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La Conferencia Episcopal denuncia que la calidad de vida se ha deteriorado en Venezuela. “Padecemos una inflación indetenible y una devaluación que ha empobrecido a toda la población”. Para muchas personas, la caridad y el amor cristiano a través de la Iglesia, es la única manera que tienen para mitigar el hambre.
El padre Adolfredo Pérez Ynfante, de la parroquia “Nuestra Señora de los Dolores”, de Caracas, conoce las realidades de las que hablan los obispos y que viven los más vulnerables del país. Nació en Caracas el 23 de noviembre de 1981 y fue ordenado el 26 de julio de 2015. Desde entonces es “un sacerdote con olor a oveja”, como exigió el papa Francisco. Es decir, cercano a la vida de los seres humanos, para llevarlos a Dios.
Formado en el seminario Redemptoris Mater de Caracas, ha trabajado en los barrios más necesitados de Petare y ahora en Los Magallanes de Catia. En su parroquia organiza cada semana el “viernes solidario” para darles un plato de comida a los más vulnerables.
Aunque su parroquia no cuenta con los espacios para un comedor, cientos de personas, incluso de otros sectores de la Metrópolis, acuden a ella. Los empuja la necesidad y el hambre. En la última semana, el padre Adolfredo no sólo entregó un plato de comida, también ofreció un agasajo a los chipilines con motivo del día del niño en Venezuela.
“Me encuentro en esta parroquia desde el año 2019”, relató el sacerdote al ser contado por Aleteia. “La actividad de la parroquia era normal hasta marzo de 2020 cuando el Covid-19 ya era una realidad y se decretó la cuarentena”, aseguró. Antes de ello entregaban algunas bolsas de comida, pero no llegaban a los 20 favorecidos.
“Eran donativos que la gente entregaba en misa, en la cesta de la misericordia. Hacíamos unos pequeños combos (bolsas) con arroz, harina precocida de maíz, granos, pastas y otros”. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, los productos y las donaciones escasearon. Al mismo tiempo, se incrementó el número de personas necesitadas.
“Entonces con un grupo de feligreses decidimos no quedarnos de brazos cruzados ni ser derrotados por la pandemia e instauramos el apostolado de la caridad y la misericordia”, explicó. Comenzaron a elaborar arepas. Algunos fieles llevaron queso, carnes y otros rellenos. Las entregaban con la intención de ser “una comida para llevar”.
Con el cierre de los puestos de trabajo debido a la pandemia, el número de personas necesitadas fue en aumento. Ya no eran 15 personas las que recibían las arepas y un vaso de jugo, sino muchas más. “En estos momentos manejamos un estimado de 130 personas a quienes se les entrega un plato de comida balanceada y completa”. Siempre hay caras nuevas, pero a todos se les atiende por igual porque todos son hijos de Dios.
Explica que a veces hacen pasta con salchicha o proteína de soya; en otra ocasión, se les entrega arroz o pasta con lentejas. Acompañan con tajadas de plátanos, ensaladas o arepas. Aunque la carne y el pollo arroz son muy costosos en Venezuela, resaltó que “se hace el esfuerzo por variar el menú” que se les entrega “a estos hermanos”.
Algunas personas acuden con los niños debido a que por motivos de la pandemia no asisten a los colegios. “A los niños y a los que llegan enfermos les damos prioridad, luego a las mujeres embarazadas y los ancianos”, describió Pérez Ynfante.
Aunque esta labor reúne aspectos humanitarios y de caridad, de momento no tienen una ayuda estable de organizaciones públicas o privadas. “Cada integrante del apostolado asume llevar un producto para preparar la comida de la siguiente semana”. Algunas veces colaboran personas que han conocido el trabajo a través de las redes sociales.
La iniciativa ha dependido, practicante, de la misericordia de Dios. Parece una gota de agua en medio del inmenso océano de necesidades que vive el país, sin embargo, están abiertos a recibir las ayudas necesarias, indicó Adolfredo Pérez Ynfante.
“Si alguna institución o persona desea ayudarnos puede hacerlo a los siguientes números: Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, Cuenta Corriente Bancamiga; 0172-0110-71-1104105687, Rif: J-315441462. También, a través del Pago Móvil Bancamiga (0172), Rif: J-315441462, Teléfono: 0412.929.29.77”, informó.
La falta de comida en Venezuela es una realidad que golpea al 80 por ciento de las familias más pobres y personas en situación de calle. Aunque los supermercados se observan repletos de alimentos, hay un problema: el alto costo los hace inalcanzables.
Según el Centro de Documentación y Análisis para el Trabajador, CENDAS, en su más reciente informe de 2021, la canasta alimentaria para el grupo familiar tuvo un costo de 646.811.174,56 bolívares; es decir, unos 220 dólares americanos. Un trabajador venezolano, apenas recibe 7 millones de bolívares mensuales, menos de 3 dólares.
“Una familia requiere mensualmente de 92 salarios mínimos oficiales de los soberanos sólo para cubrir sus gastos básicos en alimentación”, precisa el informe consultado por Aleteia. Solo para poder adquirir los rubros que contienen la proteína animal como son las carnes y sus preparados, huevos y pescados, necesita 199.156.747,65 bolívares mensuales, el equivalente de 28 salarios mínimos, indica el demoledor informe.
Las cifras citadas por el CENDAS son la realidad de las personas con empleos e ingresos fijos. Pero existen otros venezolanos en condiciones más vulnerables: desempleados, en situación de calle, pacientes crónicos y quienes no están registrados en el excluyente Sistema Patria. Esas personas son las que atiende el padre Adolfredo Pérez Ynfante.