Cerrar los ojos en una iglesia y escuchar las voces del coro, las teclas del órgano, interpretar hermosas melodías de música sacra, culmina el momento de oración. Durante siglos, compositores laicos y miembros de la Iglesia, han creado hermosas obras de música sacra. En el barroco, despuntaron algunos nombres femeninos, sobre todo en la Italia de la Contrarreforma. Mujeres que vivieron una vida de clausura, rezando y alabando a Dios con sus composiciones musicales.
De todas aquellas mujeres, no siempre suficientemente reconocidas, Isabella Leonarda destacó por su amplia producción musical. Durante más de seis décadas, tras los muros del convento, compuso hasta doscientas obras, todas de carácter religioso, que sirvieron en las liturgias, las fiestas conventuales y momentos importantes de la vida de las religiosas.
Anna Isabella Leonarda nació el 6 de septiembre de 1620 en la localidad italiana de Novara. Una de las hijas e hijos de la noble familia del conde Giannatonio Leonardi, recibió una esmerada educación y como algunos de sus hermanos y hermanas, se consagró muy pronto a la vida conventual. Tenía dieciséis años cuando ingresó como novicia en el Colegio de Santa Úrsula de Novara donde ya habían ingresado dos de sus hermanas y su familia era una de las más importantes benefactoras. En 1639, se consagró como monja e inició una larga vida como religiosa en la que llegó a ser nombrada madre superiora y vicaria.
Parte de su tiempo lo dedicó a la música, disciplina que es probable que ya hubiera estudiado en su noble casa familiar. En 1640, el maestro de capilla de la catedral de Novara, Gaspare Casati, publicó un libro en el que incluyó dos composiciones tempranas de Isabella, algo que solía ser habitual entre los maestros para destacar la obra de sus pupilos. Esto llevó a pensar a algunos estudiosos que Isabella había sido alumna del maestro catedralicio. Dentro del convento, aprendió de la organista y maestra de música, Elisabetta Casata, a tocar el órgano. Ella misma, años después, llegó a ser maestra en la escuela conventual.
Fueran quienes fueran sus maestros, lo cierto es que durante décadas dedicó buena parte de su tiempo a componer piezas musicales de carácter religioso. Motetes, letanías, vísperas, sonatas, magníficats, salterios, responsorios, composiciones que interpretaban las religiosas del convento. Sus Sonate da chiesa, incluidas en el Opus 16, se consideran como las primeras o unas de las primeras sonatas instrumentales publicadas por una mujer.
Las obras firmadas por Isabella Leonarda solían tener dos dedicatorias. Una era siempre para la Virgen María, a quien tenía gran devoción; la otra iba dedicada a una personalidad del momento, ya fueran importantes hombres de Iglesia o incluso el emperador Leopoldo I. No solo era una manera de homenajearlos sino que suponía un modo elegante de invitarlos a realizar importantes ayudas económicas al convento.
La fama de ilustre compositora de Isabella Leonarda no traspasó los límites de la ciudad de Novara, donde estaba considerada como la “Musa de Novara”. Solamente algunos compositores llegaron a conocer su magnífica obra, como un músico francés llamado Sébastien de Brossard quien se lamentaba de no poder tener todas las composiciones de la “incomparable Isabella”. Obras “tan bellas, tan graciosas, tan brillantes y a la vez tan entendidas y tan sabias”.
Desconocida durante mucho tiempo, incluso en la actualidad, muchas personas disfrutan de su obra, interpretada en algunas iglesias, sin saber que las hermosas melodías interpretadas fueron creadas hace siglos por esta magnífica compositora italiana de música sacra.