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La parroquia de Raincy tuvo que tomar, a comienzos de este mes de enero, una resolución rara pero prevista por el derecho canónico: dejar de mantener las hostias consagradas en el sagrario principal de su iglesia.
Esta decisión es la respuesta a una serie de profanaciones en la diócesis de Saint-Denis, que ha presentado una denuncia.
Durante la noche del domingo al lunes 10 de enero, las iglesias de Romainville y Bondy, vecina de Raincy, fueron objeto de allanamientos.
El mayor tesoro: la Eucaristía
La luz roja junto al sagrario es el signo habitual de que Jesús está verdaderamente presente en las hostias consagradas.
Por eso la Iglesia anima a los fieles a ir a rezar con Él. Así, el derecho canónico dispone:
Sin embargo, precisamente porque el tesoro albergado en el tabernáculo no tiene precio, la Iglesia sigue siendo consciente del cuidado necesario para protegerlo.
El derecho canónico describe así toda una serie de disposiciones que deben respetarse para evitar que la Santísima Eucaristía sea profanada. Eso suele suceder más con los vasos sagrados que con las mismas hostias.
Por una causa grave
Guardar cuidadosamente la llave del tabernáculo, tener un tabernáculo sólido y fijo, bien cerrado y no transparente: estas son las instrucciones actuales para evitar cualquier riesgo de profanación.
Menos conocido, un párrafo del derecho canónico especifica:
Sólo se invoca la noche como criterio de discernimiento, pero el sacerdote puede juzgar que otra razón "grave" debe llevar a tal decisión.
En este caso, las hostias consagradas suelen guardarse en una caja fuerte en la sacristía que suele albergar los objetos preciosos de la parroquia.
Como la mayoría de los cánones del derecho eclesiástico, esta disposición, hoy poco utilizada, al menos en Francia, es fruto de la historia.
Desde los Apóstoles, los cristianos se han enfrentado al vandalismo.
Recientemente, la Iglesia elevó así al rango de mártires a los monjes de Casamari, en Italia. En 1799, quisieron proteger el Cuerpo de Cristo del ataque de los soldados del Directorio: allí perdieron la existencia, allí ganaron la Vida.
Por Valdemar de Vaux