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Una de las bases del éxito en las relaciones entre padres y tutores es que los padres se vayan comprometiendo desde las tutorías a conocer bien y a fondo a sus hijos para ofrecer la más afinada información a los maestros-profesores. Y por supuesto, en convergencia con el paralelo buen conocimiento de cada uno de los estudiantes por parte del maestro: esas son las claves del éxito.
Entonces: cuando los padres ven que se conoce bien a sus hijos (reacciones, puntos fuertes, puntos débiles, éxitos y fracasos) como estudiantes y personas, crece su capacidad de comprometerse fuertemente con la tarea escolar (parents involvement). Si los padres se sienten escuchados, informados, convocados, como parte activa, el aprendizaje de los hijos va a prosperar y el hijo se va a sentir muy respaldado por la coherencia de los mensajes pactados por parte de padres y tutores.
Seis pasos clave:
1. Es fundamental un tutor-maestro-profesor cordial: en el tono, los gestos, las respuestas, el lenguaje verbal y no-verbal. Y eso culmina en un hecho capital: que los padres se sientan muy atentamente escuchados, en escucha activa, y, paralelamente muy valorados. Hay que evitar de entrada el típico discurso profesoral dirigido a los padres que dura mucho rato y que hasta puede ser humillante.
Hay que empezar por dar cancha a los padres: que hablen ellos. Por parte del tutor hay que empezar con lo bueno y relativizar lo malo porque es solucionable. Y los padres deben acabar conscientes, y es cierto (no es adulación) de que sus contribuciones son valiosas y son actores educativos de primera magnitud. No solo se trata de llegar a acuerdos y soluciones entre padres y docentes. Hay mucho más: quizá el papel fundamental del docente-tutor es el de llamar la atención a los padres para que estén atentos a toda la información que les llega de la escuela y su relevancia. Para que la repasen periódicamente y se pongan en marcha al ritmo de la escuela.
2. Cuando la confianza fluye, elemento básico, el maestro-tutor debe hablar cordialmente, pero sin dejar de ser claro y exigente. El tutor no puede ser demasiado indulgente. Informar bien, dando todos los datos y capacitando a los padres para que pongan solución a esos problemas en casa desde un talante positivo que evite resquemores, juicios precipitados, sentencias desajustadas, soluciones inviables.
3. Una clave es el seguimiento de los temas. Se propuso una solución y el maestro-tutor debe seguirla y celebrar los éxitos –hacer llegar los éxitos a casa vía digital quizá- o quizá refinar y ajustar los pasos en función de la realidad de lo que está sucediendo. En ese sentido, es bueno que el grupo de tutores de cada curso se reúnan alguna vez para hacer un balance de buenas prácticas y también para fijar los errores más comunes.
4. Hay, consecuentemente, encuentros personales y encuentros digitales. Las escuelas, apoyándose en la sabiduría de los tutores-docentes, deben habilitar el mejor procedimiento para la comunicación digital. Debe ser fácil, intuitiva y clara. Informar es vital. No ha de ser constantemente pero sí debe funcionar cuando es necesario. El objetivo es que los padres estén más atentos. Esta información tutorial es una extensión de la información general que da la escuela a las familias.
5. Desde la perspectiva de los padres es bueno fortalecer la satisfacción del maestro-tutor respondiendo sus mensajes con puntualidad y facilitando el feedback. El maestro-tutor necesita, para seguir bregando, notar la colaboración de los padres. Todo lo que sea interactuar con empatía es una posibilidad de incrementar el elemento fundamental de esta relación que va en doble dirección: la confianza. Y para eso hay que pensar varias veces qué se escribe en las redes de contacto o que se dice en la tutoría para no romper lazos que han sido producto de muchos encuentros meticulosos y bien trabajados. De muchas horas de compromiso parental y tutorial que, además, han dado ya muy buenos resultados.
6. Se ha dicho con anterioridad y se insiste ahora. De cada reunión de tutoría de padres ha de salir una toma de decisiones, un plan de acción, y eso exige un seguimiento que se contemplará en la siguiente reunión o en cortas comunicaciones digitales. Quizá no sobra una agenda.
Pero las cosas también pueden progresar vivencialmente. Quizá la mejor tutoría fue la más informal, pero a la vez llena de balances y tuvo lugar en la fiesta final de curso. Ahí, cerca de la amistad (objetivo tan difícil como lleno de sinergias) entre padres y tutores es como se percibe la grandeza de la tarea bien hecha y sus resultados. No olvidemos: una escuela para funcionar debe ser una comunidad de objetivos y fines en sentido fuerte: y eso se logra en la relación fluida.