Valero o también llamado Valerio, nació en el siglo III, según se cree en Zaragoza.
Procedía de la importante familia romana Valeria, que se trasladó a España poco antes de su nacimiento.
No hay detalles más precisos sobre sus orígenes y sobre el período anterior a su episcopado.
Llegó a ser obispo de Zaragoza a principios del siglo IV, fue maestro y confesor de san Vicente mártir.
La tradición dice que Valero era de “difícil palabra” (tartamudo). Por ello dirigió la atención principal a su fogoso diácono Vicente, para que él hablara por ambos.
Participó con otros dieciocho obispos en un concilio que se celebró en Elvira (la actual Granada) siendo el primer concilio celebrado en Hispania.
Martirio y exilio
Persecución
En el año 303 los emperadores Diocleciano y Maximiano habían comenzado la persecución contra los cristianos.
Y en ese momento España estaba gobernada por Daciano, un perseguidor muy cruel.
Encarceló a Valerio y a Vicente y ordenó que los llevaran juntos a Valencia. Los dejó sin comer por mucho tiempo con la esperanza de romper sus resistencias y hacerlos renegar de su fe, sin conseguirlo.
Al final fueron separados. Vicente fue martirizado. Y por cuestiones políticas del momento, Valero fue torturado con azotes, que consistían en cuerdas con bolas de plomo y exiliado.
Veneración
Se dice que durante el exilio en Anet (Aragón), Valero, al conocer la noticia del martirio de Vicente, mandó construir una iglesia en su honor.
Sus reliquias
Después de unos doce años de exilio, Valerio murió en el 315 en Anet y su cuerpo fue enterrado por cristianos locales en una iglesia ubicada dentro de la fortaleza de La Estrada.
Sin embargo, la iglesia fue destruida por un incendio y la memoria del santo fue olvidada durante muchos años.
El 20 de octubre de 1065, Arnulfo obispo de Roda, guiado por una revelación divina, encontró las reliquias y las transportó a Roda, a la iglesia de San Vicente.
Más tarde con la reconquista de Zaragoza, el brazo y la cabeza fueron llevados por Alfonso II a la catedral de la ciudad de la que el santo había sido obispo.
Su festividad
San Valero, por su “difícil palabra” es el patrono de los tartamudos y también es el patrono de Zaragoza.
La ciudad lo celebra el día 29 de enero, saboreando gustosos roscones rellenos. Es tradición agregar en el relleno dulce un haba y una sorpresa. Será afortunado el que encontrará la sorpresa. En cambio al que le toca el haba, tendrá que pagar el roscón.
A esta fecha alude el dicho zaragozano "San Valero, ventolero y rosconero".
Oración
Dios todopoderoso y eterno,
al celebrar la fiesta del santo obispo Valero,
perseguido por su fidelidad a tu nombre,
haz posible que libres de todo pecado,
lleguemos, por su intercesión,
a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.