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Es un hecho sabido que, cuando una mujer se cambia el corte o el color de pelo, quizás haya algo a punto de cambiar en su vida, y si no te das cuenta… ¡es muy probable que ese algo seas tú!
Si el pelo fucsia, rosa chicle o las mechas shatush hablan de un deseo de lo novedoso, de rebelión o de un cambio de capítulo, nuestro pelo también es capaz de contar historias silenciosas, incluso cuando no está ahí.
Esta es la historia de Aurora, la “mujer del pañuelo”. Un linfoma no Hodgkin en el útero la obligó en 2014, con 41 años, a someterse a una histerectomía, tras negarse a ceder frente a un diagnóstico inicial de inoperable. Según contó al servicio de noticias Ansa:
Descubrir que somos más fuertes de lo que creemos
Aurora se sometió a ocho ciclos de quimioterapia, con una sesión de dos días cada 14 días. Perdió el pelo por completo, como relató a Ansa:
Nadie le da mucha importancia a la pérdida de cabello en una situación así: lo urgente e importante es derrotar al monstruo.
Aun así, opino que, en una situación que ya es difícil en sí, mirarte al espejo y tener que abandonar incluso una parte de ti que te hacía sentir “tú misma” es un peso que se suma a la ya pesadísima carga. Luchas, por supuesto, pero es más difícil hacerlo cuando la enfermedad te lo arrebata todo, incluso un aspecto tan innecesario y superficial pero que es importante para poder decir: “¡Sigo aquí y sigo siendo yo, a pesar de todo!”.
La “mujer del pañuelo”
Aurora se negó a ceder: el tumor no le arrebataría su feminidad.
Optó por no usar peluca. “No tenía que esconderme frente a la enfermedad y no me importaba que la gente me mirara”, explica. Sin embargo, siempre vistió con pañuelos coloridos nuevos, enrollados de diferente modo en su cabeza para crear “peinados”.
En la actualidad, Aurora ha vencido la enfermedad, pero no ha dejado de crear con sus queridos pañuelos: se unió a la asociación de voluntarios que la atendieron en su hospital mientras estuvo allí, apoyando a otras mujeres en la misma situación. Según comparte en su entrevista con Ansa:
Ayudar a descubrir en vez de a esconder
No se trata solo de “esconder” nuestra cabeza calva o los signos del cáncer, sino más bien “descubrir” algo nuevo en nosotras, incluso frente a la enfermedad, descubrir una fuerza que no creíamos que teníamos.
Es curioso cómo un simple trozo de tela puede movernos de una perspectiva de miedo a una de esperanza.
Y además, todo guerrero tiene su casco de batalla.
¡Y si es colorido y de seda, mucho mejor!