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Hace ya 21 años que el 11 de septiembre perdió su anonimato, dejó de ser un día más, uno de esos intrascendentes que no tiene nada marcado en el calendario. Hace 21 años pasó a ser un día, el día que cambió nuestra forma de entender la sociedad. Y lo hizo con uno de esos cambios que en la letra pequeña viene añadido: “para siempre”.
Hace ya 21 años en el que muchos perdimos: las Torres Gemelas, unas 3.000 víctimas y la sensación de “intocables” también en un país de referencia, inexpugnable, fuerte, unido, EEUU. Y a pesar de esos 21 años, el recuerdo es tan claro y tangible que somos muchos a los que nos parece que esto fue ayer. Como diría el tango, 20 años no son nada. Y para los más jóvenes, es un hecho histórico que dejó un museo e imágenes que nos acompañarán para siempre en los libros de historia.
Pero yo aquí, no quiero recordar la historia, quiero revivir la intrahistoria del 11-S y recuperar los mensajes que muchas víctimas dejaron a sus seres queridos al saber que iban a morir. Mensajes cortos, con palabras sencillas, palabras que eran las embajadoras de toda una vida de agradecimiento, representantes de todos los años de amor.
Los últimos mensajes
Qué difícil ha tenido que ser escoger unas pocas palabras para trasladar esas emociones, esos sentimientos y deseos. Esas palabras cumplieron su misión y trasladaron todo el legado sin necesidad de grandes metáforas, hipérboles o juegos de palabras: Bingham pasajero del avión que cayó en los alrededores de Pittsburgh llamó por teléfono a su madre y se despidió: "Solo llamo para decirte que te quiero".
Desde el piso 50 Francisco le dijo a su mujer: “Voy a intentar bajar. Si no lo consigo, te quiero”. La mujer de Alan recibió estas palabras: “Cariño no lo voy a lograr. Voy para arriba”.
Linda Gronlund dejó a su hermana en el contestador el siguiente mensaje: “Te amo y espero poder hablar contigo muy pronto”. Todd Beamer le pide a Lisa Jefferson, supervisora telefónica, que le diga a su esposa y a su familia “cuánto los amo”.
Estás fueron las últimas palabras de todas esas personas, palabras sencillas pero que tienen la fuerza de la eternidad. Cerradas con un lacre que tiene grabado el sello de lo imperecedero. Palabras que surgen de la certidumbre , sin dudas. Palabras rotundas, claras, sin condicionales. son palabras que salen del corazón y nos roban los nuestros.
Como las del Buen Ladrón que crucificado al lado de Jesús cometió su último robo, el del corazón de su compañero de agonías con esas palabras finales: “Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
Jesús le asegura, como le aseguró a todas las víctimas del 11 de septiembre hace 21 años: “En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
En ese 11 de septiembre aprendimos muchas cosas, una de las que aprendí yo es el poder, lo irrevocable de las palabras finales. No sé si las diré mañana, dentro de cuatro primaveras o girando la esquina de los 70, pero lo que sí tengo claro es que después de ellos, después de Mr. Square, quiero que mis últimas palabras sean para Ti. Y así conseguir, como el santo ladrón, robarte el corazón.