En cada uno de nosotros hay un deseo de vida. Queremos que sea buena, hermosa y infinita.
Hay algo que nos da la garantía de esta vida. Es la presencia física del cuerpo de Jesús en nuestros cuerpos. La Eucaristía.
En este pasaje del Evangelio, la palabra griega original utilizada para “cuerpo” es “sarks” (σάρξ), que significa literalmente “carne”.
Esta palabra se utiliza para enfatizar deliberadamente la realidad del cuerpo físico de Cristo.
Así, cuando nos acercamos a la Santa Comunión y escuchamos las palabras: “El Cuerpo de Cristo”, eso significa: “La Carne de Cristo”.
Sí, sé que esto no es fácil. Sin embargo, estas son las palabras de Cristo. Él quiere que creamos que la Eucaristía no es sólo un símbolo, sino verdaderamente su cuerpo-carne. Su presencia entre nosotros es real, física.
La Eucaristía es un don tan grande que queremos que se dé también a los demás. Por eso, invitemos a otras personas a la Misa, para que puedan encontrar a Jesús. Especialmente ahora, puesto que no se ha podido comulgar a causa de la pandemia.
Jesús nos espera a nosotros y a nuestros familiares y amigos. Quiere darnos una vida que empieza ahora y que no tendrá fin.
En tu vida cotidiana, ¿agradeces a Jesús el sabor de la plenitud de la vida infinita que te da en la Eucaristía?
¿Se dan cuenta tu mujer, tu marido, tus hijos o tus amigos de que has recibido el Cuerpo de Cristo? ¿Que el Cuerpo de Cristo se ha convertido en tu cuerpo?