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La conciencia no es una emoción – lejos de eso

Conscience
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P.. Robert McTeigue, SJ - publicado el 02/09/21
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5 principios que debes conocer y usar para formar bien tu conciencia


Breve diálogo de un hijo con su papá sobre la conciencia:

HIJO: –Papá, ¿cuál es la mejor manera de evitar malas decisiones?

PAPÁ: –La experiencia.

HIJO: –¿Cuál es la mejor manera de adquirir experiencia?

PAPÁ: –Tomando malas decisiones.

El significado de la bondad moral ha sido respondido desde que los humanos empezaron a responder. Cualquier otra cosa que la bondad moral pueda significar, ciertamente debe incluir los siguientes requisitos previos:

    Definitivamente, sería indeseable conocer solo por casualidad los requisitos previos de la bondad moral. “Tomar malas decisiones para adquirir experiencia para tomar buenas decisiones" es un proceso terriblemente peligroso. De la misma manera, debe ser indeseable llegar a los requisitos previos del florecimiento humano por un simple acto de voluntad sin guía e inexplicable.

    El movimiento impulsivo de la voluntad en dirección a las acciones morales buenas o malas, alimentadas por fuertes emociones y guiadas por poco o nada, es lo que hoy en día muchas personas llaman concciencia.

    La conciencia, como se ha entendido durante milenios y la Iglesia lo ha confirmado una y otra vez, no es un impulso emocional expresado por: "Simplemente siento que …"

    El trabajo de la conciencia es antes que nada el trabajo de la razón. La raíz latina de la palabra conciencia (cum scientia “con conocimiento”) confirma eso. La razón hace un juicio de hecho, es decir: “esto es verdad; esto es falso ". Y esta conclusión conduce a un juicio de valor, es decir: “esta acción es buena y digna de alabanza; esta acción es mala y censurable ". Todo esto ocurre antes que las emociones, o al menos debería ser así.

    El problema es que a veces, nosotras criaturas finitas caídas, nosotros pecadores (¡y definitivamente me considero uno de ellos!) deseamos lo que sabemos que es malo para nosotros y nuestro prójimo. A veces deseamos lo que ofende a Dios. Cuando nuestros deseos oprimen nuestra razón, el conocimiento de los hechos puede ser reprimido, distorsionado o incluso eliminado.

    De hecho, como el diablo es inteligente, explora nuestros deseos por lo que es impío, y entonces nos dice que podemos "bendecir" nuestras malas decisiones, repitiendo la palabra "conciencia". El diablo sabe que esto es un truco; nosotros también deberíamos saberlo.

    El conocimiento de lo que es verdadero y bueno no es suficiente. Debemos entrenar nuestros corazones para desear lo que la razón indica que es verdadero y bueno.

    De esa manera, una conciencia bien formada (es decir, un compromiso racional con lo verdadero y bueno en todos los detalles) se pone al servicio de un buen carácter moral.

    El carácter es una disposición más o menos estable del alma hacia la calidad moral. De hecho, nos inclinamos por el bien o por el mal. Una persona que ha sido entrenada para hacer lo correcto, de la manera correcta, por la razón correcta, hasta que tal acción se convierta en un hábito, tiene un buen carácter moral. Su razón, su corazón y su voluntad están todos orientados hacia el bien moral y no están inclinados al mal moral.

    Ahora bien, podemos identificar algunos principios generales indispensables para cualquier consideración de conciencia:

      En otras palabras, el papel de la conciencia es involucrar a toda el alma, guiada por la razón, no por las emociones, para orientar a la persona íntegramente a conocer, desear y escoger el bien de forma adecuada, para que podamos volvernos los santos que Dios nos creó para ser.

      De hecho, esta es la obra de toda vida humana y el trabajo de una vida entera. No hay atajos, no hay formas fáciles de adquirir los hábitos de la mente, el corazón, la acción y el carácter necesarios para ser moralmente bueno. La sabiduría de la Iglesia puede enseñarnos cómo hacer esto.

      Y recuerda esto: todo el proceso anterior deja de funcionar con las palabras: "Me siento como …"

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