El profesor. Se llama César de Miguel. Es ingeniero industrial y maestro y ahora ya está jubilado. Fue durante años profesor de Informática en la Universidad de Deusto y desde hace dos años ejerce de nuevo como docente. Esta vez, de forma muy diferente. Su aula es la calle y su alumno un joven migrante llegado a nuestro país en patera.
El alumno
Se llama Evans Isibor y vive en las calles de Bilbao. Es nigeriano, tiene 30 años y llegó a España, como otros miles en patera, buscando alcanzar las costas y labrarse un futuro mejor. Tuvo que dejar a su familia en Nigeria y quiere formarse y trabajar para enviar dinero a los suyos.
Un mendigo con apuntes
Evans pide, en el suelo, con cartones. Al lado de una sucursal bancaria en el centro de la ciudad de Bilbao. Precisamente allí fue donde conoció a su maestro, a César. De tanto pasar a su lado un día se fijó en él. No era un mendigo cualquiera, mientras pedía tenía apuntes en la mano y estudiaba. Esto fue lo que le llamó la atención. Miguel se paró y se interesó por su historia. Evans intenta sacarse el graduado en secundaria y estudiar un ciclo de Formación Profesional para cumplir su sueño: ser albañil. Tener un empleo con el que poder dejar la calle y mantener a los suyos.
Clases de matemáticas en la calle
César no dudó en acercarse a hablar con él y prestarle su ayuda y conocimiento. Desde entonces Evans recibe clase de matemáticas, la asignatura que más le cuesta. César le instruye de forma habitual sentado a su lado, en la calle, cerca de la sucursal bancaria donde por primera vez vio a Evans estudiando.
Hay días mejores y otros peores. El hambre y la situación que atraviesa Evans hace que a veces pierda las ganas, que se venga abajo. Pero en ese momento, las palabras de aliento y el conocimiento de su profesor particular hace que Evans no se venga abajo y continúe con su empeño en graduarse. Encantado con la ayuda, reconoce que a veces se pone nervioso, porque su nuevo profesor es exigente.
Declaración de intenciones
Evans lo tiene claro, quiere trabajar. Sentirse útil y, sobre todo, ganarse por él mismo el dinero y el pan para vivir. Como él explica, y como se puede ver en el cartel que le acompaña en la calle, pide trabajo, no dinero. Puede pasar desapercibido pero es toda una declaración de intenciones. Eso es lo que quiere: Trabajar, hacerlo por sí mismo. Sentirse realizado y completo. Ganarse la vida con el sudor de su frente y ser capaz de mejorar y cumplir el sueño que le llevó a salir de su país en una barcaza. Sabe que esto va a ser temporal por eso pide ayuda para vivir mientras termina su formación con la ayuda de Miguel.
Vocación de maestro
Maestro, esa es la palabra que define a Miguel. Es docente, profesor, en su momento, titular de una asignatura en la universidad… pero sobre todo tiene la vocación de enseñar. Enseñar a quien lo necesita. A quien, por circunstancias de la vida, no ha podido terminar los estudios ni ir a la universidad. Miguel responde a esa llamada, la de un joven en la calle que busca un futuro. Un futuro al que Miguel puede y quiere acercar.
La imagen real es la de un maestro agachado junto a su alumno que, al tiempo que resuelve operaciones y problemas en un folio con su lápiz, pide acompañado de un cartón y una hucha buscando la solidaridad de la gente.
Es la ayuda desinteresada y el empeño de un hombre que busca el bien de otro sin esperar nada a cambio. Una imagen que me recuerda ese pasaje de la Biblia en Mateo 25 en el que preguntan a Jesús:
Aquí puedes ver a ambos, en la noticia que dio Antena 3.