáncer:
Dios tiene segundas oportunidades. Dios vuelve a elegirme incluso cuando yo me olvido de Él.
Mi mente puede hundirme y hacerme mirar la realidad con amargura. No puedo cambiar el día, no puedo alterar el camino.
Pero sí puedo cambiar mi ánimo para vivir con alegría y paz en el lugar donde Dios me quiere ahora mismo.
Nueva perspectiva
Quiero vivir bien. Amar bien. Mirar bien mi vida y confiar en su poder. No me acostumbro a todo lo que tengo. No pierdo la luz cuando la noche se cierne sobre mí.
Quiero el bien en mi vida, pero no lo controlo. Sí, elijo una forma sana de mirar las cosas. Para vivir las cosas bien tengo que mirar las cosas desde Dios. Decía el padre José Kentenich:
La medida adecuada de las cosas está en Dios. Yo no tengo la mirada correcta. Tengo que distanciarme de mí mismo para mirar mejor las cosas. Con más paz y libertad.
Desde esa perspectiva nueva miro las cosas con más alegría interior. Los miedos se van. Se calma el alma por dentro.
Y confío que Dios es un Dios de vida y de las segundas oportunidades. Puedo volver a empezar siempre de nuevo.